Hoy había ganas de ponerse con una obra grande. A veces da respeto pero cuando toca, toca.
El argumento no puede ser más simple. Un pequeño pueblo del Oeste vive aterrado por el enfrentamiento entre dos bandas de bandidos a cada cual más aterradora. Un misterioso pistolero sin nombre llega a la ciudad, dispuesto a beber un buen trago y pasar desapercibido, pero no podrá mantenerse al margen de la cruenta lucha. Todo parece casual en sus actos, ¿o no lo es tanto?
Fue con esta película con la que Sergio Leone cambió todo. Un género que parecía caduco y casi desaparecido volvió con rabia inusitada. El Spaghetti Western nacía, y con él, una variante blasfema, sucia y, en muchos casos terriblemente divertida que fue explotada sin piedad por cientos y cientos de imitadores. Primeros planos de miradas entre pistoleros, pausas en los duelos al sol abrazador, un héroe incontestable y radicalmente diferente del sheriff del Western clásico…
Por un puñado de dólares también enseñó al mundo quién era Clint Eastwood, uno de los actores/directores más influyentes desde entonces. Nunca lo había visto tan jovencito (qué tremendo que está) y aquí se queda a gusto haciendo lo que mejor ha sabido hacer siempre: molar. Frente a él, un estupendo GIan Maria Volonté que clava a un malvado odiable y carismático de los que no se olvidan.
La lógica y la verosimilitud son, en todo momento, relativas. Cada duelo se convierte en una lucha de miradas, a modo de preámbulo ritual a un estallido violento y sangriento que no se corta nada a enseñar una violencia que sus coetáneos estadounidenses insinuaban más que mostrar. Asimismo, la historia es cruel con todos, dejando claro que no hay buenas personas, sino tonos de gris más o menos oscuro. Los intereses y las traiciones campan por doquier y sólo te puedes fiar de tu revolver (o tu rifle).
Y la música, oh, la música. Otro detalle marca de la casa que revoluciona el modo de hacer las cosas. El entonces casi desconocido Morricone crea escuela con temas armoniosos que realzan los sentimientos de los protagonistas, contribuyendo a crear el ambiente de tensión necesario para llegar al clímax en cada escena. Sugiere y avasalla siempre en el momento adecuado.
Pero bueno, una vez
glosadas rápidamente todas sus bondades, que seguro estarán mucho mejor
explicadas en miles de sitios más, también hay que detenerse un momento a
explicar el tema de Yojimbo.
Y es que dentro de tanta gloria y tanta inspiración. La película es, en gran parte, una reimaginación muy literal de la película Yojimbo, de Akira Kurosawa, moviendo al Oeste a un pueblecito japonés tras cambiar a los samuráis por cowboys. Todo ello con mucho morro y sin pagar derechos, claro. Obviamente, esto le trajo muchos follones legales a Leone, especialmente tras convertirse en un éxito mucho más morrocotudo que el que seguro había soñado siquiera. Habiendo visto ambas películas, las inspiraciones son obvias, siendo ambas muy iguales pero muy diferentes y, sobretodo, magníficas y disfrutables.
Pero bueno, el lavado de cara que le pegó Leone a la obra de Kurosawa sirvió para convertir un género caduco de cowboys honrados, justos y bien vestidos, de acciones nobles y bienintencionadas, en un vergel de malnacidos mal afeitados, inexpresivos, sucios, cínicos, amorales y de lentos movimientos excepto cuando tienen un revólver en las manos, cuyas acciones están determinadas por el dinero. Aunque sea sólo por eso, gracias.
Quizás la menos
redonda de las tres
películas
de su “Trilogía del Dólar”, pero no por ello menos aprovechable. Por la
diversión que provee, por la vuelta de tuerca que provoca y por darnos a Clint
Eastwood, indispensable a la que te guste el western, indispensable a la que te
guste el cine.
Nota: 9
Nota filmaffinity: 7.6
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