Y después de dos libros más chorras, estaba yo por la
labor de leer una propuesta más seria, pero sucede que me iba de viaje y yo
para los aviones adoro las cositas ligeras (los de Wh40k entran finísimos). En
estas que este libro se metió por medio y no pude sino devorarlo.
Por si no lo conocéis, Morán es un
dibujante/humorista/guionista de un puñado de webcomics la mar de interesantes.
Yo lo conocí a raíz de El Vosque.
Este comic, creado junto a la fantástica dibujante Laurielle, es con diferencia
el mejor webcomic escrito en castellano que podéis encontrar en la web. Desde
aquí os ordeno que leáis con avidez, ansia y una buena taza de té. En serio,
mola un puñado y parte de otro, y tengo la edición en papel firmada con una
Hostia y un cerdílope autografiados (¡que vergüencita pasé para atreverme a
pedirlo!).
De entre su chillón de proyectos que tiene siempre entre
manos, me agencié este libro tan pronto como salió, pues me encanta su humor y
tenía muchas ganas de comprobar cómo se las arreglaba para sacar adelante sus
delirantes historias sin más ayuda que la letra escrita (y no lo he leído hasta
ahora, ya me vale U.u).
Título: El Dios asesinado en el servicio de caballeros
Autor: Sergio S. Morán
“Soy
Verónica Guerra, Alias Parabellum.
Soy a la que llamas cuando la chica de la
curva te ha robado el coche. Soy a quien recurre el hombre del saco cuando un
extraño se mete en su casa. Soy a quién necesitas cuando descubres una cabeza
de unicornio en la cama.
Soy
detective paranormal y me enfrento a diario a los sucesos más extraños que
puedas imaginar. Pero acabo de encontrar el cadáver de un Dios griego en el
maletero de mi coche. Y hasta yo tengo un límite.”
Y Morán me atrapó desde el primer capítulo. Un inicio
arriesgado y apoteósico que mezclaba mitología griega con vampiros pijos y mala
leche castiza era una invitación que no podía dejar escapar. Hay novelas que
devoras una vez se presentan en el plato, y El
dios asesinado en el servicio de caballeros es una de las que no dejas ni
una miga, y te acabas también con el plato, los cubiertos y las servilletas.
Adrenalina y risas a raudales. Desde el momento en que entendemos que los
dioses pueden nacer y morir, una guerra sagrada puede desatarse en Barcelona y
sólo una detective que no llega a fin de mes puede arreglarlo, la diversión
está asegurada.
Me encanta el personaje de Parabellum, especialmente su dualidad con Verónica Guerra. Tan pronto una desborda mala leche y sobradas continuas como la otra
(siendo realmente la misma persona) es tímida e insegura. Este contraste entre
personalidad secreta // real está muy bien equilibrado y mola mucho,
especialmente cuando las actividades sobrenaturales se cuelan y entremezclan
con la cotidianeidad de su día a día “mundano”. Verónica es una chica tímida
que no quiere que su peligroso trabajo influya en su amantísima pareja (Roberto, un sol de persona, legal bueno
en todos los sentidos) y en la relación con el resto de su familia, que
desconocen su ocupación. No es fácil aparentar normalidad cuando en cualquier
momento puede aparecer una valquiria con ganas de arrancarte la cabeza. Por su parte, la detective Parabellum adopta
una pose chulesca y sobrada, como un Han Solo barcelonés. En parte es para
tapar las inseguridades que genera no tener ningún poder sobrenatural y en
parte es morro que hay que echar para salir airoso de situaciones que,
obviamente, le superan (¡y cómo mola!). Me encanta comprobar la habilidad para
crear un personaje tan a caballo entre dos mundos, falible y lleno de errores,
pero que al mismo tiempo, sea puro carisma.
