Sangre sobre nieve, violencia asesina y náuseas matinales
se mezclan en un inteligente relato que confirma el modo singular y único con
el que estos hermanos filman el thriller americano. Puede que El gran
Lebowski sea la comedia loca más conocida de los Coen), pero Fargo es una experiencia maravillosa que
es capaz de no dejar a nadie indiferente. Recientemente resucitada (más o
menos) como serie, es un retrato tan cruel como lleno de amor del interior de
unos EEUU. La historia real más falsa de la historia. La historia falsa más
real de la historia. O algo así.
Pero vamos al lío. Fargo
nos presenta el encargo de un secuestro a un par de matones un tanto
atontados. A continuación nos enteramos de que el instigador está pagando para
que secuestren a su mujer (a la que no quiere especialmente), para así sangrar
a su cuñado (al que odia) y así saldar sus deudas (inmensas). Como no puede ser
de otra manera, las cosas se tuercen a lo bestia, la sangre salpica la nieve y
una policía embarazada debe investigar todas las cosas raras que suceden en el
pueblo.
Bajo el armazón de un thriller, los hermanos Coen son
fieles a su gusto por la extravagancia y perqueñan una película bastante
inclasificable, fresca y, sobretodo, alejada de los estereotipos de Hollywood,
en la que se hace difícil predecir qué va a suceder a continuación. Al mismo
tiempo, realizan una deliciosa oda al patetismo y la incompetencia que retrata
los EEUU más profundos y “paletos”. El secuestro es el punto de apoyo sobre el
que se desarrolla una trama repleta de decisiones erróneas, chapuzas continuas,
planes continuos y codicia desmedida, a cargo de un puñado de perdedores tan
odiables como entrañables.
Este compendio de perdedores viene encarnado por un
puñado de actores que no destacan por su belleza (ejem), alejados del glamour
de las estrellas hollywoodienses. El irresponsable vendedor de coches es un
William H. Macy en estado de gracia, tan achuchable como odiable, es
sorprendente como se combina tanta maldad con un patán de este calibre. El duo
de locos y estúpidos secuestradores están encarnados por Steve Buscemi y Peter
Stormare, tan simpáticos como peligrosos. Por su parte, la siempre espectacular
Frances McDormand (como quiero a esta mujer) compone al único personaje que
parece pensar en la película (sin por ello dejar de ser una pueblerina ^^), la
improbable policía embarazada de ocho meses que aporta un poco de sensatez en
este caos. Impagables las escenas de ligoteo en el bar o las entrañables escenas
de cotidianeidad con su marido que son pura entrega amorosa.
Y es que en el fondo, ¿qué pasa durante la película?
Apenas nada. Pero ocurre de todo, con las deudas de Macy como McGuffin sobre el
que orbita todo el embrollo pero que, al final, no importa de ninguna de las
maneras (no hay más que ver dónde acaba el dinero). Este despliegue de tonterías
viene aderezado por diálogos de besugos de primera calidad, muertes en OFF y tal
cantidad de chorradas absurdas que no puedes sino reírte. Quizás la mayor de
las sorpresas es darse cuenta de la verosimilitud de los hechos. Los personajes
son, a cada cual más patéticos, pero estoy seguro que todos conocemos a gente
así (bueno, asesinos no, pero sí unos auténticos patanes). Cada una de las
esperpénticas situaciones acaba siendo… ¡plausible!
En resumen, un descojone en el que cualquier cosa es
posible, la incompetencia desborda por todos lados y cada uno de los patanes
codiciosos es tan adorable que la sonrisita de condescendencia que te sale te
impide odiarles. Como casi todo el cine de los Coen, es ideal para buscar una
película sorprendente, de las que no dejan indiferente. Si Fargo aparece en tu
pantalla, aprovecha la oportunidad, despierta tus sentidos, abre bien los ojos
y disfruta.
Nota: 8
Nota filmaffinity: 7.4
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