Me llevé cierta decepción cuando esta película fue directo a Disney+, pues tenía ganas de verla en la pantalla más grande posible. La nueva propuesta de Pete Docter era casi una garantía de éxito, que venía de darme Up y Del revés. Cositas bonitas y yo con ganitas.
Soul nos muestra la vida de un pianista de jazz que ha malvivido por y para la música y, aunque lo lleva con cierta gracia, siente que el mundo le debe algo por el esfuerzo dedicado. Justo cuando consigue la actuación de su vida, cae por una alcantarilla y muere. Normalmente nos quedaríamos sin película, pero nos vemos transportados al Más Allá. Nuestro protagonista la liará parda para encontrar la manera de volver y así cumplir su sueño de tocar Jazz con los más grandes, viviendo su pasión al máximo. En todo este follón, se encontrará a un alma todavía no nacida, pero que ya está hastiada de la vida, debiendo aprender uno de otro para aprender qué es la vida (y qué no es).
Así, tendremos
un divertido juego entre ambos universos, saltando continuamente entre la
Tierra y el Más Allá en una bonita exaltación de la vida. Lo que entra primero
por los ojos es el estupendo diseño con el que se crea el Más Allá, poniendo
imagen a conceptos abstractos e ilustrando qué hay antes de la vida. Como puro
ejercicio de creación, se generan multitud de soluciones ingeniosas,
visualmente gloriosa, habitualmente divertidísimo y genuinamente profundo. El gozo visual está asegurado como sólo Pixar
sabe hacer, consiguiendo que esta zona sea un derroche de virtuosismo delicioso
de ver en la pantalla más grande posible.
Además, Pixar nunca se queda atrás a la hora de atacar temas filosóficos con enjundia. Con Soul, el estudio debate sobre ello con efectos sorprendentes. ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Es la pasión lo mismo que la vocación? ¿Qué hace que una existencia humana tenga valor? ¿Cómo se mide? Estas cuestiones se dirimen a través de los dos personajes principales, cada uno aportando un punto de vista muy distintivo sobre la vida. Hay quién diría que la posición final que defiende el film es el de vivir la vida al máximo. En mi opinión, se acerca más a que vivas sintiéndote orgulloso de lo que haces, intentando además que el mundo sea algo mejor para los demás (sé amable, que no cuesta tanto). No obstante, el visionado se presta a debates y discusiones sobre ello, lo cual siempre es de agradecer.
No funciona, en cambio, tan
bien, la parte de la Tierra, que se convierte en muchos casos en una comedia slapstick¸ con muchas persecuciones,
cabriolas y gags de pez fuera del agua. El diseño del mundo también se hace
extraño, mezclando el fotorrealismo con personas caricaturizadas, imagino que
para evitar el valle inquietante. Te haces rápido a él y denota el buen saber
hacer que esperaríamos en Pixar. No es un problema de diseño o de recreación de
una ciudad, es que, en definitiva, no pasa nada importante aquí, y todos los
tortazos tienen mucho menos interés que los afilados diálogos del Otro Mundo.
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