Mi cine
favorito suele hacer un par de sesiones al mes de “remember” y nos permite
gozar con grandes películas de ayer que nunca hubiera esperado ver en pantalla
grande. Por ejemplo, ver Tiburón con
los altavoces del cine atronando con gusto es una experiencia. El otro día se
les ocurrió poner El Gran Lebowsky, y
oye, siempre es buen momento para volver a ver a El Nota y sus amigos.
El Nota es
un personaje como hay pocos. Cargado de carisma y vagancia, ha hecho del
tocarse los huevos a dos manos un modo de vida. Su Notísima Notoridad ha
llevado el arte de la procrastinación a límites insospechables, pues sólo sus
excursiones a la bolera consiguen arrancar de él un esfuerzo consciente. Nada
parece poder hacerle salir de una vida ideal, pero cuando un par de matones
irrumpen en su casa y mean en su alfombra, decide que hasta aquí podíamos
llegar: no va a descansar hasta que le compensen y conseguir una alfombra
nueva.
La comedia
más delirante se entremezcla con una intriga de film noir. Este elogio de la mediocridad contiene extorsiones,
traiciones, errores de identidad, trapos sucios, mujeres fatales y tipos duros.
Razones más que suficientes para embaucarnos y dejarnos arrastrar a través de
las situaciones más incongruentes, un viaje increíble hacia ningún lugar y
entretenerte en devaneos filosóficos a cargo de un grupo de perdedores paletos,
pero tremendamente icónicos que ya hace tiempo entraron en el lugar donde
residen los mitos.
Esta epopeya
hilarante desprende el aroma psicodélico y libertario de los años setenta y
constitute un jubiloso elogio del dilentantismo y el anticonformismo, un pícaro
canto a los bolos, a la amistad incondicional y al uso más o menos razonable de
hierbas prohibidas…La razón y la normalidad quedan en entredicho en las
“lógicas” aventuras de unos personajes que, en su pateticidad, intentan salir
adelante en una situación que, obviamente les supera y nada parece tener
sentido.
El Nota,
Walter y Donnie. Un improbable trío de protagonistas tan pasado de página que
el Nota parece a veces el más cuerdo de todos. Todos tenemos un Nota que lucha
por salir en nuestro interior. Walter es un calzonazos cabezota que siempre
quiere tener la última palabra. Las discusiones de este pesado reconvertido al
judaísmo son memorables. Donnie es un piltrafilla al que siempre mandan callar
pero siempre está dispuesto a echar un cable. A su alrededor tienes a Turturro,
los nihilistas, la feminista Julianne Moore… Se hacen entrañables.
Las
incongruencias salpican casi cada segundo pero se suceden mediante los mismos
mecanismos que hacen funcionar cualquier película de cine negro. Pervirtiendo
así cualquier lógica con una facilidad
aplastante. El granito de arena (la alfombra inicial) se crece en cada escena y
se convierte en una improbable montaña de realidad desternillante… sello de los
Coen. El guión supone la enésima prueba del genio de estos grandes cineastas de
Minnesota: te están liando durante más de dos horas con mil giros y con un
argumento enrevesado que parece que no vaya a ninguna parte, pero no es así.
Todo acaba con todos los cabos bien atados, y por qué no decirlo… el
esperpéntico e irrepetible desarrollo es divertidísimo.
El ingenio
con que está acometido el guión le dota de unos diálogos incisivos y
ocurrentes, unas escenas exageradas que desbordan extravagancias y absuredeces,
componiendo así un texto lleno de humor y una ironía deliciosamente
malintencionada. Tiene la virtud de ser extrañamente atractiva. Todo parece
puesto (por casualidad) en el lugar correcto para molar y clavársete en el
fondo de la mente. Y EL NOTA. Es mi mesías y el de todo vago de corazón de
cualquier rincón del mundo que posea unas chanclas, una cama, un televisor y un
sillón, únicos requisitos para pertenecer a esta religión.
Para todos
los casos de pequeñas depresiones, mi consejo es bien simple: Un buen visionado
de El Gran LEbowski en los primeros síntomas y las sonrisas alegres aflorarán
sobre los rostos como los caracoles tras la lluvia. De los sueños Notiles a las
épicas partidas de bolos, de las peleas a bolazos a los diálogos de besugos. No
hay desperdicio en una película que te permite descubrir un nuevo detalle tras
cada nuevo visionado.
Tal como se
extrae del epílogo del mostachudo cowboy Hickock, esta historia es una fuente
inagotable de risas y lágrimas. Tan divertida y surrealista… como la vida
misma.
Nota; 9
Nota filmaffinity: 7.7
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