Hace ya un puñado de
años, cuando andaba por la universidad, tenía un amigo que adoraba esta serie.
Al día siguiente del estreno de cada capítulo nos hablaba largamente sobre las
novedades de la trama y, por encima de todo, desglosaba las toñas como panes que
se arreaban los personajes y la pechonalidad de las zagalas que ahí aparecían.
Básicamente, que teníamos que verla y tal y tal y tal.
A partir del nombre
de la serie, ya nos podemos imaginar de qué trata: Se nos narran, con su
correspondiente dosis de sordidez, todas las vicisitudes de Espartaco, auxiliar
militar de la Tracia Romana, que gana la gloria en la arena como gladiador para
finalmente encabezar una revolución militar para mejorar la vida de los
trabajadores del Imperio. No obstante, la serie no busca mantener el rigor
histórico y, más allá de cuatro hechos puntuales, deja volar mucho la
imaginación en pos de la molabilidad y la épica.
Ya desde el primer
capítulo, podremos comprobar cuánto bebe de 300,
estrenada poco antes que la serie. Starz, la productora, fiel a su idea
de proporcionar emociones fuertes al espectador, cogió la idea de poner a
hombres hiper-músculados a darse de toñas, la complementó con mujeres de
bandera ligeras de ropa y le puso un argumento debajo. Ahí acaban sus ínfulas,
¿qué quieres una hamburguesa cinéfila? Aquí tienes el pedazo de carne más
grasiento y suculento que puedas imaginarte.
En ningún momento
engaña o puede llevar a equívoco: proporciona cuerpazos, toñas y mucho sexo.
¡Ojo! No os penséis que los creadores sólo buscan satisfacer al público
masculino. Al contrario, por momentos parece que las féminas heterosexuales
sean el objetivo. No hay más que ver la cantidad de hombres gratuitamente
exhibidos y de las escenas de sexo que los enfocan a ellos de manera principal.
De hecho, hice una mini-encuesta a las féminas de mi alrededor y todas hablaban
maravillas del ganado exhibido en ellas. Cada capítulo es una excusa argumental
para mostrarnos cuerpazos gratuitamente sexualizados que a veces se pegan y a
veces se van juntos a la cama (eh, también con su dosis de LGTB y tal, ¡que
aquí hay para todos!). La de parejas que conozco que concluían el capítulo con
unos minutos extras en la cama…
En cuanto a la
acción, Espartaco es una oda a la
brutalidad épica por la pura brutalidad épica. Abusando con ganas del CGI, se
permite lanzar chorros de sangre en peleas llenas de brutalidad, narradas a lo 300, contínuos golpes de cámara lenta
para que no pierdas detalle de las amputaciones de brazo, las cabezas voladoras
y los gritos de rabia de los luchadores. Se abusa tanto de este efecto que
probablemente cada capítulo reduce 3-4 minutos de metraje si se pone a velocidad
normal. A algunos les podrá saturar,
pero se debe reconocer que pone a tono a los afines a las toñas. Las
coreografías están muy bien trazadas y el carisma primario de todos los
personajes se basta para molar y molar.
Y luego está el
sexo, claro. Desde las cosas más virginales y buen rolleras hasta las
perversiones más sádicas, aquí hay fanservice para todos. Inesperadamente bien
rodado, con una orientación más cercana al del erotismo soft (está hecho para
excitar, obviamente) que al de una serie convencional, reparte el protagonismo
entre todos los personajes. Lo mejor de todo es su variedad. Sea cuál sea tu
gusto, cada 2-3 capítulos tendrás una escenita para ti.
Con una serie tan
centrada en las capacidades físicas de los personajes, no deberíamos esperar
unas interpretaciones plagadas de matices. Al contrario, la actitud de la
mayoría de los actores recuerda más a la interpretación de películas porno o
similares. Incluso los actores más serios como John Hannah y Lucy Lawless, de
los que podríamos esperar algo más de profundidad, se toman bien poco en serio
su papel, especialmente el primero, con momentos bastante vergonzosos. No
obstante, debería destacar el desempeño de Manu Benett en el papel de Crixo, al
que se nota que lo da todo en la interpretación para demostrar que es algo más
que un montón de músculos (no lo consigue, pero se agradece el esfuerzo).
