domingo, 23 de junio de 2019

Deadpool 2


Poco después de echar unas risas con los Mistery Men, vuelvo a las zaranganadas con el petimetre bocazas de Wayne Wade, Deadpool. Cualquiera que diga que esperaba el exitazo de la película de Ryan Reynolds estaría mintiendo. Nadie hubiera previsto que una propuesta tan refrescante pudiera salir de una orgía de mal gusto de este calibre. Parece que a todos nos sentó bien librarnos de las horas y horas de cinemática trascendente en la que el destino del mundo está en juego y centrarnos en las malhabladas y grotescas andanzas de un improbable héroe.

Después del taquillazo tan bestia que hizo la película dirigida por Tim Miller, era de esperar que no se tardara mucho en lanzar su secuela.

Ahora que ya tenemos centrado el origen del personaje, en Deadpool 2 se ahonda en la fatalidad heroica del mismo, jugando con la imposibilidad que un asesino de masas como éste pueda ser considerado “el bueno” y su incompetencia a la hora de hacer las cosas “bien” sin hacer daño a los demás. Trastornado por la pérdida de su pareja en los primeros minutos de la película, Deadpool busca la redención protegiendo a un niño mutante bastante peligroso del acoso de un asesino cibernético venido del futuro que quiere acabar con él para cambiar el destino de la humanidad (Terminator, ¿dónde?).

El mayor problema que se le puede achacar a la película es que cuesta tomarse en serio a un personaje virtualmente inmortal al que sólo le falta insistir suficiente para acabar derrotando a cualquier enemigo. Dónde había un simple medio para colgar un montón de chorradas, David Leicht busca que este Deadpool camine sobre una fina línea al tratar de aportar un poco de credibilidad emocional a un personaje no hace más que chotearse de todo.

Por suerte, el humor no ha cambiado en absoluto. Los 111 minutos de la película están repletos de caca-culo-pedo-pis, desmembramientos choteos a Hugh Jackman y demás bastardadas (créditos incluidos). Si puedes ver con agrado tal cantidad de burradas, pues te lo vas a pasar en grande. En ese sentido, me encantan todos los chistes en torno al X-Force, jugando a hacer la parodia de la parodia que, a decir verdad, es casi así en el cómic original. Un descojone, especialmente con Brad Pitt y el personaje sin poderes, cuyos gags casi me hacen caer del asiento.


Quién lleva toda la batuta es un Ryan Reynolds que está muy a gusto con su personaje. Sabe qué hacer de él y cómo llevarlo a cabo, por lo que el descojone ya tiene mucho ganado. El personaje de Zazie Beetz, Dómino es también muy cachondo. Su poder de “ser extremadamente afortunada” que incluso Deadpool tiene dificultades a considerar como útil demuestra ser una habilidad para encontrar caminos improbablemente perfectos a través de un caos desatado que la convierte en alguien indistinguible de cualquier cruzado encapuchado cinematográfico. Además, es un efecto muy bien medido para que sueltes la carcajada absurda sin saturar. Josh Brolin, por su parte, deja claro que no es Thanos y también se guarda un puñado de chistes autoreferenciales muy curiosos. Quizás es el mejor actor de los tres y eso se nota al ser considerablemente más serio y T-100 en todas sus apariciones, pero bueno, tiene su gracia a su modo. Lástima que el resto de secundarios sea un poco… Negasonic o Coloso están completamente desdibujados y el papel de Yukio o de Rusty no hay por dónde cogerlos.

El encargado de poner un poco de orden en este desparrame no es otro que David Leicht, también conocido por ser uno de los creadores de la (ahora) saga de John Wick. Una elección lógica para dirigir esta propuesta, una vez nos paramos a pensar sobre las similitudes de ambos personajes y las analogías del espectáculo a mostrar. Los que busquen el gozoso divertimento de las películas de Keanu Reeves no quedarán defraudados aquí. Un presupuesto más holgado y una excusa para que le vaya todavía más la castaña convierten la película en pura fiesta. La acción es de lo más desmadrada y absurda que uno pueda imaginar, pero mola un montón, puro espectáculo que no cae (ejem ejem) en el cartoonismo del que sí adolecen propuestas como Wanted. Además, intercala con acierto los chascarrillos y las memeces de Deadpool dentro de este teatro del caos, por lo que la diversión está asegurada.


Dentro del universo Marvel, Deadpool encarna al personaje ideal para la comicidad sin sentido. Un aspecto que han reflejado perfectamente en las dos películas que han pasado a la gran pantalla. Si bien en esta propuesta se abusa un poco de las memeces y los chistes sobrepasan cualquier trascendencia de la trama, éstos siguen funcionando a la perfección, por lo que no nos vamos a quejar lo más mínimo. Sin embargo, tal como ocurría con los Guardianes de la Galaxia, veo mucho peligro en abusar de ello y vivir completamente de la sátira, pues es necesaria una trama o una imaginería que permita ir más allá de los chascarrillos si se quiere evitar cansar al espectador en entregas posteriores.

Al final la película es lo que es, un vehículo para la diversión que consiguió hacerme reir durante casi todo el tiempo que duró la película. Fui al cine con ganas de disfrutar de un espectáculo gamberro y soltar carcajadas con ganas, factores en los que le película cumple a la perfección. Si no le pedís lo que no puede dar,

Nota: 6
Nota filmaffinity: 6.8

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