No mucho tiempo
después de la tercera
parte, seguimos con Rocky, entrando ya en su cuarta entrega.
Ya llevamos cuatro
películas y nos encontramos ante la película más tonta de lo que llevamos de
saga. Rocky ya ha peleado contra todo rival posible, así que ya sólo le queda
“ir al Espacio” para encontrar un nuevo desafío. Como estamos hablando de Boxeo
en vez de coches tuneados, hay que llevarlo a la URSS para luchar contra el
enemigo soviético en su casa (que la época es la que es).
La película abandona cualquier intención de mostrar un combate realista (ejem) como habíamos visto previamente (ejem ejem), abrazando con mucha alegría el cómic para dar lugar a una historia de propaganda antisoviética de primer nivel. De la psicología del éxito, del concepto del esfuerzo para aprovechar las oportunidades, o del resto de trasfondo sobre la BIDA que veíamos fuera del cuadrilátero, ni noticias. Como mucho, y ya es estirar, las dos veces que se menta la incapacidad de Creed y Stallone de aceptar que se hacen mayores, que su tiempo ya pasó y deben dejar paso a nuevas generaciones (que Cars 3 desarrolla mejor, lo que ya es decir). Aquí hemos venido a ver tortas, y tortas vamos a ver, con unos malos malosos de lo más malvadisísimo, pues los soviéticos no pierden un segundo para hacer trampas y demostrar con su arrogancia que sólo les faltan cuernos y rabo para ser el mal encarnado (jus, ¡que demonización tan gratuita que se gasta!).
Teniendo esto en cuenta, ¿la película es aburrida? Ni por asomo. Es bien consciente de que tiene mucho menos que contar que sus hermanas mayores y se enorgullece de ser un entretenimiento deportivo que toca –con cierta habilidad- todos los tópicos del género, ofreciendo 90 minutos bien aprovechados en una trama que sabe durar exactamente lo que debe durar.
La base de la película estriba en el estupendo carisma de los dos protagonistas: Tanto Sylvester Stallone como Dolph Lundgren saben hacer que les cojamos cariño y nos importe ver a estas montañas de músculos atizándose a gusto. El contrapunto entre ambos, entre el robótico entrenamiento científico de Ivan Drago y el artesanal, honesto y hasta cierto punto, anacrónico, de Rocky Balboa está muy bien diseñado para motivarnos a darlo todo y salir de la película con ganas de comernos el mundo.
También contribuye al espectáculo una banda sonora que se gusta mucho a sí misma, con todas las canciones que se han hecho míticas atronando para que deseemos ponerla cuando nos vayamos al gimnasio.
Fastidia un poco que
se elimine cualquier tipo de subtexto de oportunidades perdidas, reflexiones
sobre el éxito o cultura del esfuerzo. Aquí tenemos toñas como panes como
motivación última sobre la película (y vaya si las tenemos). USA bueno, URSS
malo, discursito conmovedor al final… No le falta nada.
Con todos sus
defectos, es muy aprovechable para proporcionar 90 minutos de estupendo
entretenimiento. Es una propuesta tontorrona pero divertida, muy consciente de
lo que es y de lo que proporciona: Uno de los combates más míticos de la
historia del cine. Mejor (sin duda alguna) que la tercera.
Nota: 6
Nota filmaffinity: 5.8
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