¡Qué recuerdos con los Cazafantasmas! La de tardes que disfruté con sus
desventuras. Pegaron un señor pelotazo, redondeado con una estupenda serie de
televisión (los Auténticos) que los convirtió en míticos. Con el éxito de ambas,
era obvio que una secuela tenía que llegar tarde o temprano. 5 años después de
la primera entrega, los productores reunieron de nuevo a todo el equipo con la
intención de divertirnos con nuevas aventuras fantasmales en Nueva York.
El tiempo ha pasado para los Cazafantasmas. Fueron tan buenos en
su trabajo que acabaron con todos los fantasmas… y se quedaron sin tener con
qué trabajar. Cada uno se ha instalado por su cuenta y malviven trapicheando
con lo que pueden: programas chusqueros en la televisión, bolos en bodas,
bautizos y comuniones… Como tenemos una nueva película, los fantasmas
reaparecen y el equipo se vuelve a juntar para luchar contra un mago que quiere
resucitar, dominar el mundo y llenarlo de moco ectoplásmico.
Hay que reconocer que los productores saben qué es lo que funciona. Es sonar la banda sonora y ya viene el buen rollito. Todo lo
que era divertido, aparece más en pantalla y sigue siéndolo. A destacar el
papel de Bill Murray, que se come cada escena en que aparece. El resto de
personajes son los mismos que conocíamos, clavaditos a la serie y a la primera
película y, cómo no, muy divertidos. Los efectos especiales mejoran mucho a su
predecesora y mantienen su tosquedad efectiva para representar a los fantasmas
y demás monstruosidades. Ahora costaría mucho esfuerzo hacer unos efectos tan
simples y efectivos.
Por otro lado, no se puede negar que la película es simplemente más de lo
mismo. Aparece un nuevo supermalo y hay que combatirlo sin realmente avanzar en
los personajes o aportar algo de nuevo. Tanto los chistes como el simplón
argumento saben a ideas reutilizadas y repetición de esquemas ya vistos. La
obviedad del argumento es tan profunda como sería un capítulo doble de la
serie, pero entretiene, que es lo que cuenta. Satisface a quién no quiere otra
cosa que un producto concreto, pero por si misma no era necesaria. Eso sí, el desenlace es tan gratuitamente ridículo que da risa. El malo no
tiene carisma, el climax no tiene emoción y es tan innecesariamente patriótico
como gusta a los yanquis, con la Estatua de la Libertad como heroína que salva
la ciudad. Muy poco elaborado, pero tampoco parece que tuvieran ganas (ni
necesidad) de esforzarse más.
Es simplemente para aquellos nostálgicos que quieren más de los
cazafantasmas. Es (y busca ser) ser un refrito simpático de la primera,
repitiendo los mismos esquemas y moviéndose a buen ritmo, por lo que entretiene
y pasa fácil. Tampoco le pidamos más.
Nota: 5
Nota filmaffinity: 5.6
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