Y volvemos de nuestro descanso vacacional con una película casi olvidada por una cantidad inesperadamente grande de gente.
Onward tenía que haber sido la película de Pixar de 2020, pero tuvo la “suerte” de ser estrenada una semana antes del confinamiento masivo en Europa y apenas tres semanas antes de que ocurriera lo mismo en EEUU. Aunque se movió como se pudo a plataformas (Disney+ y tal), pasó bastante desapercibida para los cánones en los que habitualmente se mueve el estudio.
Y es que la propuesta no parecía precisamente mala: Nos sitúa en un mundo mágico (o el que nosotros entenderíamos como mundo mágico) con sus elfos, trolls, hadas, etc. en el que, curiosamente, se ha perdido la magia y ha evolucionado a uno similar al nuestro. La magia queda, pues, para los juegos de rol y otras propuestas similares, mientras las dríadas o las mantícoras tienen trabajos comunes como maestras o camareras. La historia se centra en dos elfos criados por su madre. Por el 16º cumpleaños del pequeño de los dos, recibe de su difunto padre un bastón mágico y una gema de poder con instrucciones para hacer regresar a un difunto por un día. Lo que aparentemente es una baratija, es reconocido por el mayor como dos objetos mágicos procedentes del juego Humanos y Mazmorras (o así), lo que provocará que ambos salgan a tener la aventura de sus vidas.
En sí, tiene su gracia. Durante tres cuartas partes de la película, estás viendo una partida de D&D que se ha pasado por un filtro raruno con un universo cambiado. Obvias referencias a nuestra realidad pero toqueteadas con el fin de hacer más gracia. No sé hasta qué punto sería esperable que funcionase, pero a su modo, cumple. Falla al tener un desarrollo bastante infantil cuando quizás la idea inicial pedía algo más de enjundia y un tratamiento más juvenil, con un pelín más de mala leche.
A cargo del proyecto está Dan Scanlon, que ya nos había dado Monsters University. Ahora, con algo más de presupuesto, nos trae una película similar, con una comedia de aventuras algo mágica, que comparte características con su predecesora. Un mundo lleno de vida, que se percibe como sólido, una trama muy ligera que sirve para un buen puñado de acrobacias y chistes y la sensación de que te lo has pasado bien sin estridencias.
Asimismo, la película no defrauda en el tratamiento de los personajes. Los hermanos empiezan no cayéndose especialmente bien, pues no tienen apenas nada en común y, a medida que avanza el viaje, empiezan a reconocer el aprecio que se tienen. Que sí, que es algo que hemos visto mil veces, pero la relación entre hermanos está perfectamente trasladada, lo que no es algo tan habitual. Quizás por ser yo muy parecido al pequeño y mi hermano al mayor, no puedo evitar sentirme bastante identificado con este par de locuelos.
Las aventuras se suceden a buen ritmo, con el tono adecuado para estar dentro del mundo, pero sintiéndose variadas y cumpliendo con lo que prometen: entretener. Son ligeras y harán las delicias de los más pequeños de la casa. Quizás los más curtidos pediríamos algo más de acción, pero bueno, la película tampoco está pensada para nosotros.
Lo que no se pierde en ningún momento es el fantástico diseño del mundo. Es espectacular. Todas las secuencias están llenas de mil detallitos con chorropotocientas cosas en las que fijarse, siempre reconocibles de nuestro mundo, pero monstruizadas para poder estar en este universo. Me esperaba algo digno de aplaudir viendo ya el tráiler, pero incluso así me ha sorprendido. En este punto hay que quitarse el sombrero.
Lo que le falta a la película pare llegar más alto es un mínimo de trascendencia. No deja de ser una aventurilla tonta, por desbordante de imaginación que sea, es la historia de siempre muy bien contada. ¿Es grave? Pues la verdad, no, nada de ello le impide ser un entretenimiento estupendo, que proporciona 100 minutos de gozosa diversión para cualquiera dispuesto a pasárselo bien.
Nota: 7
Nota filmaffinity: 6.8
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