jueves, 3 de febrero de 2022

La amenaza de Andrómeda

A ver, después de apagar el cerebro con la película anterior, necesitaba algo que me excitara un poco las neuronas. Para ello siempre tengo una pequeña bodega de películas pendientes a la que acudir cuando apetece algo con calidad. Ésta es una de esas recomendaciones que llevaban tiempo esperando el momento adecuado. Reconozco que iba con miedo de que la estética me tirar para atrás, pero bueno, hay que arriesgarse.

Estamos en 1971, plena Guerra Fría. Un satélite ha sido derribado, cayendo en un pequeño pueblo de Nuevo México. Al instante, una extraña plaga azota a sus habitantes. Creyendo que se trata de una nueva arma de los soviéticos, los científicos obran con precaución, pero pronto descubrirán que se trata de un mal venido del cielo, de una enfermedad que amenaza con acabar con la humanidad. Empieza así una lucha contrarreloj para salvar la vida del planeta.

Lo que más miedo me daba, su estética anticuada, se soporta sin problemas. Al contrario, más allá de lo extraño que nos pueda resultar a nuestros ojos, se nota bien diseñada, con una razón de ser para todos los elementos en pantalla. Los laboratorios están construidos con corrección científica y, al mismo tiempo, con un diseño certero que le aporta un aroma atemporal muy logrado. Puede que los “ordenadores” sean analógicos o que las técnicas tengan cincuenta años, pero se respira aroma “a ciencia” por todos lados. Además, el montaje de la película se complementa con el método científico, consiguiendo aportar ritmo y emoción a que crezcan (o no) unos líquenes en una placa de Petri, todo un logro.

La Amenaza de Andrómeda se presenta como una propuesta de ciencia-ficción (muy) dura. Se plantea una situación ficticia en un “futuro cercano”, pero luego el desarrollo es plenamente realista, con mucha ciencia, mucho experimento y pocas concesiones al espectador. Todo lo que se muestra en pantalla queda supeditado a la verosimilitud científica, mostrando el proceso científico en todo su esplendor. Para alguien que es del ramo como yo, pues es todo un gozo de disfrutar un respeto tan dedicado. Evidentemente, los que buscan explosiones, rayos láser y emociones fuertes no las van a encontrar aquí, la película va a otra cosa.

Asimismo, el trabajo actoral es el que es. Interpretan a un puñado de científicos serios que no tienen tiempo para el humor y es lo que vemos.

Todo este gusto por el rigor científico y la ciencia-ficción más realista no surge de la nada. Tras las cámaras se haya Robert Wise, un nombre imprescindible dentro del género de la época, que hizo gozar muchas mentes con propuestas tan interesantes como Ultimatum a la tierra  o Star Trek. La película. Aquí nos plantea cómo reaccionaría la sociedad ante la aparición de un nuevo virus letal, siempre priorizando el punto de vista científico. Quizás necesite un público motivado para entrar en la trama, pero una vez estás dentro, te pega bien al asiento, mientras contemplas, intranquilo, como los científicos se enfrentan a lo desconocido con las técnicas que la ciencia posee. Y lo hace desde un prisma muy creíble, alejada de las exageradas fantasías que ahora estamos acostumbrados.


Se trata de la adaptación de la primera novela de Michael Chrichton, un escritor caracterizado justo por el rigor científico en su multitud de thrillers tecnológicos y de ciencia-ficción. Además de la archiconocida Parque Jurásico, otro ejemplo lo podemos tener en la novela Esfera, que reseñé hace un tiempo.

Lo dicho, un espectáculo para las neuronas que adolece de hacer muy pocas concesiones al espectador. La profusión de experimentos científicos (que no se te explican) y la poca “acción” pueden hacerse indigestas a más de uno, pero es justo lo mío así que lo gozo inmensamente.

La película se llevó nominaciones a los Oscars en los apartados a mejor montaje y a mejor dirección artística, como buena prueba del buen hacer destacado anteriormente.



En fin, me sorprende como una película de ciencia-ficción dura es capaz de pegarme el culo al asiento de esta manera, sin enseñar nada más que experimentos científicos. Este puzzle minimalista es quizás para pocos paladares, pero los que sepan degustarlo tienen canelita de la buena.

 

Nota: 8

Nota filmaffinity: 6.7 

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