martes, 15 de diciembre de 2015

Los Cazafantasmas II



¡Qué recuerdos con los Cazafantasmas! La de tardes que disfruté con sus desventuras. Pegaron un señor pelotazo, redondeado con una estupenda serie de televisión (los Auténticos) que los convirtió en míticos. Con el éxito de ambas, era obvio que una secuela tenía que llegar tarde o temprano. 5 años después de la primera entrega, los productores reunieron de nuevo a todo el equipo con la intención de divertirnos con nuevas aventuras fantasmales en Nueva York.

El tiempo ha pasado para los Cazafantasmas. Fueron tan buenos en su trabajo que acabaron con todos los fantasmas… y se quedaron sin tener con qué trabajar. Cada uno se ha instalado por su cuenta y malviven trapicheando con lo que pueden: programas chusqueros en la televisión, bolos en bodas, bautizos y comuniones… Como tenemos una nueva película, los fantasmas reaparecen y el equipo se vuelve a juntar para luchar contra un mago que quiere resucitar, dominar el mundo y llenarlo de moco ectoplásmico.

Hay que reconocer que los productores saben qué es lo que funciona. Es sonar la banda sonora y ya viene el buen rollito. Todo lo que era divertido, aparece más en pantalla y sigue siéndolo. A destacar el papel de Bill Murray, que se come cada escena en que aparece. El resto de personajes son los mismos que conocíamos, clavaditos a la serie y a la primera película y, cómo no, muy divertidos. Los efectos especiales mejoran mucho a su predecesora y mantienen su tosquedad efectiva para representar a los fantasmas y demás monstruosidades. Ahora costaría mucho esfuerzo hacer unos efectos tan simples y efectivos.

Por otro lado, no se puede negar que la película es simplemente más de lo mismo. Aparece un nuevo supermalo y hay que combatirlo sin realmente avanzar en los personajes o aportar algo de nuevo. Tanto los chistes como el simplón argumento saben a ideas reutilizadas y repetición de esquemas ya vistos. La obviedad del argumento es tan profunda como sería un capítulo doble de la serie, pero entretiene, que es lo que cuenta. Satisface a quién no quiere otra cosa que un producto concreto, pero por si misma no era necesaria. Eso sí, el desenlace es tan gratuitamente ridículo que da risa. El malo no tiene carisma, el climax no tiene emoción y es tan innecesariamente patriótico como gusta a los yanquis, con la Estatua de la Libertad como heroína que salva la ciudad. Muy poco elaborado, pero tampoco parece que tuvieran ganas (ni necesidad) de esforzarse más.

Es simplemente para aquellos nostálgicos que quieren más de los cazafantasmas. Es (y busca ser) ser un refrito simpático de la primera, repitiendo los mismos esquemas y moviéndose a buen ritmo, por lo que entretiene y pasa fácil. Tampoco le pidamos más.

Nota: 5
Nota filmaffinity: 5.6

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