Quizás
es porque tenía ganas de resarcirme después del mal sabor de boca que me dejó
la última película Marvel, pero había ganas de ponerse una comedia que
funcionara estupendamente. De entre sus posibilidades, lo que mejor se me pasó
por delante fue volver a ver una de las comedietas más locas del mejor Woody
Allen, que toquetea el cine de Hitchcock pasándolo por su particular filtro.
Pues
esto es una señora algo madura, bastante pijilla y muy aburrida que cree ver a
su vecino acabar con su mujer. Asustada, lo cuenta todo a su neurótico esposo,
que no está por la labor de ponerse a investigar. Como ella no se ha quedado
tranquila, decide liar a su candidato a amante para jugar a los detectives, lo
que provocará una serie de enredos de lo más loco, especialmente cuando los
celos obliguen al atribulado marido a ponerse también manos a la obra. A su
manera, la investigación progresa en una trama en la que nada (y todo) es lo
que parece.
Así
pues, partiendo del armazón de un thriller que bebe mucho de La ventana
indiscreta, Woody Allen toquetea lo que necesita para convertir el film en una
comedia loquísima en la que se suceden los diálogos ingeniosos, las situaciones
improbables y la lógica más aplastante empleada de la manera más absurda. La
maniática personalidad de unos personajes muy bien trazados provoca un buen
puñado de sucesos inesperados, formando un rompecabezas un poco raro que uno
sabe muy bien qué va a ser, pero que no puede evitar disfrutar su montaje.
Gracias
al tremendo arsenal de diálogos llenos de miga y a las aristas que presenta
cada personaje, los actores tienen ante sí un caramelito que aprovechar. Se
esfuerzan sobremanera para dar vida a unos personajes inolvidables, destilando
una química inusual, sólo al alcance de un elenco en estado de gracia. Diane
Keaton, Alan Alda y el propio Woody Allen, están todos magníficos.
El
guión no sólo contiene una profusión de diálogos certeros sino que Allen le ha
metido una crítica al pijerío neoyorkino (del que él siempre ha formado parte),
siempre centrado en veleidades intelectuales y tan aburridos que se “inventan”
un asesinato para así tener algo en que entretenerse. Aprovecha también esta
parodia para dejar claro cuánto sabe de estos temas, metiendo dentro del guión
referencias de actores (Astaire, Bogart), directores (Welles, Wider), películas
(Perdición, la dama de Shanghai), además de pedradas gratuitas a escritores
(Joyce), pintores (Monet) y alguna frase famosa sobre invadir Polonia. Lo más
curioso es que esta tonelada de guiños están tan bien metidos dentro de los
diálogos que no chirrían en ningún momento. El profano no nota nada extraño en
la construcción de las frases y disfrutará como un cosaco de los chistes,
mientras que el cultivado en estas cosas veredes se lo pasará como un enano
reconociendo todo el chillón de referencias que hay ahí metidas.
Me
resulta curioso que una película tan redonda, que exige una gran atención por
parte del director y una mirada tan optimista del mundo se produjera justo
durante el divorcio con Mia Farrow. Justo acababa de salir inocente del juicio
por abusos y necesitaba un proyecto ligero con el que desconectar y divertirse.
Y vaya sí le salió bien. Quizás por las ganas de centrarse en el trabajo por un
tiempo, nos brinda un thriller en el que estás en tensión para saber qué
demonios ocurre, mientras se te bombardea a chistes por todos lados,
demostrando una brutal inventiva a la hora de crear escenas tan inusuales como
certeras (la escena del ascensor, las amenazas telefónicas o la excéntrica
declaración policial).
Dos
horitas de la mejor comedia mezclada con un thriller que bebe de los maestros,
con unos actores en estado de gracia y unos diálogos impagables marca de la
casa. Esta delicia llena de buen rollo se pasa como un suspiro, conformando una
de las comedias más desternillantes y redondas del particular director
neoyorkino.
Vamos,
que se nota que me ha encantado la película, ¿no?
Nota:
9
Nota
filmaffinity: 7.8
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