Y de una adaptación chorra de un libro chorra, nos vamos a una adaptación seria de un libro muy serio. Suelo tener mucho miedo de las adaptaciones de las obras complejas que me gustan y ésta no era una excepción.
La fiesta del Chivo
nos cuenta los últimos días del dictador Trujillo, de la República Dominicana,
explicándonos todos los avatares que llevaron a la generación del complot
contra él. Pero no lo hace de una manera normal, no. Empieza mostrándonos como
una mujer regresa a la que fue su casa tras muchos años de ausencia, pues su
padre está a punto de morir. ¿Qué la alejó de su hogar? ¿Qué tiene que ver el
odio de una hija hacia su padre con la muerte de un dictador? A través de sus
recuerdos y de todos aquellos que participaron en la conspiración, tendremos
una narración (muy) fragmentada dónde se nos cuenta como cinco personas de
distinta clase social tienen tantas ganas de ver caer al dictador que están
dispuestos a jugarse su propia vida (y más) en el proceso.
Si habéis llegado
hasta aquí y no sabéis quién fue el dictador Trujillo, podéis pasear un poco
por Wikipedia y ver hasta qué punto llegaba la crueldad de uno de los
dictadores más sanguinarios que ha habido al otro lado del charco. Gobernó
República Dominicana con puño de hierro durante demasiados años, haciendo una
cantidad de salvajadas de primer orden. Pero bueno, era una garantía contra el
comunismo y eso siempre suma puntos para que tengas una vida tranquila.
El
libro de Vargas Llosa basa su calidad en una espléndida descripción de los
personajes y sus motivaciones. Esta película, firmada por su primo Luis Llosa
no se queda precisamente atrás, componiendo un relato costumbrista del día a
día bajo el pesado yugo del dictador. Llegamos a conocer fielmente a todos los
protagonistas (y al propio Chivo), siendo testigos de hasta dónde llega el
miedo en el alma de las personas. Nadie sabe quién puede ser un delator, en
quién se puede confiar o qué palabras mal dichas pueden hacer caer una
reputación. Se ven las diferencias entre
los fanáticos, los interesados y los vendepatrias, pero al mismo tiempo, todos
bailan ante los caprichos de su señor, que puede tener a su bien pegar un par
de disparos por diversión o fijarse en alguna que otra jovencita de buena
situación.
Tal cantidad de
matices puede apreciarse especialmente gracias a la buena actuación de gran
parte del elenco actoral. Juan Diego Botto, Tomás Millán, Paul Freeman hacen
todos un gran trabajo. A destacar especialmente a Stephanie Leonidas. Si bien
no tiene los 14-15 años que se supone debe tener su personaje, mezcla
espléndidamente la cándida inocencia con las ganas de sentirse querida y
apreciada que pide su Uranita, convirtiéndose en el fulcro de toda la trama.
La verdad es
que al inicio es fácil liarse con lo que ocurre, como si fueran un puñado de
tramas independientes entremezcladas. La innecesaria cabriola de dar saltos en
la vida de uno y otro personaje puede confundir, especialmente con los
caprichosos giros que indican un cambio de punto de vista en la acción. Sin
embargo, el trabajo de orfebrería para cuadrar todas las historias está muy
bien conseguido, reflejando las influencias que unos y otros tienen en las
vidas de los demás, que van convirtiéndose de protagonistas a secundarios según
la acción lo requiera, siempre presentes, pero sin mezclarse por pertenecer a
diferentes estratos sociales –hasta que el odio los junta, claro-.
Si bien es
fácil conseguir una película con enjundia es más fácil si partes de una buena
materia prima –y aquí se tiene-, Luis Llosa realiza un notable trabajo
contándonos esta extraña mezcla entre thriller y drama costumbrista que refleja
bien como el miedo y la desesperación son fuentes de malas decisiones,
reflexionando sobre el merecimiento (o no) del perdón y, sobretodo, sobre qué
se debe pagar por mantener el status o la dignidad. Vargas Llosa hace un mejor trabajo
cuando apostilla sobre la inacción de los hombres justos y el terror que nos
impide actuar (qué bien escribe y qué mal me cae), pero eso no impide que esta
propuesta sea más que interesante.
La fiesta del Chivo realiza una buena adaptación de los últimos
días de un dictador repugnante. Si bien no llega al nivel de la novela
original, juega a realizar un par de acrobacias innecesarias resueltas con
cierta gracia. Puede que su complicada puesta en escena lleve a cierto
desconcierto, que no se arregla con un ritmo no excesivamente brioso, pero en
conjunto tenemos una historia tremebunda bien contada, con buenos actores y
cierto saber hacer tras las cámaras.
Nota: 7
Nota
filmaffinity: 6.1
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