jueves, 1 de septiembre de 2022

El sargento de Hierro

A raíz del programa correspondiente de La Órbita den Endor, me dieron ganas de ponerme esta película. Si es que Eastwood es mucho Eastwood y (casi) siempre es buen momento de entretenerme con sus películas.

Clint Eastwood se llama esta vez Sargento de Artillería Highway, en su característico papel de gruñón amargado. Veterano de la guerra de Vietnam y cerca del retiro, es obligado a entrenar y liderar un puñado de reclutas, convirtiéndolos en soldados de verdad.

Asistiremos a todo el proceso de entrenamiento, viendo cómo cambian los roles de unos y otros dentro del pelotón, con especial hincapié en las relaciones de grupo y los lazos entre compañeros. El tratamiento psicológico de ello es notable, no en vano tras las cámaras hay alguien que sabe bien lo que hace. Quizás no enseña más lo que la clásica película de misión: primero entrenan y luego lo hacen de verdad, pero es que la película pertenece a Eastwood, y su machoalfismo se va tan a las nubes que se convierte en un icono. Tallado como una estatua de la isla de Pascua, despliega aquí un arsenal inmenso de palabrotas y respuestas salvajes. Lo sorprendente es la aparente facilidad con la que se suceden los latigazos verbales, auténticamente salvajes. Su dureza y abrumadora seguridad en el mando contrasta con sus torpes intentos de comprender a las mujeres y recuperar el amor de la que fue su esposa.

En cuanto a los secundarios, tenemos a Marscha Mason (la resignada exesposa), Mario Van Peebles (el parlanchín del escuadrón y el más improbable héroe) y a Eileen Heckart (el paciente barman), cuyas actuaciones resultan también impecables, destacando una vez más el buen hacer de Eastwood a la hora de dirigir actores.

La dirección falla un poco más en la misión final, que se supone que sirve de catarsis para el grupo. Además de no entenderse muy bien qué está ocurriendo – quienes son los malos, qué quieren, para qué va el ejército, qué pintan los universitarios tocando las narices – la acción no es precisamente destacable, desluciendo el regusto final que da una primera hora magnífica.

Simplemente, cuanto más Clint Eastwood, más mola la película. En este caso, el personaje va tan a saco y se pasa tanto que el resultado es tan impactante como desternillante. Si en la anterior reseña me quejaba del doblaje, aquí la labor de Constantino Romero lo convierte en inolvidable.

"Soy el sargento de artillería Highway. He bebido más cerveza, he meado más sangre, he echado más polvos y he chafado más huevos que todos vosotros juntos, capullos."

"Yo como alambre de espinas y meo napalm, y puedo traspasar el culo de una pulga de un tiro a 200 metros."

El Sargento de Hierro es un personaje fascinante, con una retahíla enorme de frases malsonantes, de imaginativo lenguaje, una actitud que sobrepasa en mucho la arrogancia y un puñado de defectos que no hacen otra cosa que añadirle molabilidad. No queremos parecernos a él, ni tener a alguien así cerca, pero la construcción del personaje es magnífica. Además, dentro de todo su racismo, su machismo, sus… vemos que hay alguien de buen corazón, que hace lo que considera correcto de acuerdo con su caduco punto de vista.

La película esconde también un estupendo retrato del funcionamiento de las dinámicas de grupos, siendo testigos de cómo van cambiando las relaciones entre personajes mientras la panda de vagos indisciplinados se va transformando en un grupo cohesionado que apunta a un objetivo común: La humillación del graciosete, la pelea contra el duro, la disciplina y la justicia, la camaradería y la flexibilidad se muestran con acierto, ideal para servir de ejemplo de cómo varían estos aspectos en función de la cohesión interna.

El film se llama originalmente Heartbreak Ridge. Hace referencia a una batalla muy bruta dentro de la guerra de Corea que a nosotros no nos es muy familiar. Dentro de la trama, esta batalla tiene una gran importancia a la hora de construir la idiosincrasia del Sargento Highway, dándonos muchas pistas de porqué está tan amargado. Como en España no tenemos el bagaje contextual para entenderlo, los traductores decidieron focalizar en la importancia capital de Clint Eastwood y recalcar todavía más su papel con un El sargento de hierro que mola un puñado. En este sentido, una decisión de localización acertada.

Lo peor de toda la película se halla con pocas dudas en su media hora final. Ni se acaba de entender el porqué de la batalla final, más allá de que debe haberla, ni tampoco está especialmente bien filmada. Eastwood ha filmado posteriormente mejores escenas de batalla (Cartas desde Iwo Jima, por ejemplo) pero claro, aquí debe haber catarsis, redención, etc. Pilladísimo con pinzas, lo que desluce mucho el regusto final que deja la película.

Es fácil caer en una glorificación del autoritarismo del personaje principal, pero un Clint Eastwood en estado de gracia (delante y detrás de las cámaras) permite que adoremos a un personaje repleto de defectos. No esconde el respeto que tiene para con el soldado que va al frente, ni la displicencia para con el oficial que toma las decisiones desde su confortable despacho. Pocas veces he disfrutado tanto de un lenguaje tan soez en una película que difícilmente podría estar mejor si hubiera sido creada por otras manos. Lástima de un final bastante flojo que desluce algo que podría haber sido todavía más redondo.

 

Nota: 8

Nota filmaffinity: 7.2 

No hay comentarios:

Publicar un comentario