El
código daVinci fue uno de estos fenómenos de ventas que aparece de vez en
cuando. Todo el mundo se lo leyó, todo el mundo hablaba maravillas de él, que
si polémico, que si revelador, desafiante… Indudablemente yo también me lo leí
y acabé medio indignado porque algo con tantos errores de bulto triunfara, pero
bueno, cosas que pasan. El libro apareció el mes pasado por mi vera, así que
decidí ver cómo soportaba el paso del tiempo y poder leerlo sin el efecto del boom de hace diez años.
Título: El código da Vinci
Autor: Dan Brown
Título original: The daVinci code
“Antes
de morir asesinado, Jacques Saunière, el último Gran Maestre de una sociedad
secreta que se remonta a la fundación de los Templarios, transmite a su nieta
Sofía una misteriosa clave. Saunière y sus predecesores, entre los que se
encontraban hombres como Isaac Newton o Leonardo Da Vinci, han conservado
durante siglos un conocimiento que puede cambiar completamente la historia de
la humanidad. Ahora Sofía, con la ayuda del experto en simbología Robert
Langdon, comienza la búsqueda de ese secreto, en una trepidante carrera que les
lleva de una clave a otra, descifrando mensajes ocultos en los más famosos
cuadros del genial pintor y en las paredes de antiguas catedrales. Un
rompecabezas que deberán resolver pronto, ya que no están solos en el juego:
una poderosa e influyente organización católica está dispuesta a emplear todos
los medios para evitar que el secreto salga a la luz.
Un
apasionante juego de claves escondidas, sorprendentes revelaciones, acertijos
ingeniosos, verdades, mentiras, realidades históricas, mitos, símbolos, ritos,
misterios y suposiciones en una trama llena de giros inesperados narrada con un
ritmo imparable que conduce al lector hasta el secreto más celosamente guardado
del inicio de nuestra era.”
Creo que a estas alturas no hace
falta que nos entretengamos mucho con la trama, ¿verdad? Doy por supuesto que
es bien conocida por todos: Langdon se ve implicado en una historia de falso
culpable y se ve obligado a resolver enigmas a toda prisa para limpiar su
imagen y salvar la vida.
El libro se vende como verídico,
proclamando la total corrección de los datos que aporta, revelando secretos
ocultos de la Iglesia… Entre las ganas que le tenemos a la Iglesia de que
desnuden sus vergüenzas y el tono conspiranoico que toma el libro desde el
primer momento, es normal que el morbo y la polémica se elevaran e hicieran
correr el libro como la pólvora. Que el Vaticano intentara prohibirlo no hizo
más que incrementar el efecto Barbara Streisand y consiguió que todo el mundo
se lo leyera (o casi). En cuanto a los secretos religiosos, teniendo en cuenta
la cantidad de errores de continuidad que hay respecto al mundo real
(Terremotos en Andorra, líneas de tren Puigcerdá-Oviedo, cuadros de 2x2m
moviéndose en brazos….), no es necesario darles excesiva validez (aunque a
muchos les guste la versión de la historia que presenta). Hay cosas que serán
ciertas, pero Brown se guarda el derecho de “mover estados de sitio” si le interesa, como debe hacer cualquier
autor de ficción.
Una vez consideramos el libro
como un tebeíllo, la verdad es que mola bastante. Desde el primer momento nos
lanzan por un thriller que avanza a toda velocidad, salpicado de puzles
“desafiantes” (suficientemente simples como para poderse resolver fácilmente
pero suficientemente complejos como para no ser evidentes y dejarte con la
sensación de “qué bueno que soy” cuando te olías la respuesta), giros
inesperados, un poco de paranoia y toquecitos de acción cuando toca. Los
capítulos son cortísimos, de dos o tres páginas que se leen en nada, lo que
ayuda al efecto “un capítulo más”, que no cuesta nada. Es muy fácil de seguir, con descripciones
simples y efectivas y un poco de morbo que da motivación extra.
Realmente es un libro que se
disfruta más cuando te lo ventilas casi del tirón. Entonces se convierte en una
película de acción y se devora con ganas pues sabe mantenerte en vilo. Si te lo
empiezas a tomar con un poco más de calma, tendrás tiempo de digerirlo y
rápidamente le encuentras lagunas a la trama, los personajes se convierten en
sabiondos cargantes, aparecen errores de continuidad o te empiezas a preguntar
sobre la casual causalidad de todo, con lo que el disfrute se pierde.
El libro está protagonizado por
el inefable y conocido Robert Langdon.
