En reseñas anteriores
recuerdo haber planteado la cuestión sobre si debe valorarse una cinta por el
tema que trata o únicamente por su valor cinematográfico. Aunque un film
concreto sea una castaña, ¿puede recomendarse si la idea que plantea es
importante? Y al contrario, ¿Una película puede estar muy bien hecha y al mismo
tiempo ser una bazofia éticamente? Cinco
minutos de gloria está entre las primeras. Es una película muy mejorable
con una puesta en escena más bien malilla y unos medios bastante escasos pero
al mismo tiempo ataca –especialmente al inicio- una problemática muy concreta y
reconocible de una manera bastante inusual y con mucho tino.
Después de un conflicto
armado –sea el que sea, en este caso el norirlandés-, ¿cómo recompones tu vida
cuando éste acaba? ¿Acaso es fácil, es posible volver a convivir con aquel que
ha matado a toda tu familia? ¿Puedes vivir contigo mismo, con el odio de los
demás, después de haber acabado con las familias de los demás? ¿Es posible la
redención y el perdón? ¿Qué hacer cuando el odio impera, pero la paz es
“obligatoria”?
Estás cuestiones son
planteadas y, hasta cierto punto, debatidas en Cinco minutos de gloria. En ella, el conflicto armado en Irlanda
del Norte ha acabado, es el momento de afrontar el penoso –y necesario- proceso
de reparación, establecimiento de responsabilidades, liberación de presos por
delitos de sangre y diálogo entre víctimas y verdugos.
Ahí es donde entra un
–aparentemente real- programa de televisión que unía en un plató a una víctima
y un antiguo terrorista, en un intento por “normalizar” las reacciones. Por un
lado, un sobrio y torturado Liam Nesson quiere purgar sus pecados de juventud,
por los que pasó años en la cárcel y le impiden vivir en paz. Por otro lado, un
excepcional James Nesbit encarna a un currante ha vivido treinta años odiando a
aquellos que masacraron a sus hermanos, y ve en el programa de televisión una
oportunidad de vengarse, de tener sus “cinco minutos de gloria” y acabar
definitivamente con todos los años de miedos y rencores. Pero, ¿Qué se pueden
decir el uno al otro? ¿Es fácil el perdón, es posible perdonar? ¿Tiene Nesbit
derecho a la venganza?¿Arreglará algo con ello? La violencia ha afectado a sus
vidas, en aquel momento concreto y todos los años que vinieron después.
Los dos actores hacen un
trabajo magnífico, en sus personajes reina la confusión, el remordimiento y una
inseguridad manifiesta. La paz y la “necesidad” de convivir, la superación de
los traumas del pasado… son palabras que dejan mal sabor de boca a ambos pero
que ven imprescindibles, conscientes del sapo que deben tragarse.
Personalidades complejas que se trazan con esmero y se nos transmiten con mucha
fuerza.
Ambos aprovechan una
idea muy bien tirada para convertir una película claramente menor en un
ejercicio aprovechable. La lástima es que el resto del elenco no está ni mucho
menos a la altura, con personajes y actuaciones bastante hostiables. La puesta
en escena es de telefilm barato, dejando patente que no hay cuartos –ni ganas,
diría- para hacerlo mejor. Además, a pesar de tener un tema muy interesante (en
el terrorismo es perfectamente posible que ambos, víctima y verdugo sean al
final víctimas), se desaprovecha al presentarlo con poco brío y un ritmo muy
cansino para desembocar en un desenlace que se mueve entre lo estúpidamente
banal y lo francamente inverosímil.
La película sería un
peñazo bien grande si no fuera por el espléndido trabajo de sus protagonistas,
que consiguen hacer atractivo un trabajo que naufraga desde la dirección. La
temática está muy (pero muy) bien pensada, pero está deficientemente
desarrollada y muy mal rematada.
Nota: 4
Nota filmaffinity: 5.9
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