jueves, 23 de diciembre de 2021

Un domingo cualquiera

Otra de estas películas que llevaba 10 años en mi lista de pendientes y por fin ya tocaba “librarse” de ella. No sé cómo a veces se me acumulan durante tanto tiempo sin prestarles atención.

Un domingo cualquiera se refiere al ciclo que cualquier club deportivo vive semanalmente, con toda su atención centrada en el partido del domingo, en el que el valor de todo el esfuerzo realizado se mide por un resultado, todo para volver a repetir el ciclo la jornada siguiente. Para contar esta epopeya, Stone se centra en el futbol americano, pero podría estar planteado en casi cualquier otro deporte de élite.

Así pues, tenemos un concienzudo retrato de la vida de un club de fútbol americano que ha vivido tiempos mejores, cuyo entrenador empieza a estar cuestionado. Encima, su veterana estrella se lesiona y su sustituto corre la misma suerte. Es entonces cuando del filial surge una fulgurante chispa que debe echarse el equipo a sus espaldas quiera o no, lo que cambia completamente su vida al ser elevado al Olimpo de los elegidos. Por si fuera poco, la dueña del equipo está planteándose su venta, lo que podría cabrear un poquito a los aficionados…

Todo ello se nos cuenta bajo la dirección de Oliver Stone, en un ejercicio muy característico de su forma de rodar. Así pues, tenemos un compendio de excesos por todos lados: el minutaje es descomunal, la puesta en escena muy exagerada, cada palabra es IMPORTANTE, hay miles de detalles que tener en cuenta… Te lo tiene que contar todo y te tiene que contar todo a lo bestia. Además, no se pierde una a la hora de mostrar la cara más sucia del deporte, regodeándose en las juergas de los jugadores, las corruptelas de los politicuchos locales, los tejemanejes intra-vestuario, los extras echados en la sangre de los deportistas, etc. En fin, que todo vale por ganar.

Este gargantuesco esfuerzo permite tener un puñado de personajes que son una golosina para cualquier actor con ganas de lucirse. Por ello, cualquier película de Stone tiende a tener un plantel de bandera, y ésta no iba a ser menos.

Empezamos con el entrenador del equipo, sobre el que gira toda la acción. Al Pacino es el que da vida a un histriónico coach de vuelta de todo, dispuesto a vender a su abuela por ganar el siguiente partido, que lo ha dado todo por el deporte y que se enfrenta a uno de sus últimos trabajos antes de la retirada, que ve con pánico al comprender que nada le espera ahí afuera. Al mismo tiempo, es un estupendo gestor de grupos, comprendiendo qué necesita cada jugador para darlo todo en el campo. Lo dicho, un buen actor para un personaje con el que darlo todo. Especialmente recordable es el discursito final, de los que se ponen en las mejores sesiones de coaching de grupos.

Dennis Quaid, por su parte, da vida a la veterana estrella que está ante una lesión que podría retirarle. Por un lado, disfruta de su papel de jugador maduro que da ejemplo a los demás, por el otro, ve con cierto resquemor que ese jovencito recién salido de la cantera podría sacarle del equipo y no acaba de recibirlo de buen grado.

Este jovencito está interpretado por Jamie Foxx, que estaba ante uno de sus primeros grandes papeles. Un poco como el personaje de Dennis Quaid, es alguien con buen fondo pero que, al probar las mieles del éxito, no puede evitar querer acapararlo y gozar de su nuevo estatus todo lo que pueda. Evidentemente, al ser un chaval, no puede evitar ser un cantamañanas crecidito al ser encumbrado por la prensa.

También tenemos a la otra estrella del equipo, que vive por y para su carrera, importándole tres narices el futuro del equipo mientras él tenga un buen contrato. LL Cool J se queda a gusto interpretando a un egocéntrico lleno de excesos que se hace odiar por todos.

Incluso Cameron Diaz, una improbable dueña del equipo, sobresale en su interpretación de una mujer capaz, pero siempre subestimada por su condición de fémina en un mundo testosterónico.

Y de fondo (y no tan de fondo), todas las fiestas, todos los excesos, todos los mamoneos con la prensa, los médicos… para acabar en un clímax demencial que lleva, simplemente, a la temporada siguiente, como si nada hubiera pasado. Ha girado la rueda y toca volver a empezar.


Se trata de un film que funciona como película deportiva, funciona como documental “tras los escenarios”, funciona como denuncia de un sistema corrupta, pero el esfuerzo de verla resulta agotador. Oliver Stone se siente con muchas cosas que contar y no piensa callarse ni media, embutiendo un chillón de contendido en unos de por sí, dilatados 164 minutos. Verla del tirón deja el cerebro hecho un higo ante el torrente de información que se te arroja. Además, el montaje está lleno de efectismos vertiginosos, con cortes cada tres segundos con el objetivo de no dejarse ni medio detalle de todo lo que ocurre durante un partido de fútbol americano. Es un derroche de estilo apabullante, inconfundible desde el segundo uno, pero el meneo es tan grande que es muy fácil acabar mareado o, cuanto menos, distraerse. Casi 4000 planos en menos de tres horas es una barbaridad. Que sí, que sólo Stone es capaz de planteárselo con visos de éxito, pero sigue siendo una barbaridad.

Grandilocuencia por todos lados, problemas de ritmo que eternizan la película, cansancio del espectador… características propias del prisma del director, que también se caracteriza por su sordidez, de la que encontramos aquí buenos ejemplos. Todo lo que pudiera denunciarse del deporte, se denuncia, siempre de la manera más exagerada posible: los vicios, el desenfreno, las lesiones, los obscenos contratos o las recuperaciones milagrosas. Cosas que ocurren, pero que Stone arrejunta para indignar al espectador que ha conseguido no salir volando de la película.

Aparte de su característica puesta en escena, Un domingo cualquiera destaca también por una banda sonora cargada de rap y música electrónica que casa muy bien con la acción mostrada, a modo de videoclips supervitaminados. Evidentemente, si no es tu género, el desagrado puede adicionarse el de su trepidante montaje.


En mi memoria se trataba de un ejemplo típico de película nominada a todo en los Oscars pero que luego no se lleva nada (o casi nada). Sin embargo, me sorprendí al comprobar que no se llevó ningún tipo de reconocimiento en ese sentido. Me parece que la actuación de Foxx o de Pacino podría ser merecedora de ese nivel, además de, quizás, algo en temas de guión o montaje (que es agotador, pero meritorio), pero mira, a la Academia no le gustó que airearan las vergüenzas del deporte número 1 del país.

Agotadora y deslumbrante, con un exceso de minutos, de diálogos y de temas, profundiza muy bien en los entresijos del deporte de élite, regodeándose en sus miserias y apabullando con un montaje marca de la casa. Goza de unos actores estupendos y muchas (demasiadas) cosas que contar. Un domingo cualquiera es una propuesta muy característica de su creador, con todo lo bueno y lo malo que suelen traer sus películas. En este caso, carga las tintas más de lo que el tema pediría, pero el resultado tiene su interés.

 

Nota: 7

Nota filmaffinity: 6.2

 

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