miércoles, 6 de septiembre de 2023

Roma Criminale (Cattleya)

Hacía mucho que no me ponía a desglosar una serie, pero entre que se me acumula el trabajo y las reseñas de series requieren más tiempo de esfuerzo, siempre encuentro otra propuesta más interesante. Pero bueno, uno de vez en cuando acaba series que merecen ser recordadas (o no) y esta me ha encantado, ya os lo voy diciendo de partida.

Como siempre, uno está a la última y qué mejor ejemplo de ello que poner una serie italiana de 2008. La mayoría de veces que hablo de ella me toca hacer un poco de pedagogía y recordar que las series buenas no sólo vienen de EE. UU. En este caso, los italianos hablan de lo suyo, de la tercera cosa que más conocen (después de la comida y el calcio). Me refiero, obviamente, a la Mafia.

Nada más empezar, unos zagales intentan atracar a un abuelo de un barrio proletario de Roma. Cuando éste los hace huir violentamente, les increpa “¡¡Yo estuve en la banda del Libanés!!”. Damos entonces un salto atrás en el tiempo, situándonos a finales de los setenta, cuando una pequeña banda de ladrones cambia de líder. El Libanés, pues obviamente es el nuevo mandamás, tiene delirios de grandeza. Gracias a su implacable brutalidad, su carisma y su habilidad para evitar las intentonas de la policía, la banda prospera, convirtiéndose con el tiempo en los amos de Roma, con las zarpas metidas en cualquier negocio turbio que tuviera lugar en la Ciudad Eterna.


Lo que más se hace patente viendo Roma Criminal es la verosimilitud que desprende. Hecho por italianos para italianos, se nota que los creadores conocen de qué hablan y saben plasmarlo en pantalla. La recreación de la sociedad italiana es descomunal, mostrándose con habilidad los cambios que se producen en la misma a medida que pasa el tiempo, hilvanando las tramas con los grandes hechos de los setenta-ochenta y las cosas que “se saben” que fueron así. La trama de ascenso – caída es clásica, con sus inevitables dosis de violencia, sexo, drogas, traiciones y venganzas. En este sentido, no va a contarte que no hayas visto antes, pero lo que sí hace es contártelo con brillantez. Hay mimo y ganas de hacer las cosas bien en este proyecto.

Roma Criminal se aleja del glamour de las películas de mafiosos que uno tiende a tener en mente. No hay nada de El Padrino aquí. Estamos en los bajos fondos de Roma y esto significa cutrerío, gente acostumbrada a pasarlo MUY mal y el horterismo típico de los nuevos ricos que no saben qué hacer con su dinero. Es que incluso gente tan paleta como la que encontramos en Los Soprano tiene más clase que aquí. Además, tiene la gracia de que la sociedad retratada no es tan diferente de la que teníamos por aquí en Barcelona o Madrid (por decir algo), con lo que es muy fácil sentirla cercana, palpable. Me encanta la recreación del vestuario, las cases, la forma de ser de la gente…Una pasada.

Y no sólo es Roma. Cada vez que los personajes se mueven a otras regiones de mayor tradición (Nápoles, Calabria, Sicilia), se aprecia el cambio de ambiente. La ciudad se mueve diferente, las tradiciones (a veces centenarias) son otras y no se respira esa enérgica inspiración que mueve a estos jóvenes recién llegados. Me encanta la actitud de “estáis locos” que parecen gritar los mafiosos tradicionales con cada gesto que realizan.

Como en una buena serie de este estilo, lo más importante son los personajes. Y joé, qué buenos todos. Se hacen querer. Se hacen odiar. De una escena a otra quieres que los maten a todos o deseas darles un abrazo.

El mayor protagonista es El Libanés, encarnado por Francesco Montanari, es una fuerza de la naturaleza. Humillado por unos y otros en su adolescencia, ha llegado a la veintena con un cuerpo de atleta, un carisma arrollador y muchas deudas que cobrarse. Tiene muy claro desde un primer momento que no va a dejarse pisar por nada ni por nadie y va con todas a arrasar con lo que se ponga por delante. Se mueve por impulsos, con instinto animal, alejado del melindroso “honor” del que hacen gala los clanes más tradicionales.

Como contrapunto más reposado, tenemos al impacable Frío (Vinicio Marchioni). Alejado de la banda en un primer momento, es reclutado por su inusitada capacidad para moverse en los bajos fondos, sin perder los nervios ni un segundo. Uniéndose inicialmente por simple conveniencia, pronto entablará una férrea amistad con el Libanés, del que actúa de conciencia, como una especie de correa que sujeta a la fiera, sabiendo cuándo debe contenerle y cuando soltarle para desatar el caos y la destrucción. Su gran capacidad organizativa le permite ascender rápidamente en la banda, lo que causará tensiones frente a los miembros más veteranos.

Estos celos vienen principalmente de El Dandy (Alessandro Rosa), el mejor amigo de siempre del Libanés y, quizás, el que viene de familia más acomodada (o la menos pobre). Hace honor a su nombre, moviéndose con clase, con los mejores trajes que puede permitirse, evitando mancharse las manos y gozando de cada lira que es capaz de conseguir. Envidioso, retorcido, capaz de las mayores crueldades, es el mejor a la hora de “hacer que pasen cosas” sin cuestionarse conceptos como la moralidad o la decencia. Realmente, uno de los malos más odiosos que recuerdo. Mira que le coges manía a lo largo de los capítulos.

