John es un periodista de cierto éxito que está casado con la bellísima
Jenny. Cuando llega el momento de empezar a tener hijos, John no se
siente preparado para ser padre y, con la intención de “distraer” el instinto maternal de
Jenny, le regala un cachorro de labrador que se unirá a la pareja y deberá
adaptarse a la vida con uno más en la familia. Marley, que así se acaba
llamando el cachorrito, será testigo de todas las vicisitudes de la pareja a lo
largo de su vida.
He de reconocer que la película me ha sorprendido, en su momento se vendió
como una comedia romántica tonta y lo parece durante los primeros diez minutos.
Sin embargo, tan pronto como Marley aparece en la vida de la pareja, la película
adquiere un tono más serio con la presencia de diversos gags más o menos
agradables. Se podría dividir en dos partes: en la primera, desarrollada
siguiento un esquema clásico, Marley hará sus travesuras y la familia deberá
adaptarse, con más o menos fortuna, a su presencia en la familia. En la
segunda, el film se convierte en una historia sobre la vida familiar y laboral
de un joven matrimonio norteamericano: ambos tienen sus sueños y sus metas,
pero la vida no es fácil y en todo momento la vida te va llevando a tomar decisiones
que afectan a tu vida. Es necesario elegir entre familia y carrera, matarse a
trabajar y luchar por un ascenso o simplemente disfrutar trabajando en lo que
te gusta, cobrando menos, etc.
ACTORES: Ésta fue quizás la mayor sorpresa. Nos encontramos
a Owen Wilson tomándoselo en serio haciendo lo que no se espera de Owen Wilson
(es decir, sin payasadas raras), con Jennifer Anniston haciendo lo que no se
espera de Jennifer Anniston (de tonta sufridora por culpa del amor) y con un
perro llamado Marley que no hace lo que se espera de las mascotas de pelis de
animales traviesos (chupar cámara y robar tiempo con el tópico de la cocina
destrozada mientras buscaba galletas). Sin desprender gran química, esta pareja de tres funciona, sorprendentemente realista y con una actuación más seria y correcta de lo que sería esperable.
DIRECTOR: Frankel saltó a la fama con El diablo viste de Prada y vuelve a demostrar su calidad en esta
misma. Bajo cualquier otra dirección más torpe, esta película se habría
convertido en un reguero de tópicos y chistes pseudograciosos sobre los perros
o en un dramón lacrimógeno bastante amargo. Sin embargo, Frankel consigue rizar
el rizo y crea una alegre película familiar, imperfecta y desordenada, pero con
momentos de genuina dulzura, con algunas gotas de humor entre la sacarina y la
tristeza. Una película puede ser mejor o peor, pero se nota cuando se ha hecho
con cariño, y ésta es una de ellas.
GUIÓN: La película invitaba a irse hacia la comedieta
chorra o al drama de pañuelo, pero el guión es muy medido y redondo. Se trata
de un slice of life bastante
correcto, contando la historia de una vida de una “pareja más” -dentro de los cánones
yanquis, claro- con la que cualquiera puede identificarse. Es además un relato
inofensivo, pero agradable, un pequeño homenaje a todas aquellas mascotas que
se convierten, con pleno derecho, en un miembro más de la familia a quien
querer y a quien mimar. Frenkel repite guionistas, que se muestran eficaces y
construyen una película con defectos, pero razonablemente entretenida, pensada
para toda la familia y totalmente intrascendente.
No es una historia de perros listos o simpáticos o
valientes. Es una historia de Amor, con mayúsculas, de cómo dos jóvenes
enamorados consolidan su amor hasta fundar una familia, con altibajos, con
subidones y baches, con tragedias, con alegrías… ¿el perro? Sí, es travieso y
simpático, pero no es el protagonista con sus patochadas, sino un conductor de
la historia, el hilo con el que se van cosiendo unas etapas con otras en la
narración de la vida de la pareja… una narración simple, sencilla, con
desparpajo, optimista, sin pintarnos las cosas de color de rosa pero sin
recrearse en los dramas, seguramente más acorde con la realidad que muchos de los
peñazos de presuntos expertos que sólo hacen películas sobre el lado tristes
del amor, o las perversiones por amor o la pérdida del amor… ¿Acaso alguien ha
dicho que para que una película sea buena tiene que reflejar tragedia tras
tragedia?
Yo creo que a Frenkel se le murió el perrito y quiso
hacerle un homenaje, muy tierno y con mucho cariño, en el que expresaba su amor por esos pequeños demonios que también son parte de nuestra familia. Probablemente, todo aquel
que tenga o haya tenido una mascota querida se sentirá muy identificado con la
historia, llegando a emocionarle, a pesar de la sencillez y la humildad de su
planteamiento.
Nota: 5
Nota filmaffinity: 6.1
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