Estas Navidades han tenido toneladas de nostalgia de mi infancia y he
vuelto a ver muchas de las películas que me encantaron de pequeño (últimamente
no paro). Por estas cosas que pasan, volví a ver la película de superhéroes que
más me gustaba de niño. No estoy hablando del Batman de Burton, sino la viejuna
Superman de Christopher Reeve.
¿Cómo no emocionarse con esta película cuando eres un retaco de seis años?
No sé cómo explicarlo, pero ver a Supermán en Cómics (tenía ya un porrón en
casa) o en dibujos animados no se podía comparar a ver mi superhéroe favorito
en carne y hueso. Poco me importaban sus agujeros de guión o su horterismo
ochentero (¡aunque sea del 78!)
Y después de verla, me he llevado una sorpresa. Quizás el recuerdo de sus
terribles continuaciones (que son de lo peor) pesaba mucho, pero esperaba ver
una película de una calidad bastante más cuestionable. La adaptación es
brillante, trasladando con acierto el espíritu alegre y desenfadado de un cómic
entrañablemente blanco e ingenuo, sin trazas de traumas o sombras (ni Alan
Moore ni Frank Miller han hecho de las suyas todavía), con un Superman
superperfecto y un Lex Luthor muy malvado y muy jokerizado.
La (larga) película se divide en tres partes bien diferenciadas:
Empezamos contemplando con asombro el fin de Krypton, con una
representación llena de solemnidad cargada en los poderosos hombros de un
Marlon Brando que le añade la trascendencia que requiere el momento. Una
introducción del personaje mucho más virtuosa (aunque visualmente menos
impactante) que la que tuvimos años después con Rusell Crowe. Sabe sorprender y
mantenernos interesados.
Luego, un Superman adolescente busca su lugar en el mundo y no entiende por
qué no debe usar sus poderes para salir adelante, comportándose como un
remilgado y tímido terrícola. La sobredosis de ñoñería se hace algo pesada,
pero la aparición de la Fortaleza de la Soledad aporta las dosis de molabilidad
necesarias para que esta parte de la historia se haga interesante.
Finalmente, el mayor boy-scout de la ficción comiquera sale a la luz
mostrando todo su poder y su bondad. El supermalo Luthor tiene sus planes para
hacerse riquísimo y Superman no parece tener intención de interponerse en su
camino (está demasiado ocupado ligando), pero como no quiere cabos sueltos, intenta acabar
con él. Evidentemente, el kyptoniano más conocido se verá obligado a intervenir
y chafará los planes del malo maloso.
Aunque sus mastodónticos 160 minutos puedan parecer excesivos, el guión se
encarga de llenar con brío y acierto los mismos, consiguiendo que el
entretenimiento y la diversión afloren fácilmente. Cada pieza está en el sitio
que debe estar y la maraña que compone funciona con pleno acierto para evadirte
sin esfuerzos durante casi tres horas, que tiene su mérito. Eso sí, se nota que
es una película de antes de los ochenta, ¡qué buen rollito con los buenos y que
malvados son todos los malos! Las patilladas del guión son tan salvajes que no
puedes evitar reírte. Cómo si no digerir el enamoramiento de Lois, la aparición
de la Kryptonita (es de traca) o el WTF tan descomunal que es el final.
SPOILER: Dar la vuelta a la Tierra para que gire al revés (¡) y así volver
atrás en el tiempo (¡!) para salvar a Lois (OK) pasando del resto de muertos
que ocasiona la inundación (¡!!). Oye, y de niño ni te lo cuestionas. Lo das
como glorioso, aplaudes a Supermán (¡es el mejor!) y te quedas con una sonrisa
de oreja a oreja.
En cuanto a los actores, sorprende encontrar a un Gene Hackman tan
histriónico y pasado de página. No me esperaba ver a Lex Luthor convertido en
un demente digno del Joker, pero vaya si le da empaque, no sabes por dónde
demonios va a salir o que nueva animalada se le va a ocurrir. Por su lado,
Christopher Reeve parece haber nacido para ser Superman, aportando la mezcla
adecuada de candidez y pedantería para convertirse en el semi-dios volador que
todos adoramos. Es inesperado ver su esfuerzo para hacerse querer a pesar de
que el guión no leshace ningún favor. El resto del elenco cumple, sin más.
La mayor alegría me la he llevado con sus efectos especiales. Se nota que
hay duros, mimos y el mayor despliegue tecnológico del momento. Mucho más
redondos que los que veremos en las continuaciones posteriores. Son ingenuos,
toscos y desprenden un candor tan ilusionado que es imposible no verlos con una
sonrisa en los labios. En su impostura, se vuelve adorable. Cuando está
volando, se hace tan obvio que es un truquito de cámara que consigue un efecto
más intenso que el tope-realista CGi
generated de Supermar Returns o El
hombre de acero. Simplemente, mola.
Y luego está mi compositor favorito de bandas sonoras. Junto con la de
Rocky, Superman es la mejor canción para ponerte a escuchar en el gimnasio.
Mola y te pone a tope, ¿qué más necesitas?
Es decididamente ingenua y entretenida. Los efectos especiales cantan más
que una almeja, pero sorprenden para ser los setenta (sí, ya sé que Star Wars
existía, pero estos van en otra onda). Se hace imposible ver este film sin una
sonrisa condescendiente en los labios. Cualquier fan de los efectos especiales,
de los superhéroes y de todo este mega monstruo Vengador de la actualidad debe
de echar un ojo a este Superman, por todo lo que supuso y por todo lo que vino
después. No tendríamos nada de lo que disfrutamos ahora si antes no hubiera
estado Christopher Reeve y su hombre de acero.
Sí, el final desafía todas las leyes de la física, la lógica y la decencia,
pero bueno…pecadillos veniales. Yo me lo he pasado en grande.
Nota: 6
Nota filmaffinity: 6.7
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