Justo un año después de haber despedido a
Jack en las fauces del kraken, llegaba la película que culminaba la trilogía.
Los amigos que el infame Capitán Jack Sparrow había dejado en el mundo de los
vivos decidían emprender una excursión al más allá para rescatarle y así vencer
al ejercito inglés que lucha por erradicar definitivamente la lacra que
representan los piratas.
Después de una floja continuación a la estupenda
Maldición de la Perla Negra, el espectador esperaba y deseaba que este
bajón fuera sólo por ser la introducción al final de la trilogía. El público se
arrojó a las salas para contemplar el desenlace de las aventuras del capitán
Jack Sparrow, saliendo de ella con la sensación de que debería haber sido mucho
mejor. Hace unas semanas comenté los elementos básicos del blockbuster. Simplemente con hacer buscarlos, hacer una película
digna con ellos y afianzarse en el carisma de Jack y su cuadrilla podría haber
salido un producto que llenara taquillas y contentara a los fans. Sin embargo,
Disney no quiso romperse la cabeza pareció querer ir a lo fácil. De los
detalles originales sólo podemos destacar los espectaculares efectos
especiales, que llenan un poco el vacío de la película y permiten a Davey Jones
y su cuadrilla moverse con una naturalidad pasmosa, pero ¡ay!, es lo único que
se puede salvar de la misma.
Disney tira con todo a la jugada Jack +
efectos especiales, le añade un ritmo vertiginoso para no dejarte pensar y lo
adereza mediante acción y peleas con poco sentido pero bien coreografiadas.
Pero no llega a ser no llega a ser
suficiente para ofrecer un conjunto con empaque. La historia que se propone no
tiene sentido, no se sostiene por ningún lado ni guarda el más mínimo asomo de
coherencia. El despropósito que se propone no parece tener otra intención que
meter a los protagonistas en situaciones molonas con el coste de convertir la
película en un esperpento. Incluso los personajes dejan de diferenciarse. De
golpe, todos parecen cortados por el mismo patrón y se dedican a fardar de lo
molones que son en todas las escenas que salen, con diálogos cuya iluminación
es casi de juzgado de guardia.
Estos defectos, incluso su sorprendentemente floja
banda sonora deberían hacer que ésta fuera una película que me repudiara
bastante, pero debo reconocer que pocas películas me dan las risas que me pego
con ella (y mira que la he visto unas cuantas veces). Sus defectos son enormes,
pero no puedo evitar desternillarme con los piques infantiles entre Barbosa y
Sparrow, los pobremente inspirados discursos de Elizabeth, la torpeza social de
Davey Jones y, sobretodo, el estrambótico parlamento en el atolón (con Davey en
un cubo de agua). Tal cantidad de intentos (fallidos) de molabilidad, acumluación
de escenas de vergüenza ajena y diálogos cargados con épica gratuita consiguen que
la película me pase volando, incluso cuando un personaje se flipa y se
multiplica sin ningún motivo aparente (si alguien sabe el porqué, que me lo
diga).
Un placer culpable, si queréis, pero el final
de la trilogía fracasa como aventura épica (su propósito original), pero con
resultados desternillantes (para mí). Quizás será la influencia de One Piece, pero para mí la imagen del
pirata, con su pata de palo, su parche en el ojo, su cara de malo y un barco
que lleve por bandera dos tibias una calavera me resulta… evocadora. Solo saber
que hay un pirata ansioso de libertad, de nuevos horizontes y nuevas aventuras
me hace presagiar que algo bueno va a empezar, que cualquier cosa es posible, y
si sueltan tal cantidad de chorradas como estos, casi que mejor.
Nota: 5
Nota filmaffinity: 6.1
No hay comentarios:
Publicar un comentario