El DPM del mes ha
decidido mandar una película que tampoco ha visto. Está en pendientes y toca
embarcarnos a la aventura a ver que han deparado esta vez los japos, que
normalmente muy cuerdos no están.
El Sabor del Té no tiene una historia como tal, pues se
dedica a seguir el día a día de una familia convencional que vive en un pueblo
rural (dormitorio) del área metropolitana de Tokyo. La gracia se haya en que la
aparentemente normal familia está plagada de personajes raritos y
estrafalarios. Cada uno de ellos protagoniza una pequeña pieza que se intercala
con las demás para formar un retablo de la vida cotidiana.
La familia no tiene
desperdicio: Una madre mangaka que quiere volver a trabajar después de criar a
los hijos, un padre dentista que hipnotiza a sus pacientes, un abuelo pintor y
escritor de haikus, el cuñado es mangaka profesional, un galán de pacotilla y
un violador en potencia, el tío trabaja en un estudio de grabación y se dedica
a vivir la vida mientras graba algunos hits de dudosa calidad, el hijo tiene un
pavo que no se aguanta, está enamorado hasta las trancas, pero prefiere ejercer
de voyeur y la hija pequeña se ve acosada por una gemela gigante que la sigue a
todas partes.
Como en todas las
películas fragmentadas, hay historias mejores que otras. A mí las que mas me
han gustado son las de la niña y su gemela gigante, la del cagarro, el mangaka
violador (je, je) y el álbum de fotos final (que “explica" toda la película con
un extra de ternura). Son descaradamente imaginativas, con una estética muy
alejada de nuestras costumbres, pero otras son directametne para atizar al autor.
¡Buf!
La película puede
hacerse muy aburrida, por no decir indigesta. Después de todo, el ritmo es
prácticamente nulo, la estructura narrativa es francamente cuestionable, los
sinsentidos aparecen desde un primer momento y las historias no guardan mucha
relación unas con otras. Por otro lado, el espectador paciente podrá disfrutar
del punto onírico que invade toda la película. El despliegue de imaginación es
desmesurado, demostrando mucho ingenio al presentar las situaciones. El
director se permite unos cuantos momentos hipnóticos que te dejan pegadito a la
pantalla, aunque sea para intentar procesar qué demonios estás viendo, dudando
si es mejor poner un documental sobre la tala de árboles con arenques o si hacer un monumento al autor. Que los
japos son unos horteras no es nada nuevo, pero me sorprende verlo acompañado de
tanta sensibilidad.
Es obvio que el autor
sabe lo que está haciendo. La composición de escenas es compleja y se nota que
todo lo que aparece es decisión consciente del autor. ¿Por qué toma esas
decisiones? ¿Qué busca conseguir? Ahí ya no puedo responder. No tengo ni idea.
Ha conseguido asombrarme, dejarme con la boca abierta y tener ganas de mandarlo
a tomar viento en cinco minutos. Su humor absurdo desarbola al más
pintado, especialmente al no desplegarse de manera controlada. El realismo
mágico flota por el ambiente, acercándose peligrosamente al surrealismo o
directamente al delirio, combinando las escenas más deliciosas con otras que
dan directamente vergüenza ajena. En conjunto es como la maldita canción de la
montaña. Es estridente, te funde el cerebro, no sabes si es obra de un necio o
un genio, pero no puedes dejar de mirarla.
Me he aburrido mucho con
ella, pues sus momentos inspirados no palian su patente irregularidad. Su
metraje es disperso y falto de nervio, pero su fabulosa construcción de
personajes y su delicioso lirismo me acaba obligando a reivindicarla (un poco).
Quién conecte con ella quedará más que fascinado.
Hay que ver "El sabor del té" porque contarlo no es lo mismo que
verlo
Nota: 2? Me faltan datos. Hay savoir-faire, hay profundidad, pero no le encuentro
el significado
Nota filmaffinity: 7.3
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