Un aspecto
inevitable a tratar dentro de la serie se haya en su personaje principal.
Durante la primera temporada, Espartaco es interpretado con brío por Andy
Whitfield. Funciona a la perfección y es uno de los principales responsables
del éxito inicial de la serie. Sin embargo, enfermó de un linfoma al acabar el
rodaje. Como no estaba en condiciones de trabajar, los creadores de la serie se
inventaron una cabriola (muy lograda, todo hay que decirlo) para hacer una
segunda temporada sin que Espartaco tuviera que aparecer (en la serie que lleva
su nombre) mientras Whitfield se recuperaba. Trágicamente, esto no fue así y el
actor murió. Como la serie estaba en lo más alto de su éxito, los creadores se
vieron con la “obligación” de encontrarle un sustituto y así, en las siguientes
temporadas tenemos a Espartaco interpretado por Liam McIntyre sin ningún tipo
de explicación por el cambio de actor. A pesar de toda la polémica que se formó
(entendible en una situación tan anómala), McIntyre se esforzó para hacer suyo
al personaje, acallando muchas quejas con su trabajo y sus pectorales.
La serie consta de
cuatro temporadas muy diferenciadas entre sí que, curiosamente, tienen créditos
y un título propio, algo muy poco habitual dentro de las series yanquis.
Se empieza con Espartaco: Sangre y arena, en la que se
nos narra cómo Espartaco pasa de soldado a estrella de los gladiadores romanos.
Es la que dio la fama a la serie, conjugando de inesperadamente bien la
violencia y el sexo, con una frescura difícil de encontrar en una serie de este
estilo.
La segunda temporada
se llamó Espataco: Dioses de la arena.
Está situada en un tiempo anterior a la primera temporada, en una suerte de
precuela que nos cuenta la vida de cada personaje antes de la llegada de
Espartaco a la escuela de gladiadores. Es con diferencia la mejor, pues las
circunstancias obligan a los creadores a darle una trama consistente con la que
situar a los personajes en la casilla de salida, cosa que consiguen sin perder
ni un ápice de los aspectos que habían convertido a la serie en un éxito.
Posteriormente vino Espartaco: Venganza, ya con el nuevo
actor protagonista. Aquí se desarrolla la rebelión ya insinuada al final de la
primera temporada, con Espartaco dedicado a perseguir al general que le
convirtió en esclavo. Los creadores intentan meter un poco de política e
intrigas cortesanas a la trama, llegando a extremos vergonzosos a la hora de forzar
la trama, encontramos traiciones dentro de traiciones y unos volantazos que,
bueno… Entre el cambio de actor y la bajada de calidad, seguir se hace algo
pesado.
Por suerte, la cosa
cambia en Espartaco: la guerra de los
condenados. Aquí se dejan de sutilezas y meten a rebeldes/gladiadores
molones a atizarse contra romanos molones mientras se dedican todos a alegrarse
la vida en la cama. Una vuelta a los orígenes que le sienta muy bien a la
serie. Además, redondea muy bien el desenlace, homenajeando muy bien (a su
modo) el final de la película de Kubrick, lo que deja un estupendo sabor de
boca final. Duele un poco que nos hayan convertido a Julio César en un rubio
tiobuenorro que gusta de ir en calzones, pero bueno… tiene su público.
Al final, la serie es
un buen ejemplo de placer culpable. Tiene mil defectos y pone a cualquier
historiador de los nervios (rigor histórico, ¿qué es eso?), la trama funciona
como funciona y sus actores no pasan de aceptables (en el mejor de los casos).
Sin embargo, sabe activar nuestros instintos primarios para ponerte a tono (de
muchas maneras) a lo largo de cada capítulo.
Sinceramente, la de veces que he estado pensando “¿qué hago viendo esta serie?” a mitad de capítulo, para luego no poder esperar a ir a por el siguiente.
NOTAS: 6, 7, 3, 6
Temporadas: 4
Capítulos: 39
Duración: 1d, 11h, 53min
No hay comentarios:
Publicar un comentario