Este pedante profesor de simbología de Harvard siempre tiene un momento para
recordarte sus pretendidos problemas de claustrofobia y su capacidad para ver
símbolos ocultos en cualquier lugar y en cualquier situación, siempre dispuesto
a darte una explicación académica a todas las dudas que se le presentan. En
muchos casos me recuerda al Profesor
Layton (con videojuego propio), tan centrado en sus símbolos como abstraído
de la realidad. Brown consigue presentarlo como alguien tan desubicado y
sobrepasado por la situación que se hace fácil sentir cierta simpatía por él
mientras leemos sin descanso. A la que nos lo tomemos con calma, se vuelve
hostiable con demasiada facilidad.
Se supone que ya lo conocemos de
la novela anterior Ángeles y Demonios,
pero por cuestiones del éxito y de las editoriales se publicó posteriormente en
España y en medio mundo (y en una cabriola temporal, la película se convirtió
en secuela).
A su lado está la detective Sophie Neveu que es quién lleva el peso
dramático de la trama. Está implicada directamente en el asesinato y es de
donde se articula la historia. Eso no quita que su papel no sea otro que el de
acompañar al protagonista a modo de comparsa, dialogar con él para que sus
deducciones no sean monólogos aburridos y recibir por todos lados.
Como todo libro de este estilo,
se necesita un experto en el tema, el Gandalf de turno, una figura veterana que
aporta todo el trasfondo y la sabiduría allá donde el protagonista falla. El
papel lo toma Sir Leagh Teabing, un
trasunto de Henry Jones Sr. pero con todos los tópicos del humor inglés más
pasado de página. Si no te da por atizarle en los primeros cinco renglones
incluso acaba cayendo bien.
Y el principal antagonista es el
fantasmagórico monje Silas, recogido
de la calle y criado para ser el perfecto servidor sin mente ni capacidad de
decisión por el Opus Dei y así exterminar a todos los enemigos de la orden. Es
manipulado por una extraña figura que queda en secreto durante todo el libro.
Con lo fácilmente devorable que
era, un lector católico mínimamente creyente se sentía escandalizado y
rápidamente intentaba desmontarlo (y lo distribuía a sus conocidos para que
también lo hicieran). De la misma manera, un descreído disfrutaba del mal lugar
en que se deja al Opus Dei y a la Iglesia, aceptando como desmonta la tradición
católica (y lo distribuía a sus conocidos para que también lo hicieran). El
libro consiguió tener ese efecto con una fuerza sorprendente. Me preguntaba
cómo resultaría su lectura una vez pasado el boom en el que todo el mundo tenía que leérselo sí o sí. Al final
no deja de ser otra cosa que un thriller decente y entretenido. Desprende un aroma a pre-fabricado bien grande
con personajes muy arquetípicos y una trama destinada a causar polémica y vivir
del ruido que genera. No será nunca un referente en el género pero funciona.
Después de todo, es todo lo facilona que uno pudiera desear, haciéndose ideal
para un lector poco habitual que seguro se sumergirá en sus páginas con ansias
de que le sean revelados los más oscuros secretos.
Es sorprendente como un libro de
500 páginas puede pasar tan rápido y después dejar tan poca huella. Si te metes
en su juego, estarás una semana (no deberías tardar más) bien viciado; si te lo
tomas con calma se le ven demasiado las costuras y ves sus muchos defectos (que
ya he ido nombrando). Entre la facilidad que tienes para pasar páginas, el
morbo que genera su lectura, su ritmo frenético y la polémica que le acompaña,
es fácil entender (a posteriori) porqué se convirtió en un best-seller
descomunal. Sirvió seguro para que muchos no-lectores se lanzasen a la lectura
y pasasen de acabar su libro anual a llegar incluso a un libro trimestral.
Reconozco que esperaba encontrarme un engendro horrible y al final ha sido un
fast-food muy divertido.
Nota: 6
Nota anobii: 3.5/5
Pobre Layton! :D
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu crítica. Se puso verde a este libro y, sinceramente, los hay peores con el mismo éxito y no se dice de ellos ni la mitad. Quizás es porque este se mete con la Iglesia, que es un tema espinoso, y por eso tuvo muchos defensores y detractores. No voy a defenderlo a muerte, es lo que es. Y si lo lees con el mismo objetivo con el que ves una película de acción (tipo Speed, por ejemplo), te hace pasar muy buenos ratos.
Me voy a 55 días en Pekín, que era mi destino inicial :)
Es que este buscaba la polémica cosa mala. Lo tiene todo para armarla.
ResponderEliminarUna vez nos damos cuenta de que es un tebeíllo, se lee y se disfruta bien, a su manera.