No recuerdo otra película/saga que recibiera tantas ostias como la de El Hobbit (bueno, quizás La calavera de cristal). Fue alucinante.
Todos se pusieron de acuerdo en ponerla a parir. Aunque las películas de
Jackson no eran precisamente buenas, las críticas eran demasiado feroces y
aparecían por todos lados. Se puso de moda meterse con ella y era lo
obligatorio para estar a la última. Ahora que ya ha pasado un tiempo, he vuelto
a repasar la trilogía (sí, uno es un rato masoquista) para poder apreciarla más
allá de hypes y entender por qué se armó un revuelo de tal calibre.
Y es que con el fan hemos topado. La Tierra Media es una de las vertientes
del frikismo con más adeptos y uno de los Universos que menos elasticidad
presenta a las herejías. En aquel momento se conjuntaron todos los
condicionantes del proyecto para generar expectación e irritar a todo aquel que
apreciase las aventuras de Tolkien. Inicialmente la elección de Peter Jackson
parecía perfecta tras su esplendorosa trilogía de LOTR, ¿quién mejor que él
para trasladar una de las aventuras más queridas de la Tierra Media a la gran
pantalla? Molaba. Sin embargo, a medida que iban trascendiendo datos sobre el
film, el mosqueo empezaba. ¿Tres películas? ¿Desde cuando un librito para niños
daba para tanto? Era precioso y fantástico, pero ni llegaba a las trescientas
páginas. Luego la imaginería. Esos enanos eran… poco enanos. Ahí, contentando
al fan de la mejor manera, NO respetando el trasfondo, pero bueno… había fe en
Jackson y la primera película llegó.
Un viaje inesperado se estrenó con los fans afilando las uñas para ver las afrentas perpetradas
por Jackson. Y estos fueron los que menos motivos tuvieron para quejarse. A
pesar de las pintas raras de los enanos, Jackson cogía el tono ligero del libro
y lo pasaba a la pantalla llenándolo de aventuras, canciones y unos toques de
épica bien encontrados. Las críticas vinieron de los profanos a la obra, que
esperaban un nuevo Señor de los Anillos y eso es algo que El Hobbit no podía dar de ninguna manera. Las críticas arreciearon:
que si era aburrida (sí, era algo lenta), que si se saltaba el libro a la
torera (se inventan un par de cosas, pero lo importante estaba allí), que los
enanos CANTABAN (sí, lo habían hecho siempre), que Radagast era un colgado (sí,
lo había sido siempre)… En muchos casos, criticar por criticar. Un viaje inesperado arrastró mala fama
desde antes siquiera de estrenarse, para a continuación ser destripada sin
piedad cuando era una película de aventuras bien parida, que adolecía de un
ritmo algo lentillo, pero estaba rodada con todo el músculo técnico disponible
y trasladaba a la perfección el Universo Tolkeniano. Polémica gratuita para una
película que no lo merecía en demasía.
Pasado un año, llegó La desolación de Smaug. Los espectadores parecían ávidos de lanzarse a las salas, verla y
luego ponerla a parir. Toda una competición para generar el insulto más
imaginativo. En cuanto a la película en sí, demostraba ser muy irregular. Las
grandes escenas del libro estaban magníficamente reflejadas. Hubo medios y se
gastaron bien. Los Acertijos en la
oscuridad, el primer descenso a la
Montaña o Los jinetes del barril
son una pasada. Eran escenas que me moría por ver y que se trasladaron con un
amor y un mimo precioso, Jackson no se olvidó de ninguno de los momentos
trascendentes. El problema venía cuando además tenías hora y media de
invenciones varias. Entiendo que una adaptación es una adaptación y hay espacio
para meter un poco de baza, pero parece que el guionista le dio bien a la coca
y saltó a la palestra con un puñado de improbabilidades trasfondísticas que no
tenían sentido para el profano, ofendían al iniciado y confundían a todo el
mundo. Es decir, mientras los puntos clave se trataban con respeto, el resto de
la película no tenía más que fuegos artificiales aleatorios. Tralla, tralla y
más tralla sin mucho sentido. Evidentemente, los actores no tenían mucho que
hacer o decir más que saltar de un lado a otro, convertidos en marionetas poco
inspiradas delante de un croma.
Aunque era francamente mejorable, el conjunto se podía defender como
película simplemente floja. Algunas cosas estaban MUY bien y otras estaban MUY
mal, pero eso a la crítica le daba igual. Más allá de algunos sitios serios, en
casi todos lados se encontraban reseñas hechas con odio y saña (unos pocos la
defendían con uñas y dientes, ensalzándola a pesar de sus descomunales
errores). Los escritores parecían encontrar un malsano placer al ponerla a
parir sin tener motivos para destrozarla TANTO. Pero oye, llenó salas y salas
de gente que parecía querer torturarse con algo que luego declaraban odiar. Hay
gente para todo.
