miércoles, 8 de enero de 2020

28 días después


A lo largo de su filmografía, Danny Boyle ha demostrado ser un director difícil de clasificiar, pues tan pronto se te tira hacia la crítica social, como se mete con la ciencia-ficción o con el terror apocalíptico, como el caso que nos ocupa. Ha firmado propuestas de gamberrete y luego también algunos pastiches tan azucarados que cuesta tomar sin ataques de diabetes. A la que te paras a reflexionar, no tiene nada que puedas calificar de excelso, pero incluso sus peores películas tienen un empaque que las hace disfrutables, a su modo. En este caso, apetecía una de zombies y ésta se puso por banda.

Si por algo es, y merece ser, recordada 28 días después es por su poderoso inicio, ideal para dejarte sin aliento. No hay más que ver la cantidad de veces que se ha calcado, como en determinada serie de zombies que sigue en danza. Tengas o no tengas idea del argumento de lo que estás viendo, capta tu atención y te deja sin aliento con una desolación tan bien rodada. ¿Qué pasaría si despiertas en un mundo en el que estás solo? Sin música ni ruidos extraños, Boyle apuesta por el poder visual de un Londres desértico para pegarte el culo al asiento y captar tu atención para empezar su historia.

Luego aparecen los zombies y ahí sí que tira por zonas más trilladas, concluyendo con el clásico homo lupus homine. Pese a tocar todos los palos conocidos, conoce bien los resortes del género para dejar caer buenas pinceladas de mala leche, creando una sensación de incomodidad más que conseguida. Además, todos los personajes se comportan de una manera (aceptablemente) coherente con su forma de ser, que se desarrolla y evoluciona a lo largo de toda la película. ¿Cuántas veces podemos verlo en una de Zombies?

Hasta 28 días después los zombies eran esos caminantes lentos y ominosos que se aprovechaban de tus descuidos, matando por su abrumador número, que te acababa conduciendo a una situación de escape imposible. Boyle introduce aquí a unos zombies corredores llenos de rabia y mala idea. Es un cambio de concepto que aprovecha para incomodar y llenar de tensión cada escena en que aparecen. Desde entonces, el género de la epidemia de ira, con los infectados corriendo como poseídos se ha convertido en un sub-género más dentro del Z, con desiguales resultados según quién esté al mando.



Boyle venía aquí después de embarrancar en la mejorable La playa, por lo que sus acciones cotizaban a la baja. Sorprende pues que arriesgara con un género que ya venía de capa caída, denostado siempre por la crítica. Pero vaya si le salió bien el resultado. Acertó con el tono justo para ser diferente y reventar taquillas, surfeando un resurgir de los zombies que inundó las pantallas durante un puñado de años. La crítica también valoró su capacidad de captar la desolación de los personajes, los ambientes deprimentes y una imaginería influyente, que no muestra rastros de la cutredad típica de las propuestas del género.

Al tener un guión que se entretiene en desarrollar a sus personajes, los actores tienen algo que hacer aparte de correr, lo que se nota en pantalla. No se nota que CIllian Murphy o Naomie Harris fueran actores primerizos, enfrentándose con solvencia a actores más curtidos como Brendan Gleeson o Christopher Ecleston. Ninguna de sus actuaciones pasará a la historia, no vayamos a pasarnos, pero tienen un empaque inusual, que refuerza más la calidad de lo que estamos viendo.

Pocas veces se conjugan los zombies con una buena historia y ésta es una de esas extrañas conjunciones cósmicas. Es una propuesta muy disfrutable, tanto si te gusta el género como si no, para tenerte 100 minutos pegadito al sofá e intrigado por lo que va a ocurrir. En mi opinión, la segunda mejor película de este director.


Nota: 7
Nota filmaffinity: 6.7

No hay comentarios:

Publicar un comentario