Como alguien que se queda cada noche de los Oscar, que esta película ganara el premio gordo de la velada me dejó boquiabierto. Una peliculilla menor no parecía ser una ganadora con pedigree suficiente para sobrepasar a los grandes transatlánticos de su generación, que si nadie se va a acordar de ella en unos años, que desprestigia a los premios, etc. ¿Estaría tan bien como tocaba?
CODA nos sitúa en una familia de pescadores de una zona rural cualquiera de EEUU. Tras un primer vistazo, nos daremos cuenta de una particularidad: son sordos. ¿todos? No. La hija pequeña, puede oír perfectamente, por lo que hace de traductora entre sus parientes y la demás gente del pueblo. No es que le guste, pero es lo que hay. A ella lo que le gusta es la música, es lo que la hace vibrar. Lo cual no es algo que su familia pueda entender, por motivos obvios. Y además, se le da muy bien, tanto que podría dedicarse a ello si fuera al conservatorio, pero eso implica dejar atrás a su familia, que la necesita. Así, que la pobre está hecha un lío. Y así comienza la película….
Con
este planteamiento podríamos tener un drama bien traumático, pero no, por
suerte tenemos una deliciosa comedia que sabe muy bien lo que quiere contar. La
abigarrada familia se hace querer desde un primer momento, tanto por sus
excentricidades como por los “problemas” que su condición causa en el resto del
pueblo, tanto de los que se muestran comprensivos, como de los condescendientes
y de los imbéciles. Para ello se basa en unos personajes trazados con mimo, con
sus peculiaridades, sueños y frustraciones, que además son interpretados con
gracia, permitiéndonos conocer su carácter de un plumazo. No puedo sino
destacar la impagable pareja que forman los progenitores de la familia, dos
cincuentones llenos de vitalidad, con un carácter único que desborda carisma
por los cuatro costados.
Por
medio de diálogos bien hilvanados, escenas pensadas con ingenio y una trama
impecable se abordan los obvios problemas de comunicación y las dificultades
que esto genera en el día a día. También se refleja la incapacidad de la
familia para entender los sueños de la protagonista, no tanto pidiendo que lo
abandone, sino impidiendo que ellos puedan ayudarla (con la frustración que
ello genera a todos). De fondo, la lucha entre abandonar un pueblo que no
soporta para cumplir sus sueños, mezclado con la desolación de dejar atrás a
una familia que la necesita, dejando claro que no hay buenas situaciones para
nadie.
La
película – remake de una película francesa, no olvidemos – es un torrente
continuo de buenas ideas, destacando por una sorprendente capacidad para
meterse en charcos sin mancharse. Sabe reflejar todas las aristas de las
situaciones – no precisamente fáciles – de los protagonistas, sus
preocupaciones y sus miedos, sin por ello descuidar el avance a buen ritmo de
una trama a la que no le sobra ni le falta nada. Y además, lo hace envuelta en
un ambiente de buen rollo que hace disfrutar. En todo momento guarda un tono
optimista, que se ve con una sonrisa en los labios, amén de ese puñado de
chistacos capaces de tirate de la silla, cómo no.
Y
una vez más – últimamente van unas cuantas – juega a la perfección con el punto
de vista cuando se pone desde la persona sorda, mostrando la situación desde la
falta total de ruido y las consecuencias que tiene (comprensión de los hechos,
resultado emocional, errores de comunicación, etc. ).
No
obstante, en ningún momento abandona su pretensión de ser una película menor.
Cuenta –a la perfección, eso sí – una historia pequeñita, de gente normal a la
que le pasan cosas normales. Pocos peros se le pueden poner, recibiendo tres
nominaciones a los Oscar, para mejor película, mejor actor de reparto (Troy
Kotsur, el padre de la familia) y mejor guión adaptado. Parecía un buen
reconocimiento, asumiendo una victoria casi seguro para Kotsur por su trabajo.
Sin embargo, cuando se asentó el polvo de la gala, resultó que CODA había
ganado los tres premios. Esto provocó bastante polvareda, pues su falta de
grandilocuencia, de voluntad de trascender, su tono decididamente indie, la
hacían parecer indigna de los honores que había recibido. ¿Cómo premiar a esta
“peliculilla” y no a monumentos como Dune o West Side
Story? (por poner dos ejemplos de un año de
grandísima calidad). Sí es verdad que, desde el último cambio en el modo
de votación a mejor película, estas propuestas que están bien sin caer mal a
nadie están favorecidas en el recuento, lo que provoca que salgan más veces de
las que uno esperaría (Nomadland,
Green Book,
etc.).
En lo que es a mí, ¿me parece un ganador indigno del premio? Ni por asomo. Esa una película impecable, en la que todo funciona de primera, a la que le puedo poner muy pocas quejas. Si acaso, defiendo que no es la que más me gusta de su tongada (ahí, Drive my car me llega a la patata), pero es una ganadora perfectamente digna, mejorando 4-5 premiadas de los últimos veinte años.
CODA
es una película simpática y calentita. Da gusto ver una comedia buenrollera que
funciona a la perfección y, además, deja un poso agradable en el alma. Un guión
de bandera, actuaciones llenas de carisma y un director que sabe qué quiere
contar y cómo contarlo. Propuestas así son puro placer. Siempre tendrá el sambenito
de haberse llevado el Oscar siendo indie,
pero eso no debería impedirte de disfrutar de una película bien hecha.
Nota:
9
Nota filmaffinity: 6.7
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