Y hete aquí que aparece el libro XIV de la Herejía de
Horus (parece que ya voy por la mitad. ¡Yuju!). En este caso nos vamos a
detener en una legión que ha aparecido muchas veces en segundo plano pero nunca
ha gozado de protagonismo, los Portadores de la Palabra. Además, por fin
conoceremos el origen de Erebus, el capellán que la ha estado liando durante
los 13 tomos anteriores (si es que tiene que poder teleportarse, está en todos
los follones).
Título: El primer hereje
Autor: Aaron Dembski-Bowden
Título original: The first heretic
“En medio
de la guerra galáctica que supone la Gran Cruzada, el Emperador desaprueba el
culto que le rinden los Portadores de la Palabra. Angustiados por semejante
reproche, Lorgar y su legión emprenden un nuevo camino y arrasan un planeta
tras otro para desahogar en el campo de batalla la furia y el fervor que los
embarga.
La búsqueda
de un nuevo propósito los lleva hasta el límite material de la galaxia, donde
descubren unas fuerzas primigenias mucho más poderosas de lo que jamás se
habrían imaginado.
Aunque lo
que realmente buscan es iluminar el Imperio, la corrupción del Caos se apodera
de ellos y comienza su camino hacia la maldición. Sin que los Portadores de la
Palabra lo sepan, su búsqueda de la verdad alberga las mismísimas raíces de la
herejía…”
Como ya he dicho arriba, tenía muchas ganas de este
libro. A lo largo de la saga se ha dejado claro que Erebus y su gente son los
catalizadores que convierten el descontento de las legiones en una traición.
Los anteriores podían unos asesinos, unos salvajes y otras lindezas por el
estilo, pero no había una maldad intrínseca en ellos, mataban por puro sentido
del deber (y porque es lo que mejor saben hacer), pero sin una crueldad
específica. Sin embargo, los Portadores de la Palabra sí que han deseado
siempre ver la Galaxia en llamas. ¿De dónde salió tanta mala idea?
Por suerte, el libro responde bien esta cuestión. Ahí una
nueva pregunta, ¿cómo iba a ser la primera herejía? ¿Qué proceso llevaría
Lorgar a ser el primer hermano en traicionar a su padre? ¿Nos pintarían a una
figura trágica como Magnus el Rojo o Perturabo? ¿Tendríamos a un engreído
metepatas como Fulgrim? ¿O acaso se trataría de un ser contaminado casi desde
un inicio como Angron o Mortarion? Pues bueno, sí y no, blanco y negro, ni bien
ni mal ni todo lo contrario. El camino que describe Lorgar en su viaje es largo,
gradual y trágicamente comprensible, abrazando, decisión tras decisión a los
ruinosos poderes del Caos.
Como ya hemos visto en multitud de libros anteriores, el
Imperio de la Humanidad es agresivamente laico. Un aspecto que no es
precisamente compatible con el fanatismo religioso de Lorgar, que tiene al
Emperador como Dios, como la luz que ilumina su vida y lo guía por senderos de
justicia a través de cañadas oscuras. Cuando el Emperador reniega (ejem) de su
divinidad, la realidad de Lorgar se rompe en pedazos. Toda su existencia ha
dejado de tener sentido y nada es lo que creía que era. En medio de su
desesperación, podría haber tenido su catarsis para brotar como un fiel
guerrero del Emperador, pero ¡ay! Lorgar es hombre de fe y necesita depositar
sus esperanzas en algo que le escuche y lo acoja en su seno. Como buen magufo
conspiranoico de nuestro mundo, resentido por un sistema que no soporta y más
que deseoso de encontrar una verdad secreta que sólo él conoce, se ahonda en
los agujeros más depravados y oscuros de la Galaxia para encontrar un ente que
responda. Obviamente, el Caos se aprovechará de todas sus debilidades para
hundir el sueño del Emperador.
Reconozco que me encanta la fenomenal construcción del
personaje que es el Primarca Lorgar. Estaremos
de acuerdo que el principal foco de interés de la saga es (o debería ser) el
mostrarnos a los Primarcas con todas sus virtudes y todos sus defectos, y este
libro lo clava. Vemos a Lorgar interaccionando con Guilliman, Magnus y Corax,
además de las apariciones de Perturabo, Konrad Curze y Alfarius (gran detalle,
pues algunos de ellos no habían aparecido aun). Estas interacciones son
fantásticamente aprovechadas para mostrarnos las habilidades y la personalidad
de Lorgar, dejando claro que es MUY diferente a sus hermanos, especialmente en
lo que concierne a sus habilidades de combate. Si bien es un ser supra-humano
capaz de derrotar a un ejército, Lorgar es un orador, un erudito y, sobretodo,
un amante de la paz. Tal como él mismo dice: “Nunca entenderé las tácticas y la
logística con la apabullante facilidad de Guilliman o el León. Nunca poseeré la
habilidad con la espada de la que alardean Fulgrim o el Khan…” mientras pasa
tremendas tribulaciones en la búsqueda de su rol en la galaxia. A medida que el
libro avanza, sus disputas internas y su necesidad de fe le acaban decidiendo a
adorar dioses que QUIEREN ser adorados, y proveen regalías a aquellos que
profesan una verdadera.
