Después del especial de
Cannes de Cinéfagos recordé esta otra película que, si bien no consiguió ganar el premio
gordo, llamó la atención de muchos por su osada propuesta (y que llevaba años
en mi lista de “pendientes”). Old boy no es precisamente un plato de gusto para
todos, es fascinante y francamente diferente, pero brutalmente truculenta y
desagradable. Confusa y desasosegante, golpea con fuerza en los higadillos y te
somete a una experiencia de lo más rebuscada.
Salta con fuerza desde un inicio, causando un vértigo que te arrastra durante toda la película. Oh Dae-su es un hombre normal, un pobre diablo que se emborracha mientas su mujer y su hija le esperan en casa. Una noche es secuestrado y retenido durante quince años sin recibir ningún tipo de explicación. Durante este tiempo, el odio consume a Dae-su, que no piensa en otra cosa que escapar y vengarse. Sin embargo, una vez le llegue la oportunidad de hacerlo, otra pregunta perforará su mente… ¿Por qué? ¿Qué hizo él para tener que ser torturado de esta manera?
En una suerte de Conde
de Montecristo pasado de rosca, toda la película se desarrolla de impacto en
impacto, siguiendo un ritmo que deja sin aliento y mezclando al mismo tiempo historias
mafiosas, recuerdos del pasado y sed de venganza. Park nos brinda un auténtico
ejercicio de estilo (muy deudor de Tarantino) haciendo bailar la cámara con
movimientos precisos y bien calculados, impecables. Con el toque de un perverso
virtuoso, somos arrojados a un torrente enfermizo y tramposo donde la violencia
aflora por todos lados. La cuidadísima fotografía se complementa con una banda
sonora más que bien escogida y unas coreografías que han creado estilo.
Marea, golpea, rompe y
rasga. Desde que Dae-su es encerrado, su condición humana va degenerando y,
cuando es liberado, no piensa en otra cosa que en ver correr la sangre. Como un
perro rabioso se arroja sobre sus enemigos, algo quizás visto, pero la
intensidad de su venganza es desmesurada. No tanto quizás por lo que enseña en
pantalla (que puede hacerse indigesto) sino por lo que no enseña y por la
profundidad de su tragedia. Dae-su está consumido por el rencor hasta unos
límites devastadores y su aparición es como un barril de pólvora descontrolado.
Es a veces excesiva e innecesaria, con un deje gratuito que puede irritar, pero
que no deja indiferente (el súper-travelling en el pasillo contra el enjambre
de esbirros es absurdo, así como otro puñado de escenas, pero mola un montón).
No es una película fácil
en absoluto, especialmente en una primera hora que confunde y aturde. En ella sentimos crecer el odio y, sobretodo,
la ira. ¿Cómo no odiar a un antagonista tan cruel y despiadado? ¿Por qué decide
secuestrar al protagonista? Me gusta la idea de la evolución de no solo la
propia película y sus personajes, sino del espectador en sí. Se embuten muchos
aspectos en 120 agotadores y gestionar una artillería de puñetazo en el
estómago a este ritmo no es tarea fácil. El guión es tramposo e irregular en
algunos tramos, pero construye un conjunto notable, sin duda. Las frases
lapidarias se mezclan con una historia de venganza en la que las motivaciones
se mezclan y diluyen. Pocas cosas son lo que parecen y muchos secretos se
ocultan dentro de otros secretos.
Nadie sospecha en su inicio, ni en su nudo, lo que va a ocurrir en su final, los motivos por los que se desarrolla todo el conflicto argumental… Uno de los finales más ruines que recuerdo, con escenas que no necesitan de violencia física para ser crueles y dolorosas. Cuando el filme acaba, en un epílogo realmente extraordinario, nos sentimos destrozados; el dolor que siente nuestro personaje principal, con el que nos hemos identificado durante toda la película, no tiene precio.
Con sus errores, sus
pasadas de rosca y sus fumadas, es, definitivamente, toda una experiencia.
Nota: 9
Nota filmaffinity: 7.9
Como apunte final: la venganza es una mierda. El rencor es un parasito, una parte desigual de una relación que creemos simbiótica, que sentimos pareja, de la cual nos jactamos de retroalimentarnos cuando en realidad son esos oscuros sentimiento los únicos que salen ganando tras una vida de odio y resentimiento. Pues, una vez que nos hemos vengado ¿Qué demonios queda? Nada.
Como apunte final: la venganza es una mierda. El rencor es un parasito, una parte desigual de una relación que creemos simbiótica, que sentimos pareja, de la cual nos jactamos de retroalimentarnos cuando en realidad son esos oscuros sentimiento los únicos que salen ganando tras una vida de odio y resentimiento. Pues, una vez que nos hemos vengado ¿Qué demonios queda? Nada.
Segundo apunte final: ¿y
si la película acaba cuando se cierran las puertas del ascensor? Perfecto. FIN.
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