Repasando el podcast de La Órbita de Endor dedicado al
Capitán Alatriste, recordé que no había leído la 6º de sus aventuras. ¡Y cómo
me lo ha hecho pasar este hombre y sus secuaces! Supongo que era cuestión de
echarle un ojo y disfrutar un rato con unas cuantas perrerías desperdigadas.
Título: Corsarios de Levante
Autor: Arturo Pérez-Reverte
“Durante casi dos años
serví con el capitán Alatriste en las galeras de Nápoles. Por eso hablaré ahora
de escaramuzas, corsarios, abordajes, matanzas y saqueos. Así conocerán
vuestras mercedes el modo en que el nombre de mi patria era respetado, temido y
odiado también en los mares de Levante. Contaré que el diablo no tiene color,
ni nación, ni bandera; y cómo, para crear el infierno en el mar o en la tierra,
no eran menester más que un español y el filo de una espada. En eso, como en
casi todo, mejor nos habría ido haciendo lo que otros, más atentos a la
prosperidad que a la reputación, abriéndonos al mundo que habíamos descubierto
y ensanchado, en vez de enrocarnos en las sotanas de los confesores reales, los
privilegios de sangre, la poca afición al trabajo, la cruz y la espada,
mientras se nos pudrían la inteligencia, la patria y el alma. Pero nadie nos
permitió elegir. Al menos, para pasmo de la Historia, supimos cobrárselo caro
al mundo, acuchillándolo hasta que no quedamos uno en pie. Dirán vuestras
mercedes que ése es magro consuelo, y tienen razón. Pero nos limitábamos a
hacer nuestro oficio sin entender de gobiernos, filosofías ni teologías.
Pardiez. Éramos soldados.”
A lo largo de la saga, Pérez-Reverte se ha ido acercando
a diversos aspectos de la sociedad de los reinos españoles del siglo XVI. Hemos
tenido al Capitán paseando por Flandes, los teatros, el contrabando con
América… En este caso, decide aprovechar las desventuras de Alatriste para
ilustrarnos sobre cómo se vivía en los diferentes escenarios de batalla del
Mediterráneo de la época. Quizás al ser consciente de que se trata del contexto
en el que el lector actual se puede encontrar más perdido, Pérez-Reverte
realiza un esfuerzo denodado para ilustrarnos una época, describiendo con gran
detalle no sólo el ambiente histórico sino también presentándonos a sujetos que
bien podrían haber nacido en esta época, con éticas muy alejadas de lo que hoy
podríamos considerar como “correcto”. Ahí reside la grandeza y el defecto de
esta novela, que se convierte más en un documental que en un libro de aventuras
con una historia que contar.
Tal como ya había hecho en El sol de Breda¸ el libro
se compone de una serie de relatos cortos dónde Reverte posa su lupa y nos
ilustra sobre la vida de la soldadesca y la sociedad española en el
mediterraneo: la vida en los puertos españoles de África, las luchas y
escaramuzas en las islas griegas o los miles de asuntos pendientes con los
malteses y los turcos. Sin embargo, cada uno de los relatos es bastante más
inconexo que el ocurrido en Flandes, sin guardar apenas relación unos con
otros, lo que da cierta sensación de repetición, especialmente en el último
relato, demasiado parecido al estilo que vimos en Cabo Trafalgar y que sonará a visto para todo aquel que ya haya
leído esa novela corta.
Sin embargo, puede que Pérez-Reverte se olvide no
se moleste en desarrollar una historia, pero es perfectamente consciente de que
sus personajes van creaciendo y evolucionando, hecho que es perfectamente
reflejado a lo largo de las páginas.
El antaño escudero Iñigo
Balboa es ya un soldado adulto de pleno derecho. A sus 18 años empieza a
buscar su lugar en el mundo fuera del ala de su Capitán. Envalentonado por su
recién conseguida libertad y las ansias de su juventud, no podrá evitar meterse
en más líos de los debidos. Contrasta su carácter sosegado y reflexivo en los
momentos de tranquilidad con los exabruptos de osadía cuando la adrenalina
corre por sus venas. Si ya se le tenía cariño, ahora con todo el pavo
adolescente encima, se hace querer bastante.
