Tenet fue la primera gran película que se estrenó post-pandemia. Cuando parecía que nada iba a volver a ir a la pantalla grande, Nolan sacó a relucir los estupendos contratos de distribución con los que las compañías se habían comprometido y así, en verano 2020, su película apareció en todos los cines con la seguridad que tardaría bastante en aparecer por las plataformas domésticas. Su taquilla no fue desmesurada, pero como su presupuesto tampoco era “tan” alto, acabó saliendo bastante rentable.
En un primer momento, Tenet nos lanza dentro de una operación antiterrorista en la que pasan cosas un poco raras. A continuación, nos veremos envueltos en una misteriosa conspiración internacional que pone en peligro la existencia misma del Universo. Los malos viajan a través del tiempo, lo que hace mucho más difícil localizarlos y detenerlos.
Christopher Nolan aprovecha esta premisa para jugar con el tiempo en la narración de la película como (casi) nadie había jugado nunca en un ejercicio onanista de primera. Con toda la parafernalia y grandilocuencia que acompaña siempre a sus películas, somos arrojados a un videojuego repleto de confusa estridencia que pone a prueba nuestra paciencia y nuestra capacidad para hilar una línea temporal fragmentaria que pasa de explicar muchas cosas (y sobreexplica otras).
Lo bueno que tiene es que es una película de Nolan con todas las letras. Y eso es algo que atrae a muchos. Lo malo que tiene es que es una película de Nolan con todas las letras. Y eso es algo que puede atragantarse a muchos. Muy canónica dentro de su estilo, con Tenet sabes que vas a tener lentejas. Ahora es cosa tuya si las tomas o las dejas.
Tiene todo lo bueno de Nolan: interesantes juegos con la estructura narrativa –en este caso, rompiendo la lógica temporal-, una parafernalia deslumbrante en su puesta en escena, acción de primera, toneladas de grandilocuencia con la que fliparse y unos actores muy bien aprovechados.
También tiene todo lo malo de Nolan: Incapacidad manifiesta para crear personajes femeninos, sobreexplicación de las reglas de juego, necesidad de acabar cualquier trama con una ensalada de tiros y escenas puestas para alardear de lo bien que sabe mover la cámara.
En ese sentido es una peli muy onanista. Está hecha para gustarse a sí mismo, sin molestarse a pensar mucho lo que puede gustar o dejar de gustar a los demás. Evidentemente, sólo deberías verla si sabes a lo que vas y ésta es tu vaina. Si es así, te divierte, te invierte y te Pérez-Reverte (lo siento).
El protagonismo corre a cargo de Washington y Pattinson, que se toman muy en serio su trabajo y hacen un papel más que digno como héroes de acción con ínfulas. Destacaría especialmente al actor crespuscular, que consigue dar matices a un personaje no demasiado bien tratado en el guión (cada vez me gusta más como actor). Kenneth Brannagh, que interpreta al antagonista, sigue en su línea de hacer lo mínimo hasta conseguir su cheque, mientras que Elizabeth Debecki hace lo que puede con lo poco que le ofrece el guión, comprobando una vez más que Nolan no sabe escribir papeles femeninos.
Lo que sí tenemos y esto no puede faltar, son unos efectos especiales burrísimos. Además de unas coreografías de tortas de bandera (la pelea en la cocina o en el aeropuerto), tenemos una puesta en escena barroca llena de mil detalles innecesarios, gratuitamente complicada pero en la que todo está perfectamente en su sitio, con la que puedes estarte entretenido pasándola en cámara lenta para apreciar el montón de cosas que pasan “de fondo”, comprobando que todo cuadra a la perfección (aunque parezca mentira en la batalla final o en la persecución de la carretera, cada elemento que aparece está milimétricamente calculado). Un alarde de dirección descomunal que, no obstante, se realiza con un presupuesto “no excesivamente” elevado –esto se debe a que Nolan se paga su propia película-. Un punto adicional está en el “poco” ordenador que se utiliza, mucho menos de lo que podría parecer, con un uso muy habitual de efectos especiales físicos.
La innovación más destacable se produce en su vuelta de tuerca a los viajes en el tiempo. En vez de dar saltos aquí y allá como su tuviéramos un Delorean, propone que para los viajeros, el tiempo fluya al revés en unas condiciones concretas. Esto permite un puñado de juegos interesantes con la realidad –al poder interaccionar con objetos de tiempo “normal”- y estrategias filosóficas ingeniosas –el concepto del movimiento de pinza-. Toda la idea está bien desarrollada en la película, con una puesta en escena MUY cuidada que busca llevar a límites imposibles la posibilidad de retrasarte en el tiempo. En cuanto a la lógica interna de la película, las veces que se vulnera o su verosimilitud, me quedo con la respuesta de Rick Sánchez: “Stop asking questions and have fun”. En propias palabras de la película, si lo preferís “no lo pienses, hay que sentirlo”. Es decir, déjate llevar por el juego y flipa tranquilamente con las escenas de acción, que hay muchas y variadas.
En la onda habitual del director y de su compositor musical, la banda sonora se dedica a ATRONAR con bajos muy brutos, de un modo similar al “reloj” de Dunkerke. Tiene la gracia de invertir el leit-motiv (si es que lo podemos llamar así) en los momentos en que el tiempo va al revés, como una muestra más para dejar muy clarito que Nolan se curra todas estas cosas. Como suele ser también habitual en este tándem, la banda sonora es bastante poco escuchable por sí sola. Después de todo, si ya llega a molestar en el cine, no quiero pensar si te lo pones en casa sin imágenes.
Podríamos decir que Tenet es la película de James Bond que Nolan quería hacer y no le dejaron (se ofreció públicamente en su momento). Tiene todos los dejes de ese tipo de películas, pero pasado por la batidora particular del director, que, obviamente, no va a firmar nada que pueda ser tildado de “simple”. Un gran trabajo para coreografiar tiros y explosiones, junto con una trama vibrante que le da una vuelta de tuerca ingeniosa a los viajes en el tiempo. Característica y reconocible de su autor, tanto para lo bueno, como para lo malo. No destaca por su guión, demasiado enrevesado en algunos momentos, sobreexplicado en otros, teniendo que perdonarle algunas zaranganadas, ni por su trabajo actoral. Sin embargo, funciona para proporcionar 150 minutos fascinantes (en su primer visionado) y divertidos (en posteriores) que se debiera de ver en el pantallote más bruto posible con los mejores altavoces que permita el presupuesto de cada uno.
Nota: 7
Nota filmaffinity: 6.4