viernes, 16 de octubre de 2015

Riña de Gatos. Madrid 1936 (Eduardo Mendoza)



Este libro llevaba un puñado de años pululando por casa sin llegar a leerlo. Mendoza me gusta cuando se lía a hacer chorradas, pero su único libro serio que había leído (Mauricio o las elecciones primarias) no es que me entusiasmara. Por estas cosas que pasan, supongo que envalentonado con Gurb al final le llegó su turno.

Título: Riña de gatos. Madrid 1936
Autor: Eduardo Mendoza

“Un inglés llamado Anthony Whitelands llega a bordo de un tren al Madrid convulso de la primavera de 1936. Deberá autenticar un cuadro desconocido, perteneciente a un amigo de José Antonio Primo de Rivera, cuyo valor económico puede resultar determinante para favorecer un cambio político crucial en la historia de España. Turbulentos amores con mujeres de distintas clases sociales distraen al crítico de arte sin darle tiempo a calibrar cómo se van multiplicando sus perseguidores: policías, diplomáticos, políticos y espías, en una atmósfera de conspiración y de algarada.”

Y qué decir de este libro… la reseña de Gurb salió como nada, ésta va a costar un poco más, seguro. El libro empieza con una trama de ladrones de arte, a la que se le añaden los toques románticos de rigos, como si quisiera hacer un Código DaVinci a la española. Sin embargo, Mendoza se emburulla y complica la historia con quiebros y requiebros innecesarios –y no del todo bien llevados-. Cada vez que parece que la trama va a serenarse y a tener un mínimo de sentido, un nuevo giro la lleva más hasta arriba, lo que empieza con un simple robo de cuadros acaba implicando a todos los peces gordos de la republica y casi provocando la guerra civil! 

Es decir, de una historia de obras de arte robada, se pasa a un thriller en la peligrosa Madrid sin que te preparen previamente, luego se añaden un par de subtramas de espionaje y conspiraciones varias, que aparecen y desaparecen sin tener tampoco una gran influencia en el libro. Por medio, no sé si para desengrasar o hacer la narración algo más pesada, capítulos enteros dedicados a dar explicaciones enciclopédicas sobre la vida de Velázquez, la disposición de los cuadros de El Prado o la historia reciente de Madrid. A botepronto se pueden entender, pues abundan los ejemplos similares, pero en este caso, el único cambio que se produciría si se eliminaran es que el libro perdería sesenta páginas. No te añade ni trasfondo ni ningún detalle importante para el devenir del libro. En fin, un cacao de tres pares de narices, innecesariamente complejo y confuso.

En este Madrid pre-bélico, todo el mundo quiere a Anthony Whitelands, un atontado inglés experto en arte que bien podría pertenecer a la tripulación de Horacio Dos.  Como buen personaje Mendozil, es de carácter débil, atontado, metepatas y follador de todo lo que pasa por delante –y sin ningún esfuerzo oiga!-. Como Gurb, adora los churros y es incapaz de desconfiar de nadie –incluso cuando dice sí hacerlo, acompaña a todo el que le ofrezca un buen cocido o una morena. Duerme donde le dicen, marcha de su hotel cuando se lo piden, acude a cualquier bar sin dudar… Pasa tanta gente por su habitación que vuelve loco a un recepcionista, que toma nota de sus recados o lidia con el mogollón de gente que va tras él (esta redundancia gratuita es el único buen detalle del libro, característicamente Mendozil, muy propio y logrado).

Por ahí por medio pasa toda la plana mayor de la política de la época: Manuel Azaña, Francisco Franco, Sanjurjo... todos ellos planos e innecesarios, parecen aparecer sólo para dar un poco de lustre, de añadir caché a una historia que no sabe muy bien por donde va. No se diferencian más allá del nombre ni tienen ninguna influencia en la trama, pero oye, aparecen por ahí, dicen una frasecita y ¡pa’alante!

El único “famoso” que tiene desarrollo es el falangista Primo de Rivera, caracterizado como un joven inteligente y carismático que se ha convertido en el líder de su partido casi sin querer, porque es el único que tiene un par de dedos de frente y no los lanza a pegarse tortas con todo lo que pasa por delante. Es reconocible como el típico chulo madrileño, y supone un contrapunto muy agradable frente a la estupidez congénita del inglés. Se inmiscuye en la trama por los motivos históricos obvios y, por momentos, roba el protagonismo de la misma, para perderlo definitivamente cuando se sale de madre, con un desenlace dentro de la historia en el que dudas si atizar a Mendoza o felicitar su atrevimiento.

El elenco femenino está cortado por un mismo patrón, solo cambiantes en edad (que no en madurez) y clase social, sin grandes diferencias entre ellas. Paquita es la querida de Primo de Rivera, pero la aparición de Whitelands trastocará todo su mundo. Lilí es su hermana pequeña, aparentemente de unos 13-14 años, igual de tontina que su hermana, pero con la osadía que da la juventud. Bebe los vientos por el inglés desde el primer momento y no lo oculta. Toñina es una joven prostituta que también se enamora de Anthony, la primera buena persona que pasa por su vida. Es el único personaje femenino que piensa y hace algo más que abrirse de piernas, al ver en el inglés un modo de salir de su situación, por lo que se meterá en una buena cantidad de follones para que el protagonista salga ileso de todos los bretes en los que su ingenuidad le mete.

Encima el final es totalmente sacado de la manga, sin ningún tipo de explicación ni lógica –del que podría decirse que lo hizo un mago-, parece que no sabía cómo acabarlo y se le ocurrió eso. No hay quién se lo crea pero bueno, casa con la veleidad propia del libro. 

Es difícil calificar a Riña de gatos. Suspende la realidad con demasiadas ganas y está poblado por personajes tan excéntricos que se hace imposible tomárselo con seriedad, pero se toma demasiado en serio a sí mismo como para considerarse gracioso (los únicos chistes buenos estriban en la desesperación del recepcionista y los juegos de tópicos ingleses). 

Sí que se ve, sin embargo, ciertas ganas de hacer un libro complejo. Me da que Mendoza quería participar en el Planeta y quiso presentar una obra con más enjundia para no avergonzarse mucho cuando le dieran el premio. Se le ven ganas de alejarse de sus vicios y complicar las cosas deliberadamente, pero no supo hacerlo, quedando en una ensalada de ingredientes mal aderezados y peor presentados (pero le dieron el Planeta igualmente, como debe ser). 

Sin haber leído su “gran” obra seria (la ciudad de los prodigios), Mendoza me convence cada vez más  de que lo suyo son las chorradas, que le salen muy bien. Aunque hay que reconocer que las páginas pasan fácilmente, este merengue se le ha cortado.

Nota: 1
Nota: 3.36/5 (coñe que bajo!)

El título que se le ha dado en la traducción al inglés es: “An Englishman in Madrid”, y ha tenido un cierto éxito, al permitir a los ingleses reírse de sí mismos y sus tópicos (¡parece que se sienten muy identificados con ellos!)

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