lunes, 22 de octubre de 2018

El primer hereje (Aaron Dembski-Bowden)


Y hete aquí que aparece el libro XIV de la Herejía de Horus (parece que ya voy por la mitad. ¡Yuju!). En este caso nos vamos a detener en una legión que ha aparecido muchas veces en segundo plano pero nunca ha gozado de protagonismo, los Portadores de la Palabra. Además, por fin conoceremos el origen de Erebus, el capellán que la ha estado liando durante los 13 tomos anteriores (si es que tiene que poder teleportarse, está en todos los follones).

Título: El primer hereje
Autor: Aaron Dembski-Bowden
Título original: The first heretic

“En medio de la guerra galáctica que supone la Gran Cruzada, el Emperador desaprueba el culto que le rinden los Portadores de la Palabra. Angustiados por semejante reproche, Lorgar y su legión emprenden un nuevo camino y arrasan un planeta tras otro para desahogar en el campo de batalla la furia y el fervor que los embarga.
La búsqueda de un nuevo propósito los lleva hasta el límite material de la galaxia, donde descubren unas fuerzas primigenias mucho más poderosas de lo que jamás se habrían imaginado.
Aunque lo que realmente buscan es iluminar el Imperio, la corrupción del Caos se apodera de ellos y comienza su camino hacia la maldición. Sin que los Portadores de la Palabra lo sepan, su búsqueda de la verdad alberga las mismísimas raíces de la herejía…”

Como ya he dicho arriba, tenía muchas ganas de este libro. A lo largo de la saga se ha dejado claro que Erebus y su gente son los catalizadores que convierten el descontento de las legiones en una traición. Los anteriores podían unos asesinos, unos salvajes y otras lindezas por el estilo, pero no había una maldad intrínseca en ellos, mataban por puro sentido del deber (y porque es lo que mejor saben hacer), pero sin una crueldad específica. Sin embargo, los Portadores de la Palabra sí que han deseado siempre ver la Galaxia en llamas. ¿De dónde salió tanta mala idea?

Por suerte, el libro responde bien esta cuestión. Ahí una nueva pregunta, ¿cómo iba a ser la primera herejía? ¿Qué proceso llevaría Lorgar a ser el primer hermano en traicionar a su padre? ¿Nos pintarían a una figura trágica como Magnus el Rojo o Perturabo? ¿Tendríamos a un engreído metepatas como Fulgrim? ¿O acaso se trataría de un ser contaminado casi desde un inicio como Angron o Mortarion? Pues bueno, sí y no, blanco y negro, ni bien ni mal ni todo lo contrario. El camino que describe Lorgar en su viaje es largo, gradual y trágicamente comprensible, abrazando, decisión tras decisión a los ruinosos poderes del Caos.

Como ya hemos visto en multitud de libros anteriores, el Imperio de la Humanidad es agresivamente laico. Un aspecto que no es precisamente compatible con el fanatismo religioso de Lorgar, que tiene al Emperador como Dios, como la luz que ilumina su vida y lo guía por senderos de justicia a través de cañadas oscuras. Cuando el Emperador reniega (ejem) de su divinidad, la realidad de Lorgar se rompe en pedazos. Toda su existencia ha dejado de tener sentido y nada es lo que creía que era. En medio de su desesperación, podría haber tenido su catarsis para brotar como un fiel guerrero del Emperador, pero ¡ay! Lorgar es hombre de fe y necesita depositar sus esperanzas en algo que le escuche y lo acoja en su seno. Como buen magufo conspiranoico de nuestro mundo, resentido por un sistema que no soporta y más que deseoso de encontrar una verdad secreta que sólo él conoce, se ahonda en los agujeros más depravados y oscuros de la Galaxia para encontrar un ente que responda. Obviamente, el Caos se aprovechará de todas sus debilidades para hundir el sueño del Emperador.

Reconozco que me encanta la fenomenal construcción del personaje que es el Primarca Lorgar. Estaremos de acuerdo que el principal foco de interés de la saga es (o debería ser) el mostrarnos a los Primarcas con todas sus virtudes y todos sus defectos, y este libro lo clava. Vemos a Lorgar interaccionando con Guilliman, Magnus y Corax, además de las apariciones de Perturabo, Konrad Curze y Alfarius (gran detalle, pues algunos de ellos no habían aparecido aun). Estas interacciones son fantásticamente aprovechadas para mostrarnos las habilidades y la personalidad de Lorgar, dejando claro que es MUY diferente a sus hermanos, especialmente en lo que concierne a sus habilidades de combate. Si bien es un ser supra-humano capaz de derrotar a un ejército, Lorgar es un orador, un erudito y, sobretodo, un amante de la paz. Tal como él mismo dice: “Nunca entenderé las tácticas y la logística con la apabullante facilidad de Guilliman o el León. Nunca poseeré la habilidad con la espada de la que alardean Fulgrim o el Khan…” mientras pasa tremendas tribulaciones en la búsqueda de su rol en la galaxia. A medida que el libro avanza, sus disputas internas y su necesidad de fe le acaban decidiendo a adorar dioses que QUIEREN ser adorados, y proveen regalías a aquellos que profesan una verdadera.

Como vehículo para todas estas cuitas, la historia orbita en torno a Argel Tal, Primer Capitán de los Portadores de la Palabra, el único de todos los marines que, siendo un fervierte religioso, parece pensar un poco más allá de su trasero (no es, precisamente, la primera vez que se utiliza este recurso, que el único Marine Espacial capaz de generar un mínimo de empatía). Asimismo, me agrada comprobar como, una vez se produce la Herejía, es el primero en conspirar contra el Emperador, buscando continuamente la mejor manera de llevar a cabo su objetivo, alejado de fanatismos. Quizás no esté convencido, pero si su Primarca ordena, él buscará la mejor manera de llevar a cabo sus designios.

Pero no había nadie al que tuviera más ganas de conocer que al Capellán Erebus, este ladino cizañero que disfruta como nadie en el arte de malmeter y enfrentar a hermano contra hermano. Este malvado, envidioso del poder de los Primarcas, se dedica a provocar cizaña para así hundir a esos seres a los que tanto odia. Encuentra en el Caos la mejor herramienta para llevar la destrucción al Imperio, proclamando una “nueva verdad” que favorece tanto al Archienemigo como a sus ansias de poder, disfrutando con ansia de cada lealtad que consigue quebrantar. Hacía tiempo que no encontraba a un personaje al que odiar con tantas ganas.

Finalmente, también querría destacar a Aquillon, Custodio del Emperador. Puesto por ÉL para supervisar a Lorgar y evitar que se salga de madre más de lo debido. Durante mucho rato sirve de faro moral para el Primarca, encarnando a un personaje íntegro (pero no tonto), al que el Capellán Erebus tiene que estar distrayendo cada vez que quiere “interaccionar” como corresponde a un Traidor. Leal hasta más allá de la muerte, destaca su esfuerzo por reconducir una y otra vez a Lorgar por el camino recto, incluso cuando ya está mas allá de toda redención.

Aaron Dembski-Bowden ya me había hecho disfrutar cosa mala en Helsreach y aquí se queda todavía más a gusto. Honestamente, es uno de los mejores libros de la herejía. Tal como vimos en Fulgrim, vamos viendo paso a paso como los ideales se van a tomar viento y van comertiendo error tras error que los hunde cada vez más profundamente en el barro. El relato de los Portadores de la Palabra es realmente trágico, especialmente cuando nos damos cuenta de que la caída de Lorgar no habría ocurrido en el presente del Universo de WH40k, donde El Emperador es adorado como un Dios. A partir de aquí, cada página te encoge un poquito el corazón, mientras eres consciente de la trascendencia de cada decisión en el devenir del Universo… En ese sentido, el desarrollo y el ritmo por el que Dembski-Bowden te arrastra por la desolación es simplemente delicioso.



Además, el autor se permite poner un poquito de luz sobre un puñado de eventos polémicos que siempre han traido cola dentro de la Herejía: El destino de las legiones II y XI, la extraña prosperidad de los Ultramarines durante la guerra, qué motiva la diáspora de los primarcas y, por primera vez, se centra en hechos de la guerra de Istvaan, que anteriormente se habían esquivado una y otra vez. Esto no provoca que el relato se talle en piedra, pues como está narrando un Demonio del Caos, su punto de vista puede verse algo sesgado (y así otros escritores pueden retocar si conviene).

Y es que sólo he leído dos libros de Dembski-Bowden dentro de la franquicia, pero ya se está convirtiendo en uno de mis favoritos: sabe poner acción a lo bestia, mantiene tramas complejas con acierto, describe con mimo a sus personajes y hace que los quieras antes de…

Dentro de la Herejía, queda cada vez más claro que la misma no podría haber sucedido sin la participación del Caos, pero al mismo tiempo, se hace patente que el Emperador es un padre lamentable. Casi todos los problemas se podrían haber evitado con un poco de habilidad a la hora de considerar las necesidades emocionales y psicológicas de su puñado de super-hijos genéticamente modificados. Lorgar, por ejemplo, adora a su padre. Tanto que inicialmente instruye a sus Portadores de la Palabra (y los planetas que conquista) a adorarle como si fuera un dios. Algo que a papi no le gusta y, digamos, que sobrerreacciona tal como solo el Emperador de la Humanidad podría hacer (y se lía la que se lía).


Quizás lo único que no acabo de entender es la sub-trama del fotógrafo. ¿Es para hacer más natural el descubrimiento de Aquillon?

El primer Hereje se mete sin complejos dentro de los libros de la Herejía que más he disfrutado. Cada acción tiene trascendencia justificada, desborda emoción, la acción es pura molabilidad y además te prepara lo que será la invasión de Calth en un futuro, aportando paladas de razones para explicar la enemistad con los Ultramarines.

Señor Demski-Bowden, ha escrito usted un pedazo de libro.

Nota: 9
Nota goodreads: 4.21/5
Horus, señor de la Guerra, Fulgrim y éste. No sé con cuál quedarme de entre mis libros favoritos de la Herejía. Tendré que repasarlos cuando acabe la colección...

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