Como muchas otras veces, tras ver la primera parte de una saga, decidí que iba a ponerme a repasar toda la trilogía publicada. Como muchas otras veces, pasa más de un año entre una parte y otra (espero que la tercera vaya más rápida).
Dos años después de los hechos de la primera parte, Axel Foley se ve obligado a volver a Beverly Hills tras el tiroteo en que uno de sus amigos ha acabado en el hospital. Allí se ve implicado en una serie de atracos de la llamada “Banda del Alfabeto”, que luego le llevará a un caso de tráfico de armas. Evidentemente, los malos no contaban con el detective más dicharachero de Chicago. Las normas no van con él, porque tiene más morro que espalda, se cree guay, siempre se sale con la suya y salva al mundo (o lo que proceda).
La influencia del director. Tony Scott es un artesano competente que sabe hacer buenos thrillers. Cómo contrasta con la primera parte, se reducen mucho los chistes (aunque Murphy sigue siendo el que es) y encontramos acción mejor parida y, sobretodo, un caso consistente a resolver.
Una de las mayores diferencias del proyecto se halla en que tras las cámaras está Tony Scott. Este artesano del cine de acción tiene un buen puñado de thrillers bien competentes, y su influencia se nota desde un primer momento en una acción muy seca, bastante violenta, como alejada del buen rollismo de su predecesora. El conjunto de la película goza también de un caso más consistente (no nos pasemos) y una ensalada de tiros bien parida para resolver la película. Los chistes de Eddie Murphy siguen estando, pero algo en menor número y no tan exagerados como antes.
Mirando
la hemeroteca, es divertido ver las peleas que tenían Eddie Murphy, una
estrella ya consagrada, y Tony Scott, un director al que nadie le decía qué
podía hacer o no. Además, este último había firmado bien el contrato y era
especialmente difícil de despedir. Así, encontramos a un Axel Foley más
modosito de lo habitual, lo que me lleva a sorprenderme por la consistencia con
la que encarna a un detective más (ejem) serio. Eso sí, sigue haciendo sus
muecas, sus tonterías y sus diálogos de echarle morro a todo tan
característicos. Quizás algo menos, pero siguen estando, que los fans piden más
y más.
El resto de actores, bueno, están porque deben estar ahí, no es que el guión les exija lo más mínimo y ellos no hacen más esfuerzo que el necesario para no desentonar.
Como hemos comentado, Superdetective en Hollywood II es menos comedia y más acción, y lo es a conciencia. No se deja ninguno de los tópicos que esperaríamos encontrar en un thriller ochentero, pero los mete con corrección, sin que parezca ni hortera ni chabacano. Las puesta en escena se ve bien cuidada, con especial atención al uso de luz natural, los abundantes ventiladores de la calurosa Los Ángeles (ay, el aire acondicionado…) y también la manía de Scott de poner palomas volando aquí y allá. Finalmente, tenemos el dilatado tiroteo con el que concluye la película. Diez minutos de tiros muy bien coreografiados sin apenas chascarrillos, cuya acción es contundente e inesperada para cualquier espectador incauto que se enfrente a la película sin conocer este cambio de tono.
Aunque agradezco esta deriva hacia la acción, pilló con el pie cambiado a casi todos los espectadores, que rechazaron en su mayor parte. Volvió a reventar taquillas, sí, pero cabreó tanto a críticos como espectadores, por lo que la producción (ahora sí, con Murphy controlando todo) decidió volver a la comedia pura para acabar la trilogía.
Como nota curiosa, tenemos que la canción principal de la película fue nominada a los Oscar (ganando Time of my life, de Dirty Dancing), pero fue repetida tan machaconamente en las radios que muchos acabaron hasta las narices de ella, provocando que fuera también nominada a los Razzies a peor canción, ni que fuera por puro despecho y ganas de tocar las narices.
Sin
ser una gran película, para mí mejora al abandonar el chorreo de gags made in
Eddie Murphy y convertirse en un thriller de oficio. Sin embargo, la gran
mayoría de los espectadores del momento no parecieron contentos con ese cambio,
que se revertió en la loquísima tercera parte. Nada especialmente bien, nada
especialmente mal, acaba pecando de anodina y si no fuera por la presencia del
ínclito Axel Foley, se recordaría mucho menos de lo que se le recuerda (que
tampoco es mucho).
Nota:
5
Nota
filmaffinity: 5.4
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