La responsabilidad de suceder a un primer hit es similar a la que se produce cuando, después de un cierto éxito, consigues llegar a la cumbre y creas el super-blockbuster que rompe cualquier esquema. ¿Qué puedes hacer después del mejor trabajo de tu vida? Cualquier producción será inferior y se mirará como tal. ¿Es acaso fácil conseguir el más difícil todavía y mejorar tu límite? La Era de Ultrón se enfrenta justo a ello. The Avengers ha significado la cumbre del cine de súper-héroes taquilleros y casi todas las películas del género palidecen ante ella. Es la referente por derecho propio.
Las secuelas son
inefables a cualquier película que tenga éxito en taquilla. Es imposible no
sucumbir a la tentación de convertirlas en sagas: Piratas del Caribe, La Guerrade las Galaxias, Transformers, Indiana Jones… ¡Estirar el chicle hasta el
infinito y más allá! Con resultados más o menos conseguidos, todas parten de un
universo creado por una pionera que rompe taquillas.
A diferencia de ellas, The Avengers no era una “primera
película” como tal, sino que era una adición más a una historia, un peldaño más
(aunque muy importante) de una trama que se completa a lo largo de un puñado de
películas y series. Esto constituye una ventaja de La era de Ultrón respecto a una saga habitual: No es la
continuación de la rompedora sino que es una muesca más dentro del gran retablo
pintado por Marvel (De hecho sucede a El soldado de Invierno, en la que sólo
participa uno el Capitán América). Sí, la comparación es inevitable, pero es
menos directa de lo habitual.
Insisto con The Avengers, que constituye el mejor ejemplo de bolckbuster moderno.
Wedhon compone una historia coral en la que un conjunto de personajes que han
mostrado tener carisma suficiente para tener protagonismo por derecho propio
deben interaccionar positivamente para mayor espectáculo. En ella, todos tienen
su parte de cancha y su importancia. Incluso los más sosetes y menos dotados de
los Vengadores se convierten en imprescindibles (sin atentar contra la lógica)
y se provoca un momento de gloria que contente a los fans de todos y cada uno
de ellos. Todo ello con fuegos de artificio de primera calidad al servicio de
una trama alegremente entretenida. Sus dosis de chascarrillos autoconscientes
(frikis y no frikis) alivian la tensión se equilibran con unas coreografías a
cada cual más espectacular y contribuyen a captan y entretener incluso a los
más profanos del lugar. A posteriori, es casi inevitable que tuviera éxito. Las
pocas veces que tantos factores confluyen con tanta naturalidad demuestran que
no es tarea fácil.
Y ya llevo una página
entera divagando sin haber soltado prenda sobre La era de Ultrón. Tiene su sentido, ya que todas estas consideraciones
han pasado por la mente de Wessdon al hacer la película. Consciente de ello, ha
intentado que cumpla la misma función que su predecesora (que no es tal): hacer
de punto culminante de una segunda fase de películas que hacen avanzar el
argumento general. Por ello, repite (o intenta repetir) la fórmula que ya
funcionó en The Avengers. Ahora quien
quiere destruir el mundo es un ciborg superdesarrollado y superdopado que tiene
cuentas pendientes (o cree tenerlas) con los Vengadores.
El mayor problema es que no arriesga lo más mínimo. Calca el
esquema anterior y compone un ejercicio de entretenimiento de primer nivel,
pero no ofrece nada de nuevo.
La trama profundiza,
acertadamente, en los personajes que no disponen de película propia,
desarrollando su personalidad, actualizando su trasfondo e impidiendo que se
queden atrás en la “historia”. No
obstante, Ultrón no consigue transformarse en un villano netamente explotado.
No se le saca todo el jugo al que se le debería sacar, y, sin contar el órdago
final, no tiene la fuerza suficiente como para plantar cara a los Vengadores
con efectividad. Los chascarrillos marca de la casa que se inventaron en la
primera Iron Man siguen funcionando,
especialmente los que inciden con un Thor que parece en la edad del pavo,
provocando unos duelos de machotes bastante graciosos. Cuando tienes personajes
con este carisma, es más fácil hacer que cualquier chorrada ligera haga gracia,
especialmente los chistes en torno e Mjolnir, que los buenos frikis apreciarán.
Pero ¡ay! Las risas no
tapan que la fórmula que se utiliza para cerrar la película es exactamente la
misma que antes: Órdago salvaje del malo maloso y hondonadas de dummies creados
por CGi a los que destruir. Un recurso de guión que deja una gran sensación de “ya
visto” que afea un espectáculo de primera clase, especialmente para quién tenga
fresca The Avengers.
A pesar de este gran
inconveniente, Wessdon consigue reconciliarme con la posibilidad de grabar
escenas de acción caótica sin necesidad de abusar del baile de San Vito ni
enchufar cien cortes por segundo sin motivo. Se echa el resto para crear
coreografías tremendamente espectaculares muy bien diseñadas donde se abusa de
la enormérrima potencia que ofrecen los ordenadores (el plano secuencia inicial
en el que aparecen todos los Vengadores o la magnífica pelea final son
auténticas gozadas para el consumidor de acción de la buena).
No podemos olvidarnos
tampoco de lo bien cuidada y trabajada que se encuentra la imaginería de la
película. Todo elemento que aparece en
cualquier entrega del Universo Marvel está diseñado y pensado para formar parte
de él, consiguiendo un entramado de argumentos e historias muy bien
entrelazado, componiendo un todo que constituye una promesa cierta de
espectáculo (Algún día debería ponerme a analizar todo el conglomerado). Por
ahora, a falta de nuevas noticias, se le esperan añadidos hasta 2020, con Guardianes de la Galaxia 2 como
siguiente clímax de importancia en el fulcro argumental.
No tiene la fuerza y la
novedad que suponía The Avengers y no
propociona el mismo subidón (la grande de esta fase ha sido Guardianes), pero vaya si es
entretenida. No ofrece nada nuevo más allá del avance de la trama, pero quién
disfrutó con la primera seguro que se lo pasará bien con ésta. Es lo que debe
ser un blockbuster, sin virtuosismos ni errores.
Nota: 6
Nota filmaffinity: 6.7
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