Este
libro es uno de los míticos que había en la librería de mis padres, una gastada
edición de 1965, con las hojas amarillentas y ese aroma a libro viejo que tanto
me encanta. Alguna vez lo había tenido entre mis manos, pero nunca me había
puesto con él. No sé si es que le tenía respeto a la famosa obra, o porque
sonaba demasiado de otra época o por qué, pero tuve que esperar a la CLO
(gracias Alies) para ponerme a leer el libro.
Título: Rebeca
Autor: Daphne du Maurier
Traducción: Fernando Calleja
“Anoche volví
a soñar que iba a Manderley...
La novela
empieza en Monte Carlo, donde nuestra heroína se ve sobrepasada por la osadía
del viudo Maxim de Winter y su inesperada propuesta de matrimonio. Huérfana y
trabajando como dama de servicio, apenas puede creer su suerte. Es solamente
cuando llegan al majestuoso castillo cuando se da cuenta de la sombra que
permanecerá ominosa sobre sus vidas, como un mal persistente que amenaza con
destruir su matrimonio desde la tumba.”
Por
decirlo de alguna manera simple. No es que sea uno de los mejores libros que he
leído a raíz de la CLO, es uno de los mejores libros que he leído en mi vida.
Así de simple, es lo que es. El que disfrutas acurrucado bajo una manta, al
lado de la chimenea, con un té caliente bien dispuesto. El que adoras mientras
las persianas resuenan con el golpeteo de la lluvia. Ese que te mantiene toda
la noche en vela, mientras un escalofrío te recorre la espina dorsal (pero un
escalofrío bueno) mientras lees.
Empezamos
por el espectacular retablo de personajes, esculpidos con mimo mayúsculo.
Empezamos
por la protagonista, de la cual
nunca llegamos a conocer el nombre. Tímida e intentando siempre pasar
inadvertida, se siente indigna de convertirse en la Señora de Winter. Como dice
ella misma, “No tenía el orgullo, no tenía las narices. Apenas había salido al
mundo.” Tiene un síndrome del impostor de campeonato que complica todavía más
cada uno de sus actos: no se acaba de creer que alguien como Maxim pueda
quererla, queda abrumada ante la majestuosidad de su nueva vida, se siente
incapaz de ordenar nada ante un servicio del que justo antes formaba parte y,
sobretodo, no puede luchar ante la figura que debe sustituir, esa Rebeca de la
que todos hablan maravillas. Con el transcurrir de las páginas, vemos a nuestra
heroína sufrir de todas las maneras mientras, poco a poco, va aprendiendo a
convivir consigo misma y soportar todas las comparaciones. Poco a poco,
empezará a comprender que ella también tiene derecho a ser feliz, a pesar de
todo.
Su
marido es el riquísimo Maxim de
Winter. En un primer
momento parece mostrarse como alguien que se aprovecha de su edad, su
experiencia y su estatus social para impresionar a nuestra heroína, sin que
acabemos de comprender sus intenciones. Posteriormente, pasaremos a conocer a
un hombre hosco, incapaz de tratar con una mujer que tan pronto parece querer
como no soportar. Con el paso de las páginas veremos que arrastra oscuros
traumas y secretos del pasado que, de alguna manera, le impiden pasar página y
permitirse querer a alguien sin remordimientos.
La
casa, esa Manderley de la que habla el resumen de la contraportada, está a
cargo de Miss Danvers, el ama de
llaves. Una mujer entrada en años, severa e inflexible, con un punto siniestro
que parece hacer bajar la temperatura de todas las páginas en las que aparece.
Por alguna razón, odia con ahínco a nuestra heroína, buscando a cada momento la
oportunidad de ridiculizarla y hacer patente lo fuera de lugar en que se
encuentra, como si quisiera echarla del hogar. Pocas veces he encontrado un
personaje tan odiable y retorcidamente malvado sin hacer nada “fuera de lo
normal” (ejem, Annie Wilies, ejem).
Y
Rebeca, oh Rebeca.