El Capitán
Alatriste es otra vez aquí una figura heroica trágica, consciente de su
vocacion funesta, pero incapaz de escapar de un destino que le espera en un
embarrado campo de batalla futuro en vez de una cama comfortable. No es el
hombre más honesto, pero es un hombre valiente y fiel, siempre rondando ajustes
de poco lustre y de peor fin. Después de todo, eran tiempos duros y había que
ganarse el pan. Reinaba la picaresca, la espada y el “voto a tal”. Me encanta
como Pérez-Reverte no hace el más mínimo intento de glorificarlo o de lavar lo
brutal de sus actos y el exagerado pragmatismo que mueve su personalidad. Es…
como eran los soldados españoles de la época: Duro y áspero, pero perfectamente
consciente de su honor y su deber (sus únicas posesiones, casi).
Como secundarios, agradezco el retorno del castizo Sebastián Copons, tan bruto como
sincero, un animal primario en el que confiar y a quién querer. También
agradezco la aparición del moro Burriato,
una suerte de soldado más culto de lo habitual, siempre dispuesto a aportar una
pizca de reflexión y sabiduría en los momentos más inesperados (“La vida está
escrita en cada cosa y en cada palabra, y el hombre sabio intenta leer y
escuchar en silencio… por eso el Capitán no habla, aprende”), que, sin embargo,
no duda en sacar las espadas y rebanar tantos cuellos como sea menester.
La aproximación histórica de Reverte es impecable,
imitando el estilo de un libro escrito en el propio siglo XVI en el que se
desliza, de una manera totalmente consciente la prosa y la poesía de la época,
permitiéndose citar con maestría a Cervantes, Quevedo, Lope de Vega y las demás
mentes preclaras del siglo de Oro español. A destacar especialmente la
escrupulosidad con que se citan todos los términos marineros y de los
diferentes bajeles, amén de la florida parla de los navegantes de estos
peligrosos mares (Voto a San Telmo si
sabía que es una entena o que el mísmisimo Sultán de Constantinopla venga y se
haga unas babuchas con mi piel si hubiera sido capaz de señalar una vela
cangreja antes de ayer). Resulta
interesante el retrato de los soldados españoles como seres rudos e ignorantes,
indignos de cualquier tarea, pero al mismo tiempo, desesperados y fieros, como
solo luchan aquellos que no tienen nada que perder, lo que los hacía rivales
temibles en el combate (fiel reflejo de las crónicas históricas de nuestros
vecinos, que eran bien conscientes de que cuando luchaban contra españoles
sabían cuando empezaban las batallas, pero no cuando iban a acabar).
El mundo en las galeras descrito en el libro es muy
salvaje. Coñe, era una maldita guerra y eran tiempos muy duros. Citando al
propio autor: "Esta novela no se puede
escribir desde el siglo XXI, es un error aplicar nuestros criterios éticos
-como hacen muchos autores de novela histórica, especialmente mujeres- a otras
épocas. No se puede juzgar. La crueldad era algo natural, impuesto por la
supervivencia limitada, por las circunstancias; ¿cómo ibas a tomar prisioneros
heridos en una galera abarrotada ya?: al agua con ellos. Así era el mundo.
Mataban, pero también sabían morir cuando venían mal dadas. Con dignidad, con
fatalismo profesional".
Puede hacerse desagradable por su brutalidad, pero si has
llegado hasta esta entrega de la saga, no es algo que te vaya a sorprender.
Como todas, se ventila de un suspiro y se disfruta con ganas. No obstante, es
la que menos argumento tiene y se acaba notando. Por ahora, la más floja de la
saga, aunque ya le gustaría a muchos tener entregas “flojas” como ésta.
Nota: 7
Nota
goodreads: 3.72/5
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