La última película de uno de los bichos raros
del cine español es de estas que nació con la polémica bajo el brazo. Cine de
lesbianas con altas dosis de desnudos, el escándalo estaba asegurado y la
publicidad alimentó más la hoguera de las habladurías en una película que dio
mucho que hablar en su momento.
Dos mujeres se dirigen a un hotel en plena
noche romana. Allí se disponen a pasar una noche de sexo desenfrenado antes de
volver a su casa. Una vez en ella, la extraña atmósfera de la habitación, cargada
de erotismo y sensualidad, las llevará a compartir sentimientos y pensamientos
que tenían encerrados. Entre titubeos, afloran los traumas que cada una
arrastra en un torrente de revelaciones que nos prueban que esta noche es
mágica, todo el universo está contenido en estas cuatro paredes y cualquier
cosa es posible. Es momento de soñar y dejar el alma libre, sin importar un
mañana que, aunque existe, parece no tener importancia lejos del lecho
compartido…
¿Es una película erótica? Las protagonistas
están desnudas el 90% de la película y tenemos como veinte minutos de puro
sexo, pero realmente la película no acaba de ir de eso… ¿Es una película de
lesbianas? Sí, las protagonistas son mujeres y la película se detiene un poco sobre
los miedos y neuras que tienen (o pueden tener) aquellas que aún no han salido
del armario, pero la película no acaba de ir de eso… ¿Es una película de amor?
Las protagonistas se dan mil muestras de afecto mucho más allá del ámbito
sexual, haciéndose incluso sinceras promesas de amor eterno, pero la película
no acaba de ir de eso… ¿Es una película simbólica? En ella encontramos muchos
guiños y símbolos que aportarán información adicional al espectador avezado,
los cuadros no están allí porque sí, ni los enlaces de Google, ni las canciones
del servicial botones, pero la película no acaba de ir de eso…
En el fondo, de lo que va la película es de
Medem. Después de dedicar una película a su hermana (Caótica Ana) ha vuelto a sumergirse en su torbellino de obsesiones,
aunque se haya vuelto más cursi que nunca. Todo lo que podríamos esperar
encontrar en una película de Medem se condensa en cuatro paredes, tan
compactado que no queda espacio para el que no beba de su bodega.
Ha jugado tanto a deconstruir la estructura
narrativa que aquí la desmenuza totalmente: no hay historia. Crea un mundo en la habitación que contiene un
universo entero. Fuera, una mística Roma se convierte en un extraño y ajeno
lugar, lleno de peligros y fuente de miedos, que sólo se nos permite observar
con seguridad a través de la distancia que atorgan los satélites de Googlemaps.
Los personajes de Medem se mueven entre la
realidad y los deseos, la fantasía que imaginan, la que les gustaría que fuera
real y la que perciben como tal. El diálogo que se crea entre ambas amantes es
un fiel reflejo de estas obsesiones. Juegan a inventar historias, confesar
secretos recién creados. En un primer momento, con cierta complicidad, se
sumergen en un juego de invenciones, pero la realidad se va filtrando poco a
poco en sus historias para acabar reflejando los sueños de las protagonistas,
cayendo en un onírico sueño donde crean la relación que ambas sueñan con tener
y que saben que nunca tendrán.
La cámara se mueve con virtuosismo, siguiendo
a una espléndida Elena Anaya y a una Natasha Yavorenko que le da una difícil
réplica con remarcable acierto. La cantidad de simbolismos que podemos
encontrar a lo largo de la cinta bebe de las típicas influencias pictóricas y
musicales de Medem, reconocibles y apreciables para el observador experto, desconcertantes
y surrealistas para el profano. La decoración de la habitación tiene de todo
menos casual, como no es casual que todo ocurra en Roma, ni las obras de arte
de las paredes ni ese Cupido traidor pintado en el techo. En este reducto que componen
la cama y las paredes lo cotidiano se vuelve trascendente e inolvidable (al
menos para la pareja que vive su noche loca).
Y luego está el sexo, a Medem le va el vicio
y siempre ha incluido mucho sexo en sus películas. Eso no es nada nuevo e
incluso ha realizado películas que tratan específicamente sobre las obsesiones
sexuales. Pero incluso en estos casos, ninguno de sus trabajos tiene tal
cantidad de escenas de cama como Habitación
en Roma. Con una bellísima fotografía, retrata primorosamente la relación entre
las protagonistas. Orgasmos, primeros planos pezoniles, culos… A lo largo de la
mágica noche que comparten las amantes, los diálogos se intercalan con
retozamientos continuos. Cabe reconocerle que, al menos, sus intenciones para
con su dependencia del sexo como expresión artística siempre van más allá del
primario placer "voyeur", en un intento por trascender hacia el
desnudo emocional de sus personajes por encima del regodeo físico.
¿Era necesario meter todo esto en una sola
película? Pues igual no, porque se
convierte en un mastodonte denso e indigesto, que exige conocer previamente de
qué pie cojea el director y tener cierta experiencia con sus simbolismos y su
particular lenguaje. A diferencia del resto de su filmografía, no hay más
concesión para el espectador que los bellos desnudos que ocupan la pantalla.
Después de todo, Medem es uno de estos directores que al hacer películas no
piensan mucho en los espectadores y se nota. Se vendió como una película
erótica (los productores quieren sacar taquillas) y seguro dejó el culo torcido
a la mitad de los espectadores. Pero ¡ay! Debo reconocer que sabe fascinarme,
consigue intrigarme y emocionarme, siempre me atrapa y me invita a seguir su
poesía visual y acompañarle en sus delirios. He disfrutado, y lo que parecía
una simple película de tetas se ha convertido en un extraño y apasionante
viaje.
En resumen, Medem nos invita a presenciar una
noche loca con una pareja que se acaba de conocer. Entre polvo y polvo, los
amantes comparten estas intimidades que sólo puedes decir a quién no volverás a
ver. Es eso lo que Medem retrata: una noche loca que se vuelve mágica,
condensando todas las obsesiones que atormentan a este particular director, con
una fotografía preciosista y toda la cursilería que te puedes imaginar. Has de
ir dispuesto a dejarte fascinar y seguir las migas que se te dejan por el
camino. Si eres de la cuerda de Medem, estoy seguro de que disfrutarás de la
película. Si no te gusta su estilo, evidentemente, ni te acerques a ella. El
resto, igual puede disfrutar de la cantidad de sexo que hay, pero poco más.
Nota: 7
Nota filmaffinity: 5.3
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