Como vehículo para todas estas cuitas, la historia orbita
en torno a Argel Tal, Primer Capitán
de los Portadores de la Palabra, el único de todos los marines que, siendo un
fervierte religioso, parece pensar un poco más allá de su trasero (no es,
precisamente, la primera vez que se utiliza este recurso, que el único Marine
Espacial capaz de generar un mínimo de empatía). Asimismo, me agrada comprobar
como, una vez se produce la Herejía, es el primero en conspirar contra el
Emperador, buscando continuamente la mejor manera de llevar a cabo su objetivo,
alejado de fanatismos. Quizás no esté convencido, pero si su Primarca ordena,
él buscará la mejor manera de llevar a cabo sus designios.
Pero no había nadie al que tuviera más ganas de conocer
que al Capellán Erebus, este ladino
cizañero que disfruta como nadie en el arte de malmeter y enfrentar a hermano
contra hermano. Este malvado, envidioso del poder de los Primarcas, se dedica a
provocar cizaña para así hundir a esos seres a los que tanto odia. Encuentra en
el Caos la mejor herramienta para llevar la destrucción al Imperio, proclamando
una “nueva verdad” que favorece tanto al Archienemigo como a sus ansias de
poder, disfrutando con ansia de cada lealtad que consigue quebrantar. Hacía
tiempo que no encontraba a un personaje al que odiar con tantas ganas.
Finalmente, también querría destacar a Aquillon, Custodio del
Emperador. Puesto por ÉL para supervisar a Lorgar y evitar que se salga de
madre más de lo debido. Durante mucho rato sirve de faro moral para el Primarca,
encarnando a un personaje íntegro (pero no tonto), al que el Capellán Erebus
tiene que estar distrayendo cada vez que quiere “interaccionar” como
corresponde a un Traidor. Leal hasta más allá de la muerte, destaca su esfuerzo
por reconducir una y otra vez a Lorgar por el camino recto, incluso cuando ya
está mas allá de toda redención.
Aaron Dembski-Bowden ya me había hecho disfrutar cosa
mala en Helsreach y aquí se queda
todavía más a gusto. Honestamente, es uno de los mejores libros de la herejía.
Tal como vimos en Fulgrim, vamos
viendo paso a paso como los ideales se van a tomar viento y van comertiendo
error tras error que los hunde cada vez más profundamente en el barro. El
relato de los Portadores de la Palabra es realmente trágico, especialmente
cuando nos damos cuenta de que la caída de Lorgar no habría ocurrido en el
presente del Universo de WH40k, donde El Emperador es adorado como un Dios. A
partir de aquí, cada página te encoge un poquito el corazón, mientras eres
consciente de la trascendencia de cada decisión en el devenir del Universo… En
ese sentido, el desarrollo y el ritmo por el que Dembski-Bowden te arrastra por
la desolación es simplemente delicioso.
Además, el autor se permite poner un poquito de luz sobre
un puñado de eventos polémicos que siempre han traido cola dentro de la
Herejía: El destino de las legiones II y XI, la extraña prosperidad de los
Ultramarines durante la guerra, qué motiva la diáspora de los primarcas y, por
primera vez, se centra en hechos de la guerra de Istvaan, que anteriormente se
habían esquivado una y otra vez. Esto no provoca que el relato se talle en
piedra, pues como está narrando un Demonio del Caos, su punto de vista puede
verse algo sesgado (y así otros escritores pueden retocar si conviene).
Y es que sólo he leído dos libros de Dembski-Bowden dentro
de la franquicia, pero ya se está convirtiendo en uno de mis favoritos: sabe
poner acción a lo bestia, mantiene tramas complejas con acierto, describe con
mimo a sus personajes y hace que los quieras antes de…
Dentro de la Herejía, queda cada vez más claro que la
misma no podría haber sucedido sin la participación del Caos, pero al mismo
tiempo, se hace patente que el Emperador es un padre lamentable. Casi todos los
problemas se podrían haber evitado con un poco de habilidad a la hora de
considerar las necesidades emocionales y psicológicas de su puñado de
super-hijos genéticamente modificados. Lorgar, por ejemplo, adora a su padre.
Tanto que inicialmente instruye a sus Portadores de la Palabra (y los planetas
que conquista) a adorarle como si fuera un dios. Algo que a papi no le gusta y,
digamos, que sobrerreacciona tal como solo el Emperador de la Humanidad podría
hacer (y se lía la que se lía).
Quizás lo único que no acabo de entender es la sub-trama
del fotógrafo. ¿Es para hacer más natural el descubrimiento de Aquillon?
El primer
Hereje se mete sin complejos dentro
de los libros de la Herejía que más he disfrutado. Cada acción tiene
trascendencia justificada, desborda emoción, la acción es pura molabilidad y
además te prepara lo que será la invasión de Calth en un futuro, aportando
paladas de razones para explicar la enemistad con los Ultramarines.
Señor Demski-Bowden, ha escrito usted un pedazo de libro.
Nota: 9
Nota goodreads: 4.21/5
Horus, señor de la Guerra, Fulgrim y éste. No sé con cuál quedarme de entre mis libros favoritos de la Herejía. Tendré que repasarlos cuando acabe la colección...
Nota: 9
Nota goodreads: 4.21/5
Horus, señor de la Guerra, Fulgrim y éste. No sé con cuál quedarme de entre mis libros favoritos de la Herejía. Tendré que repasarlos cuando acabe la colección...
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