De la misma manera
que estoy haciendo con otras sagas, durante unos instantes se me ocurrió la
idea de repasar la saga entera de A todo
gas. La tentación estuvo allí pero no, no lo voy a hacer, que después de
todo no me gustan tanto. De todo el tiempo que he tenido para verlas, creo que
sólo tengo una reseñada por aquí.
Lo que sí he hecho es volver a ver la primera entrega, que me divirtió en su momento en el cine y hace tiempo que tenía ganas de repasar. El resto… bueno, quizás algún día, pero del repaso, ni hablar.
Estamos en 2001, en los últimos estertores de una época en la que el horterismo radiKal y los coches tuning han campado a sus anchas. Con ello, aparecieron también las carreras clandestinas con esos coches modificados que echaban fuego y corrían mucho. En Los Angeles, una peligrosa banda de atracadores utiliza estos vehículos para cometer sus fechorías, por lo que un joven policía se infiltrará en estas carreras para atrapar a los ladrones.
Yo la recordaba como
un estruendoso ejercicio de persecuciones con poco sentido y al volverla a ver
me he encontrado con una traslación de Le llaman
Bodhi al siglo XXI. Cambiando los surferos por pilotos de tuning, el
desarrollo es sorprendentemente igual: el policía inexperto que se infiltra y
no puede evitar sentirse tentado por el modo de vida de “Bodhi”, el líder de la
banda lleno de carisma que sabe que está ante un soplón pero cree que puede
pervertirlo, la bella dama que está por ahí y no puede evitar sentirse
implicada, etc. Más allá del cambio de ambiente, las escenas y el desarrollo
son las mismas, ¡vaya calco!
Sustituir a la dupla
de Keanu Reeves // Patrick Swayze con Brian Walker // Vin Diesel es una
temeridad, pero salen más airosos del brete de lo que uno hubiera esperado.
Especialmente este último, que consiguió con esta película su primer pelotazo,
haciendo de un Toretto se ha hecho un hueco en la cultura general y las
agencias de memes. Evidentmente, Rob Cohen no es Kathryn Bigelow, por lo que el
resto de la película no está a la altura y me quedo con mucho con la propuesta
surfera (igual es por mis años, claro).
Lo que sí consiguió A todo gas fue un efecto generacional
parecido, reventando las taquillas con este desfile de tíos cachas haciéndose
el chulito, tías buenas enseñando carne y cochazos de impresión por todos
lados. Aparte del carisma de los protagonistas, el éxito se debe a unas
espectaculares escenas de persecuciones callejeras realizadas con una mezcla de
ordenador y efectos visuales que crearon escuela. Puede que su argumento esté
muy trillado, sí, pero si copias bien a Bigelow, ya partes de un buen doble
juego de traiciones, los sucesos pasan a un ritmo muy ajustado y, si no has
visto la película original, puedes fliparte un rato largo.
Encontramos todos
los dejes de finales de los noventa: Neón por todos lados, colores estridentes,
el rap más salido como expresión callejera y culos, muchos culos. Por ratos se
ven bastantes más que coches. Hacía tiempo que no veía una película con tanta
sexualización gratuita. Por momentos parece una erotosoft y no una de acción.
Lo que me parece curioso es que se trata realmente de una película de coches tuning. No encontramos las fantasías absurdas que han caracterizado las últimas entregas de la saga, sino que va de tunear coches. Hay MECÁNICA (todo lo flipada que quieras) en los diálogos, se te enseña cómo se modifican las diferentes partes del coche, los tecnicismos, los alerones… No son James Bond a gasolina, no desvían misiles a patadas ni van al espacio, no. Los personajes tienen cierto (ejem, ejem) realismo. Estoy seguro que uno que solo haya visto las últimas se asombrará mucho al ver cuánto ha cambiado la saga.
Empezó siendo un chiste de 38M$ que tenía muy claro al público que se dirigía (los quineañeros sobrehormonados). Triunfó inesperadamente para todos (207M$), lo que dio para un puñado de secuelas. Pareció extinguirse en la tercera entrega, pero se reinventó cuando nadie contaba con ello en una cuarta que sí abrazó la fantasía de acción, convirtiéndose en casi en una wuxia de la conducción, tan loca como espectacular, llegando a superar los 1000M$ en alguna de sus entregas.
No tiene sentido
recomendar esta película. Bajo el armazón de un Le llaman Bodhi encontramos un estruendoso espectáculo que da
emociones fuertes de videojuego. La testosterona se mezcla con la gasolina en
un continuo despliegue de pectorales, traseros y tubos de escape. Si es esto lo
que vas a ver, te lo pasarás en grande. Si no es lo que quieres, bueno, ponte
otra cosa. Ruidosa y simple, coches
al máximo y sus exageradas dosis de neumáticos quemados. Hay veces que lo tonto funciona, y aquí se copian cosas buenas
decentemente.
Nota : 5
Nota filmaffinity: 5.5
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