Después de ver cómo el mundo se descomponía en Mad Max, contemplar la devastación de El guerrero de la carretera, llegamos a la ¿reconstrucción? de la sociedad en Más allá de la cúpula del trueno, finalizando las aventuras del Max Rockatansky encarnado por Mel Gibson.
El tiempo ha pasado y ya no quedan carreteras ni rastro de la civilización que conocimos. Pero Max sigue aquí, contemplando como la Humanidad se abre paso y los nuevos atisbos de civilización empiezan a formarse. Negociudad es la única polis próspera en muchos kilómetros a la redonda, a ella llega Max, llamando rápidamente la atención de la cacique local, que lo reclutará para una misión de moral muy cuestionable. Tras esta aventura conocerá a Los Niños Perdidos, a los que tendrá que ayudar para evitar su muerte en el cruel desierto, forjando así la esperanza de un nuevo renacer humano.
Como ocurre en esta saga, cada película es de su padre y de su madre, sin tampoco molestarse en mantener cierta coherencia entre entregas. Aquí George Miller apuesta decididamente por las aventuras “familiares” rebajando sensiblemente la violencia explícita, sin las burricidades que habíamos visto anteriormente. Se mantiene un tono tremebundo, pero menos impactante para los zagales de 14-15 años. Este cambio de tono no impide a Más allá de la Cúpula del Trueno ser una estupenda película de aventuras en las que no paran de suceder cosas interesantes –con el bache del Oasis de los Niños perdidos, que desconcierta un poco- a un ritmo bien medido y una trama original que no sabes por dónde te va a llevar. Aunque rebajada en su crudeza, las coreografías de acción mantienen la calidad característica de la saga, al alcance de muy pocos. Escenas como la pelea de la Cúpula contra el Maestro Golpeador (si es que el tino para los nombres es magistral) o la persecución final en el tren son referentes que se han imitado cienes de veces, para mayor honra del director australiano. Pocos pueden presumir como él de haber rodado lo que le ha dado la gana (con el consiguiente pánico de los productores).
¿Qué ha ocurrido con el equipo entre la segunda y la tercera parte? Después del exitazo de El guerrero de la carretera, Mel Gibson se ha convertido en una estrella del cine de acción, y Miller, en un director reputado al que se le puede dar más presupuesto. Es algo que se nota en toda la puesta en escena, realizada con más medios que anteriormente (tampoco mucho, no nos pasemos). Este aumento del bolsillo se nota, supongo, en la voluntad de hacer una película más amigable para todos los públicos, rebajando la calificación +18 a +13 (sin que por ello la película sea de peor calidad). Tuvo que influir también el estatus de estrella de Hollywood que tenía Gibson (alejado todavía de los escándalos que provocaron su exilio), que seguro le impedían rodar cosas tan tremebundas como en las dos primeras entregas.
No obstante, se nota
que Gibson ha hecho suyo al personaje, convertido en carisma desbordante que se
carga la película a sus espaldas con una naturalidad pasmosa. Frente a él, el
resto de actores no destaca especialmente, salvo una sorprendente Tina Turner,
a la que encontramos como inesperada antagonista. Quizás consciente de que
actuar no es lo suyo (no discutiré su calidad de cantante), se nota que lo da todo
y se esfuerza por mantener el tipo ante el arrollador señoro que tiene enfrente.
Los diálogos, no precisamente abundantes, tienen un punto agresivo que ayuda a entrar en faena, pudiéndose diferenciar el estatus de la persona sólo por su manera de hablar. Es posible que resulten un poco incómodos para algún espectador debido a la –deliberada- pobre gramática y a la cantidad de palabras inventadas que encontramos. Esto se debe a la voluntad de mostrar el colapso de la civilización y la falta de educación, dejando clara la deseperación de los personajes por sobrevivir. Se hace especialmente palpable en los niños, ignorantes de una sociedad que no han conocido pero que, de alguna manera, añoran.
Si El guerrero de la carretera sienta las bases de cómo debe ser el concepto de apocalipsis nuclear, que muchas veces llamamos “a lo Mad Max”, Más allá de la cúpula del Trueno explora el misticismo alrededor del fin de la civilización y se clava como referente. Conceptos como la Cúpula del Trueno (dos entran, uno sale) o el propio diseño de Negociudad son parte intrínseca de nuestra cultura popular, imitados cientos de veces y homenajeados otras tantas. Este es otro de los grandes aciertos de la película, desde un momento se sabe diferente y se regodea de ello con total acierto. Tal como es marca de la casa, la cantidad de hallazgos ingeniosos que apreciar es enormérrima. Especialmente en su inicio, puedes dedicarte a repasar una y otra vez cada escena, sorprendiéndote ante cada detalle estrambótico que aparece en pantalla, detalle que alguna mente pensante ha urdido y ha decidido incluir en el metraje.
Uno de los peros recursivos que tiene la saga Mad Max es la pobreza de sus argumentos. Normalmente no son más que meras excusas para tener set-pieces de la acción más espectacular y poco más. Aquí encontramos con uno de los argumentos más elaborados, dividiendo la película en dos partes muy claras: la misión de Tía Ama y la aventura de Los Niños Perdidos. Esta partición es tan clara que podríamos estar hablando de dos películas diferentes de 1h que simplemente comparten el protagonismo de Mad Max, sin tener nada que ver una con otra. Esto descoloca a mucha gente, especialmente por la extraña transición, no del todo bien rematada que desemboca en un buen bache de ritmo hasta que la película recupera tono.
Esto no impide que Mad Max 3 sea una estupenda película de aventuras, rodada con los referentes de otra época pero no por ello menos apreciable. La llegada a la ciudad, La Cúpula del Trueno, la travesía del desierto y la persecución en el desierto son auténticos momentazos que denotan el buen criterio que hay delante y detrás de las cámaras, derrochando estilo y carisma. Quizás no es para todos los gustos, pero es ideal para pasar dos horas estupendamente entretenidas en un mundo apocalíptico.
Y por cierto, cuánto
me gusta el póster, de las últimas joyas de un estilo artesanal que ya se ha
perdido.
Nota: 8
Nota filmaffinity: 5.7
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