El elenco de secundarios se complementa con el resto de miembros de la banda, todos ellos con una personalidad propia, que los hace cercanos y reconocibles. Tenemos al pobre Fideo, un pusilánime que está en el berenjenal porque antaño era el compañero de pupitre del Libanés y por ello son amigos hasta la muerte. Éste sólo quiere vivir tranquilo sin meterse en líos, pero con estos amigos es imposible. También está Búfalo, un hombre simple, de férrea lealtad animal. Consciente de sus limitaciones, sabe que es ignorante de las complicaciones de la política, pero está siempre dispuesto a hacer lo que sea necesario por el bien de sus compañeros (se hace entrañable, a su modo).

Fuera de la banda, tenemos dos personajes que debemos destacar. Por un lado tenemos a Patrizia (Daniela Virgilio). Prostituta de profesión, retirada al convertirse en la “novia” del Dandy. Es un personaje muy difícil de escribir y peor de interpretar, pues está enamorada de un indeseable al que odia, pero por el que no puede evitar sentirse atraída. Desearía alejarse de todo y vivir más anónimamente, pero no quiere renunciar a los lujos que el Dandy le provee. Es bien consciente de su trabajo, pero al mismo tiempo desborda clase y la fuerza volcánica de las divas italianas. Personajazo.

Finalmente, tenemos al Comisario Scialoja (Marco Bocci), uno de los pocos policías íntegros del cuerpo que, como si de un Gordon se tratara, se embarca en la fútil lucha de intentar capturar a la banda con un reducido grupo de ayudantes. Sus superiores le indican que es mejor centrarse en otros temas, sus compañeros no quieren jugarse la vida y de vez en cuando los servicios secretos le ponen palos en las ruedas, pero él, desesperado e incansable, sigue luchando ante unos molinos indestructibles. Como si esto fuera poco, pronto se enamora de Patrizia, consciente de que nunca podrá ser correspondido, pero incapaz de platonizar una mujer que considera inalcanzable.

A lo largo de sus capítulos veremos como las tramas avanzan con un buen pulso narrativo. No se toma especial prisa, pero en ningún momento vemos como se arrastra el desarrollo. Aporta trasfondo continuamente, con un puñado de escenas que quitan el hipo a cada capítulo.

A grandes rasgos, cada una de las dos temporadas sigue una trama concreta. En la primera, veremos cómo se forja el ascenso de esta banda de supernovas que, desde la nada, toman el poder de los bajos fondos de la ciudad a base de decisión, sangre y mala leche. Escenas como la de la primera novia del Libanés, o la Boda de El Terrible dan buena muestra de que no estamos ante una serie cualquiera. Pero es que no es sólo eso: la llegada de Frío y cómo cambian los roles, las malas reacciones a las primeras entradas gordas de dinero, el trato con los camellos y, sobretodo, la primera visita a los “hermanos mayores del Sur” son pura gloria. Y no me olvido – ni mucho menos – del desenlace de la temporada. Bajo una tormenta huracanada, un cliffhanger de la mejor clase, que ni se ve venir ni te deja tiempo a reaccionar.

La segunda temporada se centra en la inevitable caída. Esa banda que, en algunos momentos, era el chivo expiatorio perfecto para los Servicios Secretos italianos, está empezando a molestar más de lo debido, así que es hora de hacerla desaparecer. La persecución policial se junta con malas decisiones, ratas traidoras y compañeros que ya no tienen los mismos intereses. A medida que avanzan los capítulos, los síntomas de un enfermo terminal empiezan a aflorar en la banda, concluyendo en un juicio guionizado con mimo que sirve como estupendo colofón a una espiral de acontecimientos en muchos casos inesperados.

Así, tenemos una de las mejores series de Mafias que te puedes echar en cara. Espléndidamente rodada, fantásticamente actuada y con un guión que está a la altura. Y encima, con una duración más que ajustada. No os la podéis perder, sacad tiempo para ella. Pero ¿dónde verla? Pues se hace difícil, ya que no pertenece a ninguna de las grandes productoras y no es un producto novedoso. Apenas han pasado unos años (es de 2008) y ha desaparecido de todos los catálogos. No es ni mucho menos la primera gran serie en paradero desconocido. Pero bueno, tirad de bibliotecas, de colecciones de DVDs, animales híbridos o ríos estacionales, pero conseguidla. Vale la pena.

Como ya he comentado, Roma criminal es una serie de 2 temporadas, de 12 y 10 capítulos de 55 minutos, respectivamente. Evidentemente, no es para darse un atracón sino para ver con calma y deleitarse con todos los giros que sus creadores han preparado para nosotros.

Aunque es difícil de encontrar, vale la pena esforzarse para encontrar la mejor serie italana que he visto. Roma criminal es una avalancha de 22 capítulos que compone una estupendísima serie de mafias que se hace muy cercana e impactante. Un thriller en el que da gusto sumergirse.

Que la veáis, jroñe.


Nota: 9

Nota filmaffinity: 8.2

“Yo también estuve en la banda del Libanés”. Una vez la acabas, vuelves a ver la primera escena y, ¡buf!, qué fuerza tiene ahora. 

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