lunes, 8 de abril de 2024

Éramos jóvenes e inconscientes (Laurent FIgnon)

Este libro era, inicialmente, un regalo para mi hermano, vicioso del ciclismo y su épica y su boato. Torció el gesto al abrir el envoltorio, disculpándose porque le había entregado un libro que ya tenía en su hogar. Al final, lo que acordamos es que me quedaría ese ejemplar y le acompañaría a una librería a comprar otra propuesta que le interesara (que acabó siendo otro libro de ciclismo, cómo no). Una vez en mi estantería, pues había que leerlo, ¿no?

Título: Éramos jóvenes e inconscientes

Autor: Laurent Fignon

Título original: Nous étions jeunes et insouciants

Traducción: Jean-Emmanuel Ducoin

“Con 23 años había ganado dos veces el Tour de Francia. Con 24, una grave lesión estuvo a punto de acabar con su carrera. Con 25 se había convertido en patrón de su propio equipo. Con 28 padeció la que quizá sea la derrota más dolorosa de la historia del deporte. Laurent Fignon nació deprisa (él mismo nos explica que fue un bebé prematuro), creció a todo correr y quemó etapas en su trayectoria deportiva a marchas forzadas. Por desgracia, en su desaparición intempestiva parece haber seguido el mismo guión.

Este espíritu de “caballo loco”, como él mismo lo define, impregna de principio a fin sus memorias, escritas con la vehemencia, el arrojo y el desparpajo de quien no tiene pelos en la lengua y no teme herir algunas sensibilidades a cambio de llamar las cosas por su nombre. Fignon repasa sus vivencias a galope tendido, disparando con bala y dejando tras de sí una estela de aires de los 80, cuando una generación de ciclistas impertinentes encabezada por un rubio parisino y gafotas barrió a la vieja guardia de los Hinault, Van Impe, Zoetemelk y Moser. Una generación que a su vez sucumbió, sin apenas haber gozado de los laureles, ante el empuje de una nueva época, de la que Fignon nos deja un retrato más bien amargo.”

Como supongo que no todo el mundo está tan puesto en ciclismo como yo, hago un pequeño suelto para situar al protagonista. Laurent Fignon fue un ciclista francés que tuvo su carrera deportiva a lo largo de la década de los 80. Lo podríamos situar en una especie de división de plata en su época. Era decididamente bueno, arreglándoselas para forjar un palmarés la mar de majo (3GV, 2 monumentos, 14 etapas de GV, 55 victorias) pero siempre a la sombra de los grandes de su época. Era de los que no se callaba una en ninguna entrevista, liándola cada dos por tres, siempre con un amor desmedido por su ego. Una vez retirado, se pasó al otro lado de los micrófonos convirtiéndose en LA VOZ referencia del ciclismo en francés para toda una generación. No sólo sabía retransmitir el deporte, sino que gozaba de un púlpito ideal para seguir soltando sus frases lapidarias y puyas variadas.

El libro – su autobiografía – está estructurado como si fuera un diálogo con el lector en el que el propio Fignon nos cuenta su vida como si lo tuviéramos en el sofá de al lado y estuviéramos charlando con él. A diferencia de otras biografías, más asépticas o más hagiográficas, aquí nos cuenta su versión de las cosas, metiendo baza donde le da la gana y soltando puyitas de vez en cuando, prueba de que acumuló  muchos agravios a lo largo de su carrera.

Resulta casi sorprendente que se trate de una autobiografía que escribió realmente él, sin recurrir a negros literarios (está bastante acreditado que así es), pues se trata de un libro bastante divertido de leer, pues está trufado de anécdotas simpáticas, haciéndose entender fácilmente incluso para los profanos. Tiene también la gracia de que no sigue un orden cronológico, temporada a temporada, sino que se centra en temas concretos. Empieza por aquello que es más conocido, pues siempre será “el que perdió un Tour por 8 segundos” (se nota que la herida todavía supuraba) y no como a él le gustaría “el que ganó 2 Tours a los 24 años”. Luego, como si se tratara de una conversación informal – como he dicho antes – va hilvanando temas de unas épocas u otras, como si le apeteciera hablar de una cosa u otra.

El libro me ha servido para conocer a Fignon mucho mejor que antes. Plasma muy bien su manera de ser, porqué tomaba unas decisiones u otras y qué motivación tenía  lo largo de su carrera deportiva. Ahora bien, el libro no ha servido para que me caiga mejor. Siempre me habría parecido un francés engreído y claramente lo es (y se enorgullece de ello).  Sin embargo, se aprecia la sinceridad con la que le duele no haber ganado más de lo que ganó, lo adecuado que habría sido callarse en algunos momentos (pero los gustazos que se pegaba soltando sus barbaridades) y, sobretodo, lo duro que fue ser el francés que no podía ser tan bueno como Bernard Hinault (una de las leyendas del ciclismo, bretón y tan bocazas como él). Ostia, cómo le duele.


Lo mejor de todo es que cuenta su vida con una retranca que se hace muy divertido. Sí, hemos de aceptar que cuenta sus fantasmadas como a él le da la gana y se quiere mucho a sí mismo, pero las carcajadas te las arranca más de una vez (y más de dos). Así, el libro se pasa en nada.

MI edición (me consta que no está en el original) tiene un apéndice escrito por su editor en que nos cuenta lo que supuso para él la temprana muerte de Fignon (a los 50 años debido al cáncer). Nos cuenta la tristeza que conlleva despedirse de los amigos y la rabia de no poder haberse despedido como le hubiera gustado. Después de todo, Fignon había escrito el libro estando ya enfermo, sin hacer pública su enfermedad hasta el último momento, apenas unos meses después de la publicación, por lo que cogió con el pie cambiado a todo el mundo ciclista (sus palabras despidiéndose de la audiencia al acabar el Tour son de las que dejan boquiabierto).

Este libro hará las delicias de cualquiera que guste del ciclismo y se acuerde de la figura del francés. Si eres ajeno a este mundillo, tiene la especial gracia de centrarse más en la persona que en el ciclista, por lo que te dará una lectura agradable en la que conocerás a un personaje que era era genio y figura hasta la sepultura (con bastante literalidad).

 

Nota: 8

Nota goodreads: 4.02 

1 comentario:

  1. Pasmada me he quedado porque en mi casa se seguía muchísimo el ciclismo en aquella época, pero yo dejé de seguirlo hace ya tiempo y no sabía que había fallecido. Lo recuerdo como en la segunda foto, con coleta y gafas. Era muy raro ver a un ciclista con gafas. Me parecía muy mayor y era un crío.
    Sobre el libro, tiene sentido que lo haya escrito él mismo. Quién podría soltar las barbaridades como él. :)
    Un abrazo.

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