Re-be-ca. Sorprende como un personaje que está muerto al inicio del libro y que
no hace nada en ningún momento (no hay nada sobrenatural aquí) se vuelva una
presencia tan omnipresente. Pareciera como si el espíritu de la mujer
impregnara cada pared de la casa, cada árbol del jardín, obsesionando a su
viudo y convirtiendo la vida de la nueva Mrs. De Winter en un infierno. Es a
través de su misteriosa figura que radica el conflicto central de la novela,
pues nuestra heroína debe explorar tanto la mansión como sus terrenos para
comprender los eventos del pasado, esos secretos que interfieren con su
posibilidad de aspirar a la felicidad.
Ahí
radica la belleza mística de Manderlay. La extraordinaria mansión, con sus
extensísimos jardines, su puerto privado y su vasta colección de caminos se
torna una ominosa prisión para la protagonista. Se trata de un lugar que está
vivo para el lector, siendo particularmente delicioso ver como se despliega
ante ti, descrito por una persona que está experimentado su presencia (e
intentando hacerse con Manderlay) por primera vez. Uno de los mayores placeres
culpables de las novelas góticas de la época es la descripción de una magnífica
y vetusta mansión, y aquí tenemos una descripción tan rica, tan precisa en
detalles que puedes fantasear sobre lo maravilloso (y escalofriante) que sería
vivir en ella. Manderlay es uno de estos lugares que no existen más que en el
alma del lector, pero que una vez se instala, se queda allí para toda la
vida.
La
trama que se desarrolla en el libro ha sido copiada posteriormente tantas veces
que no puedo sino ser buena. Te sientes muchas ganas con ganas de animar a
nuestra heroína para ganar confianza mientras empieza a creerse su papel,
viendo como Mrs. Danvers pierde influencia, y con ella, la hechizante presencia
de Rebecca. Y claro, justo cuando las cosas empiezan a ir bien, las cosas empiezan
a ir MUY mal.
Esto
nos lleva a su final, en el que se ejemplifica la necesidad de tener que vivir
con la culpa a tus espaldas (o no), haciendo hincapié por los sacrificios que
hacemos y dejamos de hacer para ser felices (o poder simplemente, vivir un día más).
SPOILER. En el prólogo,
parecen vivir de hotel en hotel. Ambos parecen una pareja consolidada,
compuesta por seres que han sufrido demasiado y que ahora se limitan a
pasatiempos banales para pasar el día sin pensar. Incluso aunque la mujer que
nos narra la historia –lo descubrimos luego, apenas ha pasado los treinta.
¿Puede esto considerarse felicidad? Esta pregunta me persiguió en todo momento
mientras leía el libro, y ahora de vez en cuando afecta mis variables
impresiones sobre sus temas. Me pregunto ahora, escribiendo estas líneas, ¿cuál
es el destino final del narrador? ¿Consiguió tener algún tipo de felicidad,
aunque modesta, al haber triunfado sobre la dominante Rebeca, teniendo por fin
a Maxim –ay, sus pecados- para ella sola? ¿Se ha resignado a aceptar las vacuas
normas sociales y la tonta rutina contra la que Rebeca –a pesar de sus pecados-
se rebelaba? ¿O es feliz porque, a su manera, domina a Maxim, de una manera que
Rebeca nunca pudo? Sea cual sea la respuesta, ¿no es esta felicidad inferior a
la que una vez mostró cuando, brevemente, creyó que era la señora de Manderley,
después de exorcizar el fantasma de Rebeca, antes de que su mundo ardiera en
llamas? FIN
DEL SPOILER
Si
eres fan del misterio, del romance, del terror o de los thrillers con toques
sobrenaturales, este libro es una lectura deliciosa.
Sorprende
cuanto puede dar de sí, la de veces que puedes volver a una página al azar y
descubrir un detalle nuevo que se te había pasado por alto en una lectura
anterior. Sorprende cuánto puedes llegar a conocer a un personaje que ya está
muerto desde la página cero. Sorprende cómo puedes llegar a querer y desesperarte
por una heroína de la que no conoces ni el nombre.
En
conclusión, podemos decir que éste es uno de los mejor libros que he leído. Manderley,
Rebeca, sus giros, el climax y el desenlace… soberbio en todos sus detalles.
Nota: 10
Nota goodreads: 4.23/5
Una gozada de libro ;)
ResponderEliminarImaginaba que te haría gracia :p
EliminarUn saludo
Mt