Tarantino es todo un bastardo. Que jodío el tío.
La película nos cuenta que durante la IIGM se crea un
escuadrón de judíos cazadores de nazis que tiene aterrados a los soldados
alemanes. Descubren la posibilidad de matar a Goebbels en el estreno de una película
y van a por ello, pasando por encima de todo y de todos. Mientras tanto, Shosanna, que ha visto como los alemanes matbaan
a toda su familia, trama su venganza contra el ministro de propaganda. Los dos
planes, unidos en su despropósito, colisionan en un atentado en que la propia
vida de Hitler peligra.
Parece que el director más excéntrico e inclasificable de
Hollywood le ha dado por el cine bélico. Mm… ¿Bélico? ¿Seguro que es bélico? La
primera hora de película está salida de un western de John Ford con algunas
escenas de spaghetti-western, situado en la IIGM y con el humor gore y salvaje
de Quentin. Luego, la cosa sigue sin ser bélica, ya que, aunque esté Hitler por
medio, se mantiene con un pie en el thriller y otro en la comedia absurda y
disparatada. Hace tiempo ya que Tarantino ha demostrado que le gusta romper
moldes. Por si sus diálogos extraños, eternos e impagables, su gusto por la
violencia desmedida desternillante y su original sentido estético al construir
las escenas fuera algo ya común, parece que se está dedicando a jugar a mezclar
géneros y a transgredir las normas que se usan para hacer películas. Coge la historia, hace
con ella lo que le da la gana ¡Y encima le sale bien!
La película empieza con una escena en una cabaña que dura
veinte minutos. Un diálogo totalmente teatral, realizado en tres idiomas -los
juegos de lenguas tienen mucha importancia a lo largo de la película. VEDLA EN
VOSE- que te deja con el culo pegado al asiento. Luego, tienes una hora de
western para desembocar en el inicio de una historia de espías que concluye con
un diálogo de veinte minutos en un bar francés que, aunque no añade nada a la
historia, está lleno de una tensión y unos diálogos impagables. Tanto el Akinator como el desenfunde
pistoleril Made in Tarantino son…No diría al alcance de muy pocos, porque nadie
es tan estúpido, loco y genial para rodar una escena innecesaria tan bien como
él. Toda la hora final de desenlace en el cine es un despropósito delirante y
deliberado. Tiene poco sentido, se le va la castaña y manda la historia a tomar
viento, ¿y qué? ¿Acaso esperabas que este hombre fuera a hacer algo normal?
Entre todos estos juegos -y su típica división por
capítulos- encontramos una cantidad enorme de referencias cinéfilas: El
discurso inicial de Aldo casi salido de una película de John Huston, la caza de
cabelleras, la presencia de Winnetow y King Kong, Brad Pitt imitando a Marlon
Brando, el psicópata que sólo quiere leche, el cine como unión de culturas (mas
o menos) y el lírico final tan pasado de vueltas son cosas difíciles de ver
juntas en una película que no sea de este hombre.
Finalmente, pero no por ello menos importante, el
degenerado villano Hans Landa destaca sobre todas las cosas. En una actuación
memorable, Christopher Waltz compone a un malvado cazador de judíos que roba
cada escena en la que aparece. Consigue que su personaje sea inteligente y
efectivo, desprendiendo un aura de depravación y locura difíciles de olvidar. Es
capaz de ponernos los huevos de corbata en una escena y sacarnos una carcajada en la siguiente frase. Es que es genial hasta haciendo algo tan simple como comerse un
pastel con nata... El resto del elenco no lo hace nada mal, con un Brad Pitt
autoparódico muy estimable, pero ninguno a la altura de Christopher Waltz y su
delirante Landa.
El particular estilo de Quentin puede desagradar. La
película muestra poco respeto por la tragedia de la IIGM, realizando casi una
película de género y no pseudohistórica. Se mea y desternilla en los hechos
históricos y se pega gustazo tras gustazo cada cual más fantasma. Ofende, mucho
y con ganas, y convierte la IIGM en un videojuego. Pero técnicamente es
magistral, cada escena está trabajadísima y cada canción muy bien escogida. Tarantino
nos ha regalado (mas bien, se ha autorregalado) una obra a la altura de
Reservoir Dogs y Kill Bill en cuanto a calidad. Muy grande, en cualquier caso.
Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.7
Nominada a mejor película, director, guión, montaje, sonido
y se llevó el Oscar a actor secundario (Waltz). La calidad de Tarantino se ve
reflejada en la cantidad de nominaciones. Y un Waltz inconmensurable que se
lleva un merecido Oscar.
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