jueves, 10 de diciembre de 2020

Jungla de Cristal: La venganza

En casa de la suegra es donde se suelen ver las películas de domingo tarde de antena3 (es lo que hay), pero una vez me dejaron poner lo que quisiera dentro de las posibliidades, y tuve la suerte de ver a mi héroe favorito: John McClain.

Después de dos películas encerradas en diferentes Junglas de Cristal, aquí salimos por fin de edificios para estar en la Jungla Urbana de Nueva York. Un nuevo super-terrorista está sembrando el pánico por las calles de la ciudad y reclama la vuelta de John McClain a la primera línea de fuego para putearle de manera especial en una suerte de Simón dice con muy mala idea. Por estas cosas que pasan, se le une Samuel L. Jackson como side-kick, dedicándose a lo que mejor sabe: molar.

Y es que de eso va la película, de molar. John McClain ya no es un hombre, es un mito. A pesar de su camiseta Imperio y de su sufrimiento a lo largo de la película (bien destrozado que acaba), ya no es el policía cualquiera que se ha metido en un lío que le viene grande. Existe por y para sus chascarrillos, para tener su dosis de momentazo y realizar escena de acción molona tras escena de acción molona. Empieza a convertirse en ese ser sobrehumano que sí veremos en las últimas películas, tan pasadas de página que te tienes que tomar a chufla completa.

Todos los trazos argumentales que vimos en las dos entregas anteriores parecen no existir, como si no se tratara del mismo personaje principal. Además, el esquema de funcionamiento no tiene apenas nada que ver. Pero ¿y qué? Cuando consigues que la película funcione tan estupendamente, ¿acaso importa? Aquí está la mayor de sus virtudes. El continuismo de Alerta Roja funcionó en su contra, pero el público no hubiera aceptado este cambio de paradigma si no le hubieses proporcionado un buen espectáculo.

Para estar a la altura del mito de La Jungla de Cristal, necesitas que todo esté en su punto.

Primero tienes un trío principal que desprende una química brutal: el canijo de oro de los 90 (Bruce Willis // John McClain), un tío que ha basado su carrera en molar (Samuel L. Jackson // Zeus) y, finalmente, uno de los pocos malos de cine que están a la altura de Alan Rickman (Jeremy Irons // Simon). Cada escena entre ellos parece una lucha para ver quién tiene más carisma. Y no digo intentar ser el más chulo del barrio, no. Simplemente, son la caña.

Además, McTiernan es bien consciente de lo que funcionó unos años antes y, desde la dirección, dota a la película de un ritmo vivísimo en el que siempre están pasando cosas muy diferentes. Mezcla con sorprendente efectividad persecuciones imposibles, tiroteos de diverso pelaje y puzles con los que pararse a pensar, todo ello en una ensalada en la que la tensión y la emoción se mantienen en altísimos niveles durante todo el metraje, consiguiendo que te pegues al asiento y sus dos horitas se ventilen en un plumazo.

No sólo es que pasen muchas cosas, sino que la acción destila un savoir-faire artesanal muy bien encontrado, constituyendo lecciones de como filmar la acción casi en continuo, con el toque espectacular y, sobretodo, variado que pide la película en cada momento.

El asunto se complementa con un guión muy bien trazado en el que los diálogos están repletos de frases lapidarias para todos, comentarios pasados de rosca y chascarrillos descojonantes que aciertan continuamente, conformando un conjunto que desprende sarcasmo y mala leche por todos lados.


Así pues, lo tiene todo para entretener, con ingredientes de primera que funcionan como un tiro: las escenas de acción, una trama que avanza a todo ritmo, los actores que se gustan en su salsa, tiros, explosiones, giritos de guión que no se olvidan y emoción bien entendida.

Uno de los mejores ejemplos de película palomitera y entretenida por todos los poros. Ideal para pasar un buen rato sin importar si la has visto antes o no.

 

Nota: 10

Nota filmaffinity: 6.9 

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