domingo, 16 de febrero de 2020

Aquaman


Y volvemos a las reseñas normales contra otra ronda de chorradas. Aquí nos metemos en el Universo DC, que llevaba mucho tiempo a la deriva, sin saber bien para dónde irse, funcionando mucho mejor cuando se dejan de universos compartidos trascendentes y se dedican sólo a divertir.

Ésta no es una película que tuviera previsto ver. Aquaman no me ha atraído lo más mínimo como personaje y el universo DC ha sido lo que ha sido. Por mucho que esté el Momoa por ahí y dirigiera James Wan, no es que pensara molestarme.

Y va y acabé en el cine. Y al salir, qué dos horas más divertidas oiga. Tal como consiguió resucitar la saga de Fast and Furious, Wan ha creado, sin que nadie se lo esperara, la película más gozosamente divertida del Universo DC. Consigue que nos creamos a Aquaman y reventó las taquillas de medio mundo.

Quizás lo más importante es que la película sabe que es una petardada. Wan se ha dedicado a meter la mayor cantidad de idas de olla que ha podido y le ha permitido el armazón argumental. Pocas películas puedes encontrar con unos fuegos artificiales tan gratuitos y tan bien acometidos. Además, a diferencia de otras propuestas de este estilo (Dioses de Egipto), aquí hay alguien con cