Después
de una cosa tan mundana como el libro anterior, el cuerpo me pedía una
mamarrachada del espacio, de las que hace tiempo que no me metía entre pecho y
espalda. Por ello, escogí este libro, el Nº XVII de la Herejía de Horus (van
por el 30, así que…)
Título:
Los muertos exiliados
Autor:
Graham McNeill
Título
original: The outcast dead
Traducción:
Juan Pascual Martínez
“La galaxia arde envuelta en
llamas. Los primarcas leales al Emperador se preparan para enfrentarse al Señor
de la Guerra, Horus, y a las legiones traidoras en la arena negra de Isstvan.
Una época tan oscura sólo puede ser el anuncio de nuevos sucesos terribles que
están por ocurrir. El astrópata Kai Zulane descubre sin querer un secreto capaz
de alterar el rumbo de la guerra, y tiene que huir. Se lanza junto a una
misteriosa banda de renegados al letal submundo de Terra, donde aquellos en los
que antaño confiaba le dan caza como si fuera un criminal. Ante la traición,
Kai debe decidir a quién jurará lealtad, y si enterrar o no para siempre
algunas verdades.”
Después
de un puñado de libros en que se nos han narrado (casi) todos los hechos que
han ocurrido a lo largo y ancho de la galaxia, toca enterarse de qué ocurre
durante la Herejía en la Vieja Terra.
Como
medio para ello se escoge a Los astrópatas, los grandes olvidados en casi todo
el trasfondo moderno. Éstos cumplen la función de los navegantes en la mayoría
de universos de ciencia-ficción, recibiendo un giro mucho más siniestro en este
mundo, de una manera muy propia del WH40k. Tanto las menciones al Astronomicón
como a las consecuencias de un mal viaje le dan un puntito malrollero que se
echa de menos en la mayoría de novelas. Además, le permite centrarse en un
aspecto de este universo que casi nunca vemos: la vida de la plebe, de la gente
normal que bastante tiene con sobrevivir en todo este follón.
Situemos un poco el libro en su contexto temporal. Estamos en un momento en que
la traición acaba de producirse y los hechos de Isstvan están a punto de
ocurrir. En este instante la confusión reina por doquier, nadie sabe muy bien
qué ocurre, por lo que Rogal Dorn y los demás dirigentes bordean peligrosamente
la paranoia, al no saber de quién pueden fiarse. El pueblo llano percibe esta
confusión, reaccionando con obvia desesperación, en medio de una sociedad donde
el fanatismo y la desinformación son las reinas. Toda esta confusión, este
ambiente de inestabilidad se refleja acertadamente en la novela, pues se palpa
en el sentir de la gente.
Sin
embargo, esto no se traduce en unos personajes muy trabajados. Si bien es
verdad que no es uno de los fuertes de McNeill, en este caso apenas pasan de
meros nombres.
De
todos ellos, el astrópata Kai
Zulane es
el único que muestra algo de personalidad. En un primer momento se comporta
como un sabelotodo algo trastornado, cuya personalidad va poco a poco
desapareciendo, convirtiéndose en un pelele Johnny Mnemonic que se ha metido en
una guerra que le supera. A pesar de ser el personaje sobre el que gira la
trama, ninguna de las decisiones que toma tiene el más mínimo efecto en el
devenir del libro, pues todas las cosas importantes suceden a su alrededor, sin
infuencia suya. Por otro lado, los conocimientos que lleva encriptados en su
memoria resultan curiosamente propicios para cerrar unos cuantos agujeros de
guión que se habían ido creando al pasar de un autor a otro.
Al
libro le cuesta un buen rato empezar, pues sus primeras páginas son un resumen
no muy interesante de la vida de un astrópata. Es cuando Zulane acaba (no voy a
explicar los detalles) en una prisión de máxima seguridad que empieza el
follón. Allí se encuentra con un puñado de Marines Espaciales que siguen fieles
al Emperador, a pesar de pertenecer a Legiones Renegadas. Como el Imperio no se
fía, los retiene. Una vez todos comprenden que hay una misión de vital
importancia, se escapan y empiezan las toñas a tutiplén. De entre todos los
marines, el más importante es Atharva,
de los Mil Hijos, el único con capacidad de pensar, que se convierte casi en el
narrador de la historia. Shuba y
Ashuba
son dos Devoradores de Mundos algo menos locos de lo habitual, que están
compuestos a partir del tropo de la Senda del Guerrero. El resto, nombres
intercambiables.
Se
agradece que el libro fije la atención en un sitio inusual, mostrando la vida
de la gente normal del Imperio, pero no se puede evitar la sensación de que el
libro no tiene importancia alguna. Me refiero a que podría no existir y nadie
lo notaría. A efectos de la trama general, se da un poco del trasfondo previo a
los Marines, se añaden un par de cositas misteriosas que algún día se
explicarán (o no), y se apañan algunas inconsistencias que se habían producido
en otras novelas. Mi sensación es que tocaba rellenar una fecha en el
calendario y se ha dado carpetazo a la novela con un poco de prisa sin acabar
de tener un conjunto consistente.
Argumentalmente
el libro flojea con ganas, pero las escenas de acción están bien logradas y
McNeill consigue un buen montón de momentos molones que consiguen que las 450
páginas (largo para ser de la franquicia) entren muy fácilmente. Tortas más
descerebradas de lo habitual que siguen siendo divertidas, concluyendo en un
¡chim-pum! que imagino se produce porque ya se estaban pasando de páginas y
tocaba dar carpetazo.
En
resumen, se trata de uno de los libros más flojetes de la Herejía, quizás más
pensado para rellenar huecos de trasfondo que para ser entretenido o tener
trascendencia argumental. No obstante, se deja leer sin dificultad, no
aburriendo en exceso. Además, pasada la mitad de las páginas, se convierte en
un festival de tortazos, por lo que se disfruta una vez apagas el cerebro un
rato. Si eres un fan completista de la Herejía te tocará tragártelo, que
tampoco es un suplicio. Eso sí, hay muchos libros mejores dentro del género.
Nota:
3
Nota
goodreads: 3.7/5
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