Éste
vino como uno de los libros de la Cesta’13 (lo siento no tengo apuntado cuál),
así que tocaba leerlo. Recordaba el inusual título como un libro que había
circulado mucho a mi alrededor, con reputación de bueno, pero nunca había
encontrado el momento para leerlo. Ya le tocaba, supongo.
Título:
El curioso incidente del perro a medianoche
Autor: Mark Haddon
Título original: The curious incident of the dog at night-time
“A sus quince años, Christopher
conoce las capitales de todos los países del mundo, puede explicar la teoría de
la relatividad y recitar los números primos hasta el 7.507, pero le cuesta
relacionarse con otros seres humanos. Le gustan las listas, los esquemas y la
verdad, pero odia el amarillo, el marrón y el contacto físico. Si bien nunca ha
ido solo más allá de la tienda de la esquina, la noche que el perro de una
vecina aparece atravesado por un horcón, Christopher decide iniciar la búsqueda
del culpable. Emulando a su admirado Sherlock Holmes -el modelo de detective
obsesionado con el análisis de los hechos-, sus pesquisas lo llevarán a
cuestionar el sentido común de los adultos que lo rodean y a desvelar algunos
secretos familiares que pondrán patas arriba su ordenado y seguro mundo.”
Mi
mayor problema al empezar el libro es que lo tenía ubicado dentro de los libros
“cachondos” al estilo Christopher Moore o Eduardo Mendoza. Pasaban las páginas
y no le encontraba apenas gracia a los chistes que había por ahí repartidos.
Realmente, no entendía a qué venía tanta reputación. Llegado determinado
momento, me di cuenta de que el libro no era precisamente una comedia, sino que
iba de otra cosa y, una vez cambié el chip y conocí bien a Chris ¡vaya si es
aprovechable!
La
estructura del libro (los números de capítulos son una sucesión de números
primos, encontramos puzles matemáticos aquí y allá, además de algunos diagramas
muy particulares) y el estilo narrativo (excesiva atención al detalle, una
lógica aplastante, sin asomo de metáforas) reflejan los esquemas mentales de
Christopher y su manera de ver la vida. Encontramos salpimentadas explicaciones
sobre su condición: como le afecta y sus estratagemas para afrontar el día a
día. No dudo que esté muy exagerado, pero concuerda con las personas que
conozco que caen bajo el espectro autista y coinciden con mis limitados
conocimientos sobre ello.
La
condición de Christopher le convierte en alguien MUY literal, algo de lo que es
incluso consciente. Puede analizar una broma, pero no puede “cogerla”. La
verdad es su paradigma, por lo que odia las situaciones donde no puede ser
sincero (por ejemplo, por educación), además del hecho de que “todo lo que
dices es una mentira, en el fondo” porque no puedes dar una respuesta concienzudamente
cierta y válida de nada. Odia también las metáforas, pero acepta los símiles
(algún día entraré en mis problemas con la gente que no es capaz de distinguir
símiles de comparaciones o metáforas). Esto conlleva convertir a Christopher en
un narrador poco fiable. Si bien es una persona que lleva la idea de la verdad
hasta un nivel más profundo y es patológicamente sincero, su condición implica
que sus observaciones a veces no casan mucho con la realidad de la situación.
Hay mucho humor a raíz de ello, especialmente con sus ingenuos malentendidos y
el conflicto que se produce entre su falta del concepto de la vergüenza y su
deseo de pasar desapercibido ante los desconocidos.
A
Christopher le gustan las matemáticas porque son seguras, procedimentales y
tienen una respuesta definida (ejem ejem), a diferencia de la vida. Sus
comportamientos aparentemente ilógicos siguen, en el fondo, una lógica
inherente que le permite reducir las opciones a elegir y, por tanto el stress,
contrarrestando el efecto de su incapacidad para filtrar o priorizar: se da
cuenta (y recuerda) todos los detalles sobre cualquier cosa, y puede rebobinar
a voluntad, mientras el cerebro de otras personas está repleto de falsos
recuerdos y momentos imaginarios.
Esto
provoca que, para él, los animales sean más fiables que los humanos: “Me gustan
los perros. Siempre sabes qué está pensando el perro. Tiene cuatro modos. Feliz,
triste, enfadado y concentrado. Además, los perros son fieles y no mienten
porque no pueden hablar”. Las personas, en cambio, son más indescifrables:
cuando tienen una conversación, la gente se mira para entender que piensa su
interlocutor, pero Chris no saca ninguna información de ello. Lo mismo ocurre
con el amor o el cariño, siendo incapaz de distinguirlo de la mera amabilidad,
de igual manera que con las contradicciones y pequeñas incoherencias que todos
tenemos.
Todos
estos condicionantes hacen su vida algo incómoda, especialmente cuando se
relaciona con los demás. Principalmente, con su padre, que lo quiere tanto como
está hasta las narices de su extraño comportamiento, o su profesora, que
despliega una paciencia infinita para guiarlo hacia una vida más o menos
funcional de acuerdo a su condición. El dolor que transmiten sus decisiones
queda patente cuando tú te das cuenta de que ninguna decisión es buena y a
Chris se le rompe el corazón porque es incapaz de comprenderlo.
Evidentemente,
dentro de esta historia, el propio crimen o las desventuras de Chris son lo de
menos. Hay ramalazos de humor, pero el libro no va de ello. No es más que una
excusa sobre la que vehicular una exposición de la influencia que tiene la
condición de Chris en su día a día (la parte del metro es especialmente
incómoda). Si vas buscando otro tipo de libro, algo de policías o de
chascarrillos fáciles, puede que te lleves un chasco. Incluso la historia no
tiene “nada” de especial y Chris puede hacerse bastante irritante (lo es, y
mucho), pero si entras en el juego que propone el libro, éste es de los que
emocionan.
Nota:
8
Nota
goodreads: 3.86/5
Leí este libro cuando fue un boom hace unos años y no me pareció ninguna maravilla. Lo mejor del libro, sin duda, es la moraleja final.
ResponderEliminarEs un libro raro. No es fácil entrar en él, totalmente de acuerdo.
EliminarMt