Título: Sin cobertura
Autores: Jordi Bordas y Eduardo Martín Pozuelo
“Cuando Estados Unidos
decide unilateralmente invadir Irak, esgrime dos razones: que Irak posee armas
de destrucción masiva y que apoya a Al Qaeda. Para comprobar su veracidad, los
Servicios de Inteligencia de todo el mundo despliegan sus agentes de espionaje.
En España, Sebastián Villanueva, jefe de Inteligencia Exterior del CNI y máximo
responsable del Servicio de Información de Oriente Medio, pulsa su red de
colaboradores iraquíes. Rodeado de fuertes presiones nacionales e
internacionales, y en una frenética carrera contra el tiempo, descubre la
falsedad e informa al Gobierno para detener la participación española en el
conflicto. Pero las motivaciones políticas hacen inútiles todos sus esfuerzos
y, tras la Cumbre de las Azores, el mundo asiste perplejo al estallido de la
guerra. Ya en pleno conflicto, la red de colaboradores iraquíes al servicio del
CNI reclama que no se les abandone a su suerte en Irak -sin cobertura- y
Sebastián les promete ayuda. El Gobierno, sin embargo, le pone trabas para
cumplir su promesa… una decisión que dispara la tensión y enciende los deseos
de venganza. Y lo más terrible: la semilla de la mayor tragedia ocurrida en
suelo español ya está plantada y sólo es cuestión de tiempo…”
Éste es uno de esos casos en que el resumen de la
contraportada se excede en su tarea, ya que te cuenta todo el libro. No
obstante, hay que tener en cuenta el hecho de que todo el mundo (casi) conocerá
los hechos principales que cuenta la novela. El libro empieza tras la “extraña”
invasión a Perejil y acaba con las consecuencias derivadas de la participación
de España en la guerra de Irak.
Como planteamiento -contemplar todos los hechos desde el
punto de vista del CNI-, el libro es original y funciona durante sus primeras
páginas como una aceptable historia de espías. No es nada habitual encontrar
una novela de espías al típico estilo Forsyth o Clancy realizada en España.
Es necesario remarcar el hecho de que el libro no intenta
en ningún momento “destapar la verdad” ni “asegurar que sucedió así”, aunque
probablemente haya cosas ciertas. Simplemente es un ejercicio de política
ficción, contando una historia conocida desde un punto de vista diferente. Es
verdad que seguro que hay una gran tarea de investigación a la hora de diseñar
la forma de funcionar de los servicios secretos, pero no se aprecia intención
alguna de desvelar secretos.
El mayor problema al que se enfrenta la novela es el hecho
de estar escrita en lenguaje periodístico, alejado del estilo novelístico habitual. Esto provoca que todas
las cosas que pasan están contadas en un tono muy detallista,
abrumador en datos y absolutamente falto de ritmo. Además, cada vez que aparece
un personaje nuevo, se detiene la acción durante un par de páginas mientras el
autor te hace un resumen de su biografía. Esto ocurre incluso cuando el
personaje no vuelve a salir en todo el libro. No pasa nada -ejem…- si estás
interrupciones se producen en las primeras páginas del libro, pero que a
treinta páginas del final te entretengas en decirme qué carrera (y en qué
Universidad) estudió un personaje que no ha salido ni volverá a salir… pues
bueno, no es lo mejor para la historia.
En cuanto a los personajes, hay dos perfiles distintos:
Tenemos a Salvador Villanueva y a su gente: Salvador es el
jefe de los servicios secretos para Oriente Medio y tiene un equipo a su cargo.
Es inteligente, justo, buen investigador y consciente de sus deberes. Intenta
siempre realizar su trabajo a la perfección y proteger a su país sin importar
quién esté al mando. Eso sí, siempre consciente de sus deberes y de respetar la
cadena de mando. Se preocupa de sus hombres, todo lo hace de buena fe… Vamos,
un dechado de virtudes. El trabajo de caracterización está bien hecho y el
personaje, a pesar de su esxagerado buenismo, está bien construido, pero es
imposible diferenciarlo de ninguno de los hombres a su cargo -cortados por el
mismo perfil-, ni de otros agentes de otros servicios secretos que forman parte
de “los buenos”. Son todos iguales. Para darles un poco de personalidad, los
autores dicen dar cierta particularidad a cada uno de ellos. Los autores te destacan
-y te recuerdan casi cada vez que pueden- que Margarita es de deducciones rápidas,
que Miralles es de un humor muy agudo, o que Sergio es dado a los exabruptos…
Pero en ningún momento les vemos hacer el más minimo uso de esas cualidades. Además,
oficialmente, Salvador se lleva mal con todos los agentes de otras
organizaciones pero, -¡oh, que casualidad!- por causas mas o menos peregrinas,
es amigo o enemigo secreto de todos y cada uno de ellos -sin excepción- y
siempre por cosas similares. Si este recurso se usa una vez queda bien, ¡pero
es que se usa como unas veinte veces!
Por otro lado tenemos a Pato Borrego, director de CNI, que
es un ser repulsivo, racista, chabacano y cutre, cómo salido de una película de
Torrente. Cree a pies juntillas todo
lo que dicen los yanquis y, a pesar de todas las evidencias en contra de esa
opinión, no tiene ningún asomo de duda. Al principio, puedes creer que es por
simple desconfianza, pero posteriormente te das cuenta de que no le importa lo
que digan sus subordinados. Está a favor de los yanquis y le da bastante igual
cuál es la verdad, simplemente quiere que ganen para tener su porción de
gloria. No es que sea mala persona o tenga ansias de grandeza, simplemente, es
idiota. De la misma manera que todos los “buenos” están cortados por el mismo
patrón, todos los “malos” -esto incluye a todos los yanquis y miembros del PP-
también lo están. Son abiertamente estúpidos, ignorantes, tramposos y
orgullosos de su ¿estupidez?
Durante el libro, vamos viendo las diversas actuaciones del
PP en sus dos últimos años de legislatura. Se puede discutir el acierto o el
desacierto de las mismas -invasión de Perejil, Prestige, Gescartera, Iraq, “ha
sido ETA y quién diga lo contrario es un miserable”- pero en el libro se
produce una demonización gratuita de los políticos del PP. No la cagan por
estar equivocados, ser incompetentes o obedecer a un “bien superior” -bueno,
Aznar quizás esto último…- sino simplemente por ser idiotas. El libro deja
claro que saben que sus decisiones son incorrectas y que la van a cagar, pero aún
así las hacen con toda su energía. Entonces, cuando las cosas salen mal, es
culpa de los “buenos” por… esto… porque son los “buenos”.
Además de tener un ritmo lento, un estilo farragoso y “dos
personajes”, al libro también le pesa su previsibilidad. A todo el que conozca
un poco la historia reciente de España sabrá punto por punto que va a pasar en
cada momento. Esto unido a que cada “problema” se resuelve siempre de la misma
manera hace que el libro se vuelva cansino y repetitivo. ¿Transmite tensión el
libro? Durante las primeras cincuenta páginas, sí. Luego se vuelve machacón y
aburrido.
Celebro y alabo la pretensión de crear una historia de espías
en España. El punto de partida es original y no discuto que haya un buen
trabajo de investigación, pero los defectos pueden demasiado y el resultado es
un mal libro.
Nota: 2
Dios padre todo poderoso paso por aqui
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