Vuelven Arthur Dent y su toalla, con el apoyo de la guía del Autoestopista galáctico y la prodigiosa nave de improbabilidad están dispuestos a ir hasta el fin del mundo, de los tiempos y al inicio de la historia. Ya le tenía ganas a las segunda entrega de la “trilogía en cinco partes” de Douglas Adams. ¡Humor absurdo por bandera!
Título: El restaurante del fin del mundo
Autor: Douglas Adams
Título original: The restaurant at the end of
the universe
“Armados de
la Guía del
Autoestopista galáctico, los
protagonistas del libro más divertido que se recuerda continúan sus
disparatadas aventuras, que les conducirán al asombroso Restaurante del fin
del mundo. Ford Prefect, Arthur Dent,
Trillian, Zaphod Beeblebrox y Marvin el Androide paranoide se enfrentan a una
tetera automática de la que sólo mana un líquido asqueroso, al planeta
condenado porque sus habitantes se empeñaron en tener más zapaterías de la
cuenta, a un olvidado transporte espacial cuyos pasajeros, debido a toda clase
de estúpidos retrasos, llevan novecientos años esperando que la nave arranque
y, luego, al restaurante del fin del mundo, situado en el momento del tiempo en
el que el universo entero llega a su estrepitoso final: un inusitado número de
cabaret, amenizado por la música ligera de la orquesta del restaurante. No
termina ahí su odisea, porque a continuación viven otra aventura que les
revelará el verdadero origen de la especie humana: una pandilla de ejecutivos
de poca monta que fueron expulsados de su planeta por indeseables.”
¡Chorradas al poder! Si las primeras
aventuras de Arthur Dent hacían saltar todas las reglas de la lógica, Adams no
se queda corto en la segunda entrega. Un libro cargado de aventuras y burradas
con las que no sólo divierte si no que aporta argumentos a porqué el sentido de
la vida es, obviamente, el que es; además de reflexionar certeramente sobre las
paradojas temporales, el origen de la vida y la religión. Hay más ciencia
ficción pura en esta novela que en muchas obras de aventuras pretendidamente futuristas:
robots depresivos, delfines agradecidos, comunas espaciales que llevan
generaciones pillándose un pedo en la misma fiesta, viajes en el tiempo y
antihéroes bicéfalos… ¿Qué más se puede pedir?
Es sorprendente la velocidad a la que se
suceden las disparatadas situaciones con las que Adams nos bombardea. La
narración es rápida y ligera, permitiendo pasar páginas a toda velocidad entre
carcajadas.
El protagonismo recae en Zaphod Beeblebrox, el antiguo presidente del Universo, el cual es
reclutado muy a su pesar para que utilice su nave de Improbabilidad para llegar
al lugar más recóndito de todos los planos de existencia, aquel lugar donde
vive ese ser que rige todas las cosas importantes del Universo. Mientras tanto,
Ford Prefect intenta vivir la vida lo
mejor que puede y, armado con su toalla, se mete en más líos de los que pudiera
imaginar.
En este caso, tanto Trillian como Arthur Dent
toman un papel más secundario, actuando a modo de conciencias de sus
respectivos acompañantes. Hay que destacar igualmente el papel de Marvin el androide deprimido, que aparte
de pasarlo muy mal, tiene en su haber los mejores chistes del libro, con
algunas respuestas más que lapidarias.
Se le puede achacar que la acción es un poco
errática, fruto del conglomerado de divertidas absurdeces que nos atronan, pero
esto no impide encontrarnos con un libro francamente desternillante. Algo
inferior a su predecesor y con menos momentos inmortales, pero sin duda hará
las delicias de todos aquellos que disfrutaron con la Guía del Autoestopista galáctico.
Nota: 8
Nota anobii: 4/5
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