viernes, 8 de enero de 2016

El viaje de Arlo




 Y así, sin apenas avisar, aparece en la gran pantalla una nueva película de Pixar. Y además, la segunda del año. Por si no nos hubiéramos quedado a gusto con la estupendísima Del Revés, estas Navidades tenemos una nueva dosis. ¿Estará a la altura de lo que esperamos de este gran estudio? Si queréis saberlo, no tenéis más que seguir leyendo.

Para aquellos que seguimos el día a día de los estudios Pixar El viaje de Arlo (The good dinosaur) ya nos suena de antiguo. Se empezó a hablar de ella desde allá por el 2010, y se planeaba inicialmente su estreno en 2013. Sin embargo, las únicas noticias que trascendían sobre ella eran sus continuos retrasos. Oficialmente, Pixar decía que no acababa de encontrarle el punto al guión e iba posponiendo su estreno. Los cambios de planes se hicieron necesarios, adelantándose y estrenándose Brave antes de hora ante la imposibilidad de sacar adelante el proyecto jurásico. Incluso se dejó un año en blanco por ello. Finalmente, el trabajo ha llegado por fin a buen puerto, pero curiosamente no se estrena como película Pixar (ya hemos tenido Del revés), sino sustituyendo a la película navideña anual de Disney. Es la primera vez que Pixar estrena una película “menor” de manera consciente. De tapadillo, sin apenas publicidad… La actitud de la empresa da la sensación de que se le ha pegado un empujoncito extra para que el proyecto finalice, cumpla minimamente en taquilla y así evitar que el dinero invertido se pierda.

El argumento entronca con el Disney más clásico e infantil. Arlo es un joven apatosaurio que busca su lugar en el mundo. Una riada le aleja de su hogar y deberá emprender un viaje para volver a casa, encontrando en el camino a un niño humano con el que madurará y pasará mil peligros en su viaje. En cuanto a la historia, complicaciones cero. La clásica historia de superación personal que hemos visto mil veces.

Puede parecer que no hay nada nuevo bajo el sol, pero los estándares de calidad Pixar se mantienen, incluso cuando ponen el piloto automático. A partir de la idea de que los dinosaurios no llegaron a extinguirse hace 65 millones de años, se les hace evolucionar hasta llegar a “nuestra” Edad de Piedra en la que los reptiles han avanzado como sociedad. Ahí empieza un meritorio juego con las referencias que manejamos. En las Rocosas estadounidenses los dinosaurios herbívoros se han convertido en pacíficos granjeros, las hienas son los indios y los humanos ocupan un estrato similar al de los lobos. La película juega continuamente moviendo las referencias hacia un lugar donde no esperaríamos, confundiendo lo que esperaríamos de unos y otros. Incluso al final se lanza hacia el western infantil con suficiencia, como si fuera un Colmillo Blanco realizado con los personajes de En busca del valle encantado a los que se les ha cambiado el papel.

El guión se las arregla para generar unas cuantas escenas de primera calidad (los círculos familiares, la genial aparición de los T-Rex o el ataque de los salteadores de caminos pterodáctilos), pero se nota la cantidad de gente que le ha metido mano (¡8 escritores acreditados!). El tono es irregular y los altibajos son continuos. Como si se quisieran asegurar de que hay suficiente lagrimita, se pasa el checklist de todos los eventos traumáticos aparecidos en las películas de animación: muertes, estampidas, riadas, hostias, traumas… La trama avanza a golpes de una manera casi literal, pues cuando toca cambiar de escena, toca que Arlo se pegue una toña, queda inconsciente y fundido a negro, ¡funciona! (Ejem). El compendio de obviedades en el desarrollo nos lleva a catalogarlo como el guión más flojo de Pixar (a la altura de Cars 2, no sabría decidirme).

Aunque la historia recuerda a época más sosa de las películas Disney, la animación deja claro que se trata de una película de Pixar. Es deslumbrante. El fotorrealismo del paisaje es lo más espectacular que he visto en animación. El mundo en que los personajes se mueven se confunde con la realidad. Los planos generales, los árboles y las rocas son impresionantes, y no hablemos del agua, que parece más vívida que la de verdad. El diseño de todos los personajes desborda inspiración, con un Arlo hecho de pura ternura que se hará adorar rápidamente por los pequeños de la casa y un Spot muy perruno la mar de expresivo. El músculo técnico que se despliega para ponerlos en movimiento es deslumbrante. Sólo por ello ya merece un visionado en pantalla gigante. Eso sí, la mezcla de fondos hiperrealistas con el diseño HannahBarbera de los personajes queda jodidamente rara.


Como es tradición en Pixar, la película viene precedida de un corto. En este caso, Sanjay’s super team se aleja de la ñoñería de Lava, dándonos siete minutos de aventuras dónde se juega con los dioses antiguos y los nuevos y se reflexiona sobre las tradiciones, las prioridades y la incomunicación entre generaciones. Es divertido y mucho más redondo y conseguido que la película que le sigue.

Merece la pena su visionado para poder apreciar lo que Pixar es capaz de diseñar y crear, pero luego no esperéis más que aventurillas para niños de seis años y un pequeño manojo de escenas inspiradas.

Nota: 5
Nota filmaffinity: 6.6

Publicada previamente en Cinéfagos AQUI

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