miércoles, 28 de agosto de 2019

El bueno, el feo y el malo


Si eres alérgico al estilo de Sergio leone, a sus particulares puestas en escena (planos enormes y extraños, exageración de la épica, dilatación del tiempo y el espacio, explosiones de violencia exacerbada…), si piensas que el spaghetti mató al verdadero western, al único, al inimitable, al del Oeste Americano, la visión de El Bueno, el Feo y el Malo no te hará cambiar de opinión.

La trama se explica en pocas palabras: El rubio (Eastwood, el bueno) y Tuco (Wallach, el feo) ha pergueñado un truco para hacerse de oro. El primero entrega al segundo, buscado en todos los estados, a un Sheriff local. Cobra la prima y entonces, en el momento del inevitable ajusticiamiento por la horca, corta la cuerda de un certero disparo de fusil. La sorpresa y la confusión se desatan, y los dos canallas se escapan juntos para volver a liarla en otro pueblo. Esta asociación se rompe cuando se enteran de la existencia de un botín de 200.000 dólares en oro robados al ejército sudista y enterrados en uno de los numerosos cementerios que jalonan los caminos después de la Guerra de Secesión. A partir de ese momento, cada uno lucha por ser el primero en encontrar el tesoro, pero otro personaje se entromete en el asunto, el temible Sentencia (Lee Van Cleef, el malo).

Recordaba haber visto esta película hace un buen puñado de años, por lo que no la tenía especialmente fresca. Al verla con los ojos actuales, me he sorprendido al encontrar en ella todos los ingredientes del Shonen japonés. Si te paras a pensar, no es tan de extrañar, pues ambos géneros beben mucho del cine de samuráis de los años 50, pero no lo había visto tan claro. Tenemos a unos personajes principales con unos poderes muy superiores a los de la plebe, adquieren cierta aura mística que hace sólo puedan hacerse daño entre ellos, a modo de unos héroes (o anti-héroes) intratables. Cada uno con sus historias trágicas y sus miradas de desafío que se reconocen entre ellos como seres de gran valía, a respetar o temer (ejem ejem)…

Pero bueno, ahora en serio. Vaya pasote de película. Mediante un desarrollo episódico que se divide en mini-tramas de 30-40 minutos, seguimos las aventuras de los tres personajes, a los que llegamos a conocer en profundidad (perfectamente visionable a base de capítulos). El carisma que desprenden estos tres mastodontes es descomunal, reforzado por una inolvidable banda sonora, un guión construido a base de frases lapidarias y los extraños juegos de miradas tan propios de Leone. Elementos que se bastan para ponerte a tope y pegarte al sillón con ganas.

Y qué final, señores, qué final. Sólo hay que ver la de veces que se ha imitado el duelo a tres bandas de Sad Hill para ser consciente de su influencia. Tanta tensión llega incluso a incomodar.

 
Poco más voy a añadir. Muchos otros lo han explicado mejor. Sólo que tenéis que verla y ya.
Y recordad: Hay dos tipos de personas, los que tienen pistola y los que cavan. Y tú cavas.

Nota: 10
Nota filmaffinity: 8.2

PS: Una cosa que siempre me escama es porqué Eastwood es “El bueno”, si a lo largo de la película se ve que es tan (o más) traidor y cabrón que el resto. Vale que es más guapo que los demás, pero…

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