El romance ni lo comento. Los productores deberían callarse antes que
ponerse a diseñar películas.
Mientras esperábamos la tercera entrega, los fans empezábamos a entrar en
pánico. No tanto por el gigantesco escozor que dejaban las patadas al trasfondo
como al hecho de que apenas quedaban diez páginas de libro. No se había
relatado la batalla de los cinco ejércitos (que Tolkien despacha en una página)
ni la redención de Thorin antes de la conclusión. ¿Cómo se iba a llenar tres
horas con ello? La batalla de los cinco ejércitos pintaba cada vez peor. Muchos –yo entre ellos- temíamos ver qué
habían hecho con la Tierra Media. Hordas de espectadores se agolparon en las
taquillas para, ahora sí, no dejar títere con cabeza. Especialmente cuando no
había nada rescatable (pero nada). Aun así, debo reconocer que, pasada la
estupefacción inicial, entendí que estaba viendo una película de Warhammer
Fantasy, apagué el cerebro e incluso disfruté con el despliegue de toñas sin
sentido en torno a un guión con más agujeros que un queso Gruyère. Si nos
parábamos a analizarla, era grotesca. Una gigantesca flipada sin sentido más
allá de puro fuego de artificio que requería hacerse el tonto con los –muchos-
errores de guión y de continuidad.
Entre que la gente le tenía muchas ganas y la película era realmente mala,
la cantidad de gente soltando bilis y despotricando sin freno sobrepasó
cualquier medida. Nunca había visto –ni he vuelto a ver- un linchamiento de
este calibre. No tengo palabras para describirlo. Y arrasando en taquilla,
oiga. A saber la cantidad de espectadores que fueron al cine para amargarse y
poder luego lanzar mierda.
Si nos basamos en los datos que han trascendido sobre la producción, parece
que Jackson quería hacer dos películas. Una vez empezado el rodaje, desde producción se obligó a que fueran tres
películas, que había que ganar dinero, y debía incluirse un romance
interracial, que así las mujeres podían ir a ver la película (¡). Guillermo del
Toro, que era el responsable inicial del guión, fue expulsado del proyecto y éste
totalmente reescrito. Entre otras cosas, para evitar queque
las primeras películas quedaran sin antagonista(¿), se añadió al Orko blanco. Jackson, aceptó a
regañadientes, pero desentendiéndose de
cualquier decisión y limitándose a tirar para adelante. Los actores se
contagiaron del pasotismo y ya tuvimos el kit completo para el desastre. A posteriori, es fácil comprobar lo que suele ocurrir cuando los productores quieren
meterse en un producto para “añadirle más comercialidad” atendiendo a extraños criterios económicos. Está claro que
Jackson podría haber presentado más batalla para defender nuestro su
juguete, pero cuando la chequera se llena de ceros es normal que las exigencias
se vuelvan bastante más “flexibles”.
¿Qué hubiera sido de las películas sin tantos problemas de rodaje? Quién
sabe qué engendro habría brotado de las pajas mentales de este director tan
particular. Se hace difícil pensar un peor
resultado, pero estoy seguro que Jackson se lo habría tomado como un
desafío.
La primera película capta bien el ambiente ligero de El Hobbit y da lugar a buenas aventuras y escenas espectaculares
con algunos altibajos en el ritmo. Sin embargo, la saga se hunde con ganas a
medida que avanza la historia. Cada escena inventada en La desolación de Smaug no es sólo una puñalada al trasfondo, sino
un traspiés a la hora de generar un ritmo o provocar interés al espectador. No
digamos ya La batalla de los cinco ejércitos,
que es puro cachondeo.
En fin, una oportunidad claramente perdida que empezaba muy bien y luego se
hunde. Ahora bien. ¿Merecía todos los palos que recibió? Pues no. No dudo que unos cuantos si debía llevarse, pero la somanta fue histórica.
Como nota aparte para los puristas, unos frikis cogieron el metraje total
de la trilogía y tijeretaron todo lo que no forma parte de la obra literaria,
dejando una película que dura algo más de tres horas y está la mar de bien.
Aquí tenéis el link por si queréis reconciliaros con Tolkien:
Notas: 6,4,2
Notas filmaffinity: 7.0, 6.8, 6.4 (al final parece que el tiempo está tratando bien a Un viaje inesperado, la nota ha subido
con los años y todo).
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