Ésta es la primera
reseña que he escrito tras acabar el confinamiento, por lo que os podréis
imaginar que tengo otras cosas que hacer, así que seguro que mi ritmo de
publicaciones va a bajar a partir de ahora. Si es que no se puede tener todo ^^.
Hoy nos centramos
con el primer film de los hermanos Coen, que dejaron sorprendidos a todos los
círculos del cine independiente con esta propuesta, hace ya más de treinta
años. Para muchos se convirtió en un auténtico placer culpable, un regalo
venenoso, un delicioso bocado de impertinencia cínica, de pérfida provocación,
de ironía astuta…Una curiosa mezcla entre la cotidianeidad más banal y los
horrores de los bajos fondos, ejecutada con el brío habitual de los dos
hermanos, tan divertidos como malvados, tan fantasiosos como sarcásticos.
Se hace de noche, la
tormenta descarga su furia. A través de unas escobillas de limpiaparabrisas que
se afanan fútilmente por evacuar el agua que les viene encima, dos caras se
dibujan entre sombras, iluminadas de tanto en tanto por las luces de los pocos
coches que se encuentran de frente en una pequeña carretera de Texas. El deseo
del hombre y la mujer es tangible, tiene el reconocible perfume del pecado, de
lo prohibido. Las palabras se musitan, las voces se aturullan: apesta a
adulterio.
El hombre es el
empleado del marido, un repugnante celoso sin atisbo de dignidad que regenta un
bar de mala muerte mientras rumia su venganza… El esposo burlado encarga a un
infame detective privado que le haga el trabajo sucio. Entre este ambiente
sórdido y enfermizo se despliegue una triste historia, recubierta de un humor
inesperado y amargo. Como vemos, los personajes están preparados para dirigirse
a las tumbas. Puede entonces comenzar el ballet fúnebre: los personajes se
espían, se odian, preparados a destruirse por un estúpido lío de faldas que
pronto se torna un drama sanguinario. Los sucesos se encadenan a través de las
imprevisibles pulsiones primarias de individuos trastornados. La acción se
vuelve peculiar, confusa, la emoción se mezcla con el horror y cuando la
película acaba, uno no puede sino sorprenderse del viaje realizado.
Bajo el esquema de un thriller se esconde una película que retuerce con ahínco
los tópicos del género. Los Coen, ahora famosos en el mundo entero, debutaban
con esta barroca propuesta en la que se mezcla un cine negro muy particular con
dosis de terror y comedia inesperada (con una amargura y una mala leche muy
inesperada en unos realizadores tan jóvenes). Los momentos de tensión,
realmente logrados, se mezclan con otros realmente estúpidos (muy propios de
los Coen) sin ningún sentido del equilibrio, recordando quizás la poca
experiencia de los creadores en el momento. Se podría decir que sus decisiones
son a veces cuestionables, lo que puede sentar mal a muchos, pero se nota que
hay alguien con buenas manos al aparato.
El resultado es una
película confusa, de trama mínima, que destila amor por el género negro, con
extraños juegos de cámara que tan pronto te pega al asiento como hace que te
salgas de la película sin entender qué ocurre. Asimismo, la estupidez de los
personajes no cuadra con la seriedad de la trama, sin haber cogido todavía el
tono absurdo de sus comedias más desternillantes.
Tiene un exagerado
problema de ritmo, pues el desarrollo de la trama no sigue mucho los cánones
habituales (quizás en consonancia con la incompetencia de los protagonistas).
Aunque los personajes están bien perfilados, adolecen de unas interpretaciones
algo justitas (incluso McDormand abusa de la cara de palo) que no ayudan a
captar la atención. Su final es un poco… bueno, había que acabar la película.
Por otro lado, la puesta en escena denota talento a pesar de su poco
presupuesto y la tensión que se genera es de primera, eligiéndose alargar (a
veces mucho) escenas en que sabes que los personajes la están cagando a base de
bien (como el entierro en el pantano, por ejemplo), pero que en su
incompetencia no pueden sino hundirse más y más en el fango, lo que hace que el
espectador curtido salive ante un buen trabajo.
Entre que nadie les
esperaba, que es una propuesta decididamente original y tiene un buen
savoir-faire entre tanta cosa rara, Sangre
fácil en el festival de cine independiente de Sundance, lo que lanzó a la
fama a los Hermanos Coen y les proporcionó la promesa de un buen presupuesto
para futuras películas (y ya sabemos qué vino luego).
Se trata de una
propuesta MUY irregular. Busca una mezcla de géneros que no acaba de cuajar del
todo, con una historia banal mezclada en un desarrollo ingenioso y trascendente.
Guarda sus escenas llenas de inspiración, en las que rebosa talento, para luego
ser utilizado al servicio de la nada. Falta medida y equilibrio quedándose a
medio camino de muchas, pero se notan buenas manos detrás. Está muy lejos de lo
que estos autores han sido capaces de aportar, pero como opera prima se trata de una película interesante, con detalles que
apreciar, como si se tratara puzle gratuitamente complejo que desgranar.
Nota: 5
Nota filmaffinity: 7.1
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