Tal como Harry Potter situaba sus aventuras en una
Inglaterra muy particular, Morán coge aquí la Barcelona que conocemos todos y
nos hace visitar sus secretos más divertidamente sobrenaturales. Su delicioso
humor absurdo se combina admirablemente con el más allá (y el más acá) para dar
lugar a momentos que son puro descacharre. Podríamos decir que es como si John
Constantin hiciera una excursión de trabajo a Anhk-Morpock. Toda una fiesta,
oiga. Se capta la diferencia de ambiente según los distintos barrios de
Barcelona en que Verónica se mueve, desde los barrios bajos hasta los más
señoriales tienen su personalidad y su fauna sobrenatural. Además, hace mucha
gracia encontrar las referencias a la realidad barcelonesa, como el personaje
de Carlos Arnesto (tertuliano del corazón, gay, de pelo rizado y gafas) y
Emilio Gambeta (el mesías del balompié que juega en el mayor equipo de la
ciudad), por poner un par de ejemplos rápidos.
Quizás me hubiera gustado ver más profundidad en la
construcción del mundo, pues apenas se dan unas pinceladas que permiten atisbar
un universo rico, que se nutre de todas las mitologías habidas y por haber sin
ningún tipo de pudor. Por un lado, sabe a poco, pero por el otro, es toda una invitación
a sumergirse con más profundidad en la continuación de este libro, recién
publicada (Los muertos no pagan IVA), que seguro contribuirá a desarrollar un
trasfondo que se atisba fascinante.
Cualquiera que haya seguido la carrera comiquera de Morán
conocerá su gusto por el absurdo y los quiebros molones inesperados, con
personajes de mente rápida tan dispuestos al clásico intercambio de puñetazos
como al lanzamiento de puñaladas verbales que parecen salidas de Sorkin. Son
obvias las influencias de Pratchett o Ennis, por lo que las risas malsanas
están aseguradas. No obstante, a lo largo del libro hay un uso y un abuso de los
chascarrillos. A veces no acaban de venir a cuento (aunque hagan gracia, como
los Guardianes de Gunn), e incluso me ha parecido ver alguna que otra
repetición del chascarrillo a treinta páginas de distancia, pero bueno, tampoco
nos vamos a enfadar mucho.
La historia es probablemente el punto más flojo del
libro, pues su trama es bastante simple y parece no tener más sentido que el de
llevar al personaje principal de momentazo molón en momentazo molón. A veces
parece incluso que algún que otro personaje (Arantxa o Carlos, por ejemplo)
aparece y desaparece de escena sin ningún motivo. Se supone que “está ahí” pero
no hace nada en treinta páginas y luego vuelve a hablar o actuar en un momento
vital para la trama. Estas cositas no evitan una diversión de primera, pues El dios asesinado en el servicio de
caballeros tiene un armazón mucho más
sólido que la mayoría de libros de Moore o Mendoza. Las páginas pasan como nada,
con un vicio de los buenos buenos. Especialmente ese clímax final, divertido y
pasado de página que se guarda unas cuantas soluciones inesperadas, mucha
acción y un punto de mala leche encantador.
Estamos hablando de una novela debut, con todos sus
problemas (al autor le falta la experiencia para evitar excesos y, a veces, las
cosas ocurren demasiado porque sí), pero se trata de una novela ligera muy
divertida y tremendamente recomendable. Parabellum / Verónica es un personaje
que se quiere con ganas, especialmente en su falibilidad, ideal para capitanear
una novela de detectives muy diferente, con una gracia que ya le gustaría tener
a Percy Jackson o a Wade Watts. No llega al nivel de fascinación que me
provocan las obras de Pratchett (¿quién podría?), pero El dios asesinado en el servicio de caballeros tiene la ventaja de
que puedo encontrarme con Morán, darle dos abrazos y decirle cuando he
disfrutado con este libro.
Nota: 8
Nota goodreads: 3.83/5
PD: Tengo el segundo en casita, no creo que tarde mucho
en caer.
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