Dentro de la CVO de este mes nos
han encomendado el visionado de esta película india de la cual, dado mi
profundo y exhaustivo conocimiento de la filmografía de ese país, no tenía ni
idea de su existencia (suerte que te suministran la película, que si no…).
Un nuevo matrimonio añade un
soplo de vida a la plácida existencia de conforman Rhada y Ashiok. La actitud
moderna de la recién llegada Siti chocará con las tradicionales costumbres de
la casa. Por un lado, intentará contenerse para no romper la armonía del hogar
mientras que por otro, no puede evitar escandalizarse por la pasmosa soledad a
la que se ve sometida su madura acompañante en las tareas del hogar.
Desatendidas ambas por unos maridos que apenas piensan en otra cosa que en el
trabajo y en la religión, encontrarán en la mutua compañía un resquicio con el
que vivir y ser, de alguna manera, felices.
La película supone el inicio de
un ciclo de películas realizadas por Deepa Mehta en las que se plantean los
problemas que suponen para la sociedad india el choque cultural entre las
tradiciones más ancestrales con la modernidad occidental (las otras serían Agua, Tierra y Cielo). El país
se ha actualizado en parte, pero hay estratos de la sociedad olvidados,
costumbres difíciles de dejar de lado y unas diferencias brutales entre un
entorno familiar y otro. Incluso en la cosmopolita Nueva Delhi donde se sitúa
la historia (que se presupondría más moderna), estos choques son palpables.
En esta película se plantea el
abandono social a la que se ven abocadas las mujeres en las familias
tradicionales, reducidas a meras máquinas de limpieza y de parir hijos. Las
costumbres encorsetan a todo el clan familiar y les obligan a mantener unas
costumbres que les asfixian. Ninguno de ellos se siente mínimamente satisfecho
con la vida que les ha tocado vivir, pero tampoco son capaces de rebelarse
contra el destino que la sociedad ha
marcado para ellos.
Ashok no es feliz por la
infertilidad de su matrimonio pero encuentra el refugio en el fanatismo
religioso, para desgracia de su mujer Rahda. Ella, que soñaba con tener una
vida plena al lado de un marido atento y amoroso, se encuentra reducida a ser
la “hermana” de un marido que la ignora.
Biji es un joven hedonista y de
mentalidad moderna que está enamorado de Julie, pero se casa “porque toca” con
Sita. Como la vida matrimonial le interesa un pimiento, reduce sus muestras de
afecto a lo mínimo imprescindible, pasando bastante de su recién casada mujer.
Y Sita, obviamente, no acepta ser “el mono amaestrado” que dictan las
tradiciones.
Entre ellos, el criado Mundu se
conforma con vivir y aliviarse donde puede. La idea de poder llevar una vida
mejor o de cambiar algo de ella no es algo que pase siquiera por su cabeza.
La problemática planteada está
reflejada con mucho acierto y realismo, sin trazas del efectismo gratuito que sería casi esperable. No
se recrea en el sentimentalismo barato, midiendo muy bien qué mostrar y qué no.
Al inicio cuesta un poco ver por dónde van los tiros, pero una vez planteado el
tema, la trama se desarrolla con acierto y un buen ritmo. Se agradece que la
directora no se recree en lo obvio y aderece la película con una banda sonora
que acompaña adecuadamente a una correcta fotografía, retratando la cosmopolita
Nueva Delhi y a unos actores que, sin realizar un gran trabajo no desentonan en
absoluto.
Desde el punto de vista
occidental, la visión de una recién llegada que rompe con las normas
tradicionales familiares es un tema que ya hemos visto en muchas películas, pero
claro, nunca lo había visto ambientada en la rígida sociedad india. No tengo
muchos detalles de cómo se recibió la película en su momento, pero estoy seguro
que tuvo que escocer.
Por otro lado, no creo que la
película sea tan sólo un alegato contra los fanatismos tradicionales que tanto
condicionan una sociedad, sino sobre todo una película sobre la necesidad de
amar y ser amado, de dar y recibir cariño en nuestras vidas, sobre el deseo y
las ganas de vivir, sobre sentir que estás vivo. Las protagonistas expresan
ante todo eso, podían haberse conformada con vivir a su manera, sin rebelarse y
ser felices (o no), pero no se conforman (ole por ellas) provocando un final
con aroma a tragedia griega muy logrado, que emocionará fácilmente al espectador
con la disposición adecuada.
Es una película necesaria y
emotiva. No es una película divertida o disfrutable, sino un film inexcusable y
recordatorio de un problema social que no debe olvidarse, especialmente cuando
aún queda tanto por hacer.
Nota: 7
Nota filmaffinity: 7.2
Eso sí, la escena del calentón es un puntazo xD.
Si con el calentón te refieres a cuando Ashok se encendió como una hoguera, totalmente de acuerdo. Ya me lo imaginaba desahogándose como Mundu, habría sido más puntazo aun, pero supongo que no pegaba mucho, si fuera comedia quizás :)
ResponderEliminarY es cierto que al principio cuesta saber por dónde van los tiros. Eres muy generoso con la puntuación, yo le daría un 6, pero aun así, es una peli que hay que ver.