Una cosa mala de Escocia:
llueve mucho y hace frio. Una cosa buena: Me han puesto un cine justo al ladito
de casa (quien dice al lado, es realmente al ladito!). Con la idea de
estrenarlo y tal, estaba dispuesto a ir a lo que fuera. Elegi la llegada por la
simple razon de que Villeneuve es un director reputado (nunca le había visto
ninguna película) y en Cinefagos la estaban poniendo como una gran pelicula. Lo
que hace a veces el aburrimiento.
Y la llegada es una de extraterrestres, pero como
Villeneuve es un rato presumido, no va a irse por los cauces habituales, no. 12
naves diferentes llegan a diferentes puntos de la Tierra y aterrizan buscar
ningún tipo de aparente interacción con los humanos. Nosotros, tras sobrepasar
los miedos iniciales, nos lanzamos a su estudio, intentando responder multitud
de preguntas: ¿Quiénes son? ¿A qué han venido? ¿Vamos a morir?
Sin embargo, antes de resolver cualquier otro
interrogante, subyace un gran impedimento: ¿Cómo nos comunicamos con ellos? Ahí
es donde reside el quid de gran parte de la película: Los problemas de
comunicación. Los extraterrestres son unos calamares lovecraftianos (ecs) que
viven en un medio acuático. No pueden producir sonidos que podamos entender. No
estamos siquiera seguros de cómo piensan, si son telépatas, o de si son capaces
de razonar individualmente (¿podrían ser una colmena?). Lo único que es seguro
es que no son humanos, por lo que las herramientas de comunicación verbal y no
verbal que conocemos no acaban de funcionar.
Con estas premisas, Villeneuve se lanza a reflexionar
sobre cómo nuestro lenguaje toma forma, influyendo a su vez en cómo percibimos
la realidad, ya que nuestros conceptos mentales se articulan de acuerdo a la
idea (verbalizada) que tenemos sobre la misma.
Al obligar a los científicos a enfrentarse a seres de una clara
inhumanidad, estos se ven obligados a poner en duda todo cuanto saben sobre la
comunicación, planteando hipótesis de trabajo desde puntos de vista
inesperados. De esta manera, Villeneuve nos obliga a rumiar sobre nosotros
mismos y las dificultades para comprender a aquellos que nos son diferentes.
El lector más atento ya habrá podido adivinar que no
estamos ante los fuegos artificiales gratuitos de un Independence day o ante las explosiones gratuitas de un Battleship. Villeneuve nos propone una
película de ciencia-ficción seria (hard, que se diría) que se toma con calma el
desarrollo para dejar que el mensaje tome poso, jugando más con nuestra
capacidad de dejarnos fascinar que con la espectacularidad de cambiar mil veces
de cámara en cada segundo. La llegada
juega (y triunfa) en la misma división de propuestas más calmadas como Contact o The Abyss.
Todo el desarrollo de la argumentación de Villeneuve se
produce a través de un guión sobresaliente: por un lado, deja lugar para que
conozcamos a todos los personajes (que son usados como bases sobre las que
presentar diferentes puntos de vista), juega con las “12 ciudades” a las que
lleguan, forzando a culturas antagónicas a superar sus diferencias y entenderse
(o no), guardándose espacio además, para meterte un par de trampitas que
aprovechan nuestras ideas preconcebidas sobre el funcionamiento de las
historias de Hollywood.
El peso de la película recae sobre los hombros de una
estupenda Amy Adams, que cada día sorprende más por su calidad cuando se dedica
a los papeles más serios ( por ahora se ha llevado una nominación a los Oscars,
a ver cómo acaba). Su trabajo es profundamente emotivo, más que capaz de
cautivar, pues su contención no hace sino remarcar la devastación que sufre ante
unos sucesos que, claramente, la superan. A su alrededor tanto Lawrence
Fishburne como Jeremy Renner (mira que siempre me ha parecido que tiene cara de
palo perpetua) no desentonan en absoluto.
En un último alarde de virtuosismo, Villeneuve realiza
una última cabriola tan innecesaria como efectiva en su desenlace (¡SPOILER!),
pues es al final cuando descubrimos que
la transformación mental derivada del lenguaje calamari, ya ha convertido el
tiempo en una dimensión física a través de la que moverse. De esta manera,
todos los flashbacks de nuestra
protagnista que no acababan de cuadrar se transforman en flashforwards inesperados que sirven para rematar la historia y
obligan a rememorar todo lo que hemos visto desde un nuevo prisma. No niego que
esta pedantería final puede enfadar a más de uno, pero hacer trampas temporales
mientras están tantos elementos en danza (básicamente, el resto de la película)
sin que descuadre antes de hora está al alcance de muy pocos.
Si bien estoy seguro de que la película ganaría con algo
más de dinamismo, La llegada
es una película con la que sumergirse
y dejarse fascinar. Esta inusual propuesta de ciencia-ficción navega por tierras extrañas y exige un
esfuerzo al espectador para captar todos sus matices, pero es capaz de llevar
tanto a la emoción como a la reflexión, mezclando como pocas el cine más
comercial con el sello de autor. Cada
elemento de la película es una muestra de excelencia en su concepción,
convirtiéndose en la película favorita para los Cinéfagos este año y una de las
favoritas para la gran noche de los Oscars.
He salido tan entusiasmado
con la película que he decidido repasar toda la filmografía del director,
empapándome bien del puñado de estupendas películas (a juzgar por la crítica) que
este director nos ha ido deparando.
Nota: 9
Nota filmaffinity: 7.6
A la lista de futuribles que va.
ResponderEliminarTe gustará, eso creo. Si te pone Hamilton, esta peli va un poco en esa línea...
Eliminar