Hace
ya un par de años (¿tanto? El tiempo pasa demasiado rápido) me vi una simpática
película de comedia/terror en la que unos “parásitos” invadían Japón
tomando el control de una serie de huéspedes escogidos para así tomar el poder
de la sociedad. Shinichi, un tímido estudiante cualquiera, no habría sufrido
una suerte distinta de los demás, si no fuera porque Migi -su parásito-, es
también algo torpón y no consigue más que poseerle la mano. Como la muerte del
anfitrión conlleva la muerte del parásito, ambos no tenían otro remedio que
colaborar para detener la invasión y la ola de asesinatos que los
extraterrestres estaban causando. Después del festival de hemoglobina con el
que acababa la película, se dejaba abierta la puerta a una segunda parte que prometía
una vorágine de vísceras, decapitaciones y otras animaladas por el estilo.
Y
he aquí que por fin he visto la segunda parte.
Ésta
nos sitúa unos cuantos meses después de los hechos finales de Parásito 1. Durante este tiempo,
Shinichi se ha labrado una reputación como asesino de aliens. Por ello, la
mandamás de los invasores decide emprender una campaña destinada a acabar con
él como último paso antes de tomar el poder en el país. Mientras sus
subalternos trabajan (y mueren) para conseguirlo, ella explora en qué consiste
ser un humano, pues no entiende el ansia de vivir que muestran casi todos, muy
diferente del pragmatismo insectil que muestran los aliens. Por su parte, el
segundo al mando está harto de seguir las órdenes de una blanducha que no está
por la labor de arrasar la humanidad a sangre y fuego, por lo que ultima un
golpe de estado.
A
primera vista, el planteamiento parece tentador (dentro de los cánones
esperables), especialmente cuando suele ocurrir que las segundas partes consisten
en coger lo que mejor ha funcionado de la primera parte y engrandecerlo. Sin
embargo, aquí parece haber pasado lo contrario.
La
película prescinde en gran manera de la acción desmadrada, limitándola a un par
de explosiones de destrucción no demasiado lograda, con peores efectos
especiales, coreografías desganadas y una puesta en escena bastante más cutre
que su predecesora. Además, los devaneos filosóficos cogen mucha cuota de
pantalla, gastándose más de una hora en flipadas a lo Sun-Tzu sobre el deber
del comandante, el ser humano como verdadero virus destructor de la Tierra y
otras zaranganadas sobre el sentido de la vida. Por consiguiente problema de
ritmo, que se vuelve excesivamente pesado, sin que la escasa acción contribuya
a remediarlo.
Encontramos
también numerosos errores de continuidad, con personajes que aparecen y
desaparecen, teletransportes extraños según cambia el plano, menciones a
diálogos que no hemos visto y otros erráticos cambios de personalidad.
El
elenco actoral, que ya mostraba limitadas capacidades, no contribuyen a
levantar el irregular guión de la película, fracasando especialmente cuando
ésta intenta tomarse en serio a sí misma. Se pierde cualquier asomo de la
gracia gamberra que convertía a Parásito en
un proyecto simpático y, cuando se les exige algo más a sus actores, se
comprueba que éstos no dan de sí.
La
única escena que se podría destacar de toda la película es la escena de sexo
entre dos de los protagonistas. Creo que se trata de la primera vez que veo un
“orgasmo femenino” en pantalla en que la japonesa parece disfrutar con ello en
vez de chillar como una rata o avergonzarse de lo que está sintiendo. Para que
esto sea lo destacable, os podéis imaginar el resto…
No
es que fuera con unas grandes expectativas, pero la decepción ha sido gordota.
Lo que venía siendo una propuesta simpática, supliendo la absurdez y la falta
de medios con cierto cariño gamberro, se ha transformado en un proyecto
aburrido con extrañas ínfulas de grandeza que no llevan a ningún lado. Al
final, la película no sabe si ser seria, chorra, gore o romántica, con lo que
fracasa en casi todo lo que intenta.
Nota:
1
Nota
goodreads: 5.6
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