Poco
después de echar unas risas con los Mistery
Men, vuelvo a las zaranganadas con el petimetre bocazas de Wayne Wade, Deadpool.
Cualquiera que diga que esperaba el exitazo de la película de Ryan Reynolds
estaría mintiendo. Nadie hubiera previsto que una propuesta tan refrescante
pudiera salir de una orgía de mal gusto de este calibre. Parece que a todos nos
sentó bien librarnos de las horas y horas de cinemática trascendente en la que
el destino del mundo está en juego y centrarnos en las malhabladas y grotescas
andanzas de un improbable héroe.
Después
del taquillazo tan bestia que hizo la película dirigida por Tim Miller, era de
esperar que no se tardara mucho en lanzar su secuela.
Ahora
que ya tenemos centrado el origen del personaje, en Deadpool 2 se ahonda en la fatalidad heroica del mismo, jugando con
la imposibilidad que un asesino de masas como éste pueda ser considerado “el
bueno” y su incompetencia a la hora de hacer las cosas “bien” sin hacer daño a
los demás. Trastornado por la pérdida de su pareja en los primeros minutos de
la película, Deadpool busca la redención protegiendo a un niño mutante bastante
peligroso del acoso de un asesino cibernético venido del futuro que quiere
acabar con él para cambiar el destino de la humanidad (Terminator, ¿dónde?).
El
mayor problema que se le puede achacar a la película es que cuesta tomarse en
serio a un personaje virtualmente inmortal al que sólo le falta insistir
suficiente para acabar derrotando a cualquier enemigo. Dónde había un simple
medio para colgar un montón de chorradas, David Leicht busca que este Deadpool
camine sobre una fina línea al tratar de aportar un poco de credibilidad
emocional a un personaje no hace más que chotearse de todo.
Por
suerte, el humor no ha cambiado en absoluto. Los 111 minutos de la película
están repletos de caca-culo-pedo-pis, desmembramientos choteos a Hugh Jackman y
demás bastardadas (créditos incluidos). Si puedes ver con agrado tal cantidad
de burradas, pues te lo vas a pasar en grande. En ese sentido, me encantan
todos los chistes en torno al X-Force, jugando a hacer la parodia de la parodia
que, a decir verdad, es casi así en el cómic original. Un descojone,
especialmente con Brad Pitt y el personaje sin poderes, cuyos gags casi me
hacen caer del asiento.
Quién
lleva toda la batuta es un Ryan Reynolds que está muy a gusto con su personaje.
Sabe qué hacer de él y cómo llevarlo a cabo, por lo que el descojone ya tiene
mucho ganado. El personaje de Zazie Beetz, Dómino es también muy cachondo. Su
poder de “ser extremadamente afortunada” que incluso Deadpool tiene
dificultades a considerar como útil demuestra ser una habilidad para encontrar
caminos improbablemente perfectos a través de un caos desatado que la convierte
en alguien indistinguible de cualquier cruzado encapuchado cinematográfico.
Además, es un efecto muy bien medido para que sueltes la carcajada absurda sin
saturar. Josh Brolin, por su parte, deja claro que no es Thanos
y también se guarda un puñado de chistes autoreferenciales muy curiosos. Quizás
es el mejor actor de los tres y eso se nota al ser considerablemente más serio
y T-100 en todas sus apariciones, pero bueno, tiene su gracia a su modo.
Lástima que el resto de secundarios sea un poco… Negasonic o Coloso están
completamente desdibujados y el papel de Yukio o de Rusty no hay por dónde
cogerlos.
El
encargado de poner un poco de orden en este desparrame no es otro que David
Leicht, también conocido por ser uno de los creadores de la (ahora) saga de John Wick. Una elección
lógica para dirigir esta propuesta, una vez nos paramos a pensar sobre las
similitudes de ambos personajes y las analogías del espectáculo a mostrar. Los
que busquen el gozoso divertimento de las películas de Keanu Reeves no quedarán
defraudados aquí. Un presupuesto más holgado y una excusa para que le vaya
todavía más la castaña convierten la película en pura fiesta. La acción es de
lo más desmadrada y absurda que uno pueda imaginar, pero mola un montón, puro
espectáculo que no cae (ejem ejem) en el cartoonismo del que sí adolecen
propuestas como Wanted. Además,
intercala con acierto los chascarrillos y las memeces de Deadpool dentro de
este teatro del caos, por lo que la diversión está asegurada.
Dentro
del universo Marvel, Deadpool encarna al personaje ideal para la comicidad sin
sentido. Un aspecto que han reflejado perfectamente en las dos películas que
han pasado a la gran pantalla. Si bien en esta propuesta se abusa un poco de
las memeces y los chistes sobrepasan cualquier trascendencia de la trama, éstos
siguen funcionando a la perfección, por lo que no nos vamos a quejar lo más
mínimo. Sin embargo, tal como ocurría con los Guardianes
de la Galaxia, veo mucho peligro en abusar de ello y vivir completamente de
la sátira, pues es necesaria una trama o una imaginería que permita ir más allá
de los chascarrillos si se quiere evitar cansar al espectador en entregas
posteriores.
Al
final la película es lo que es, un vehículo para la diversión que consiguió
hacerme reir durante casi todo el tiempo que duró la película. Fui al cine con
ganas de disfrutar de un espectáculo gamberro y soltar carcajadas con ganas,
factores en los que le película cumple a la perfección. Si no le pedís lo que
no puede dar,
Nota:
6
Nota
filmaffinity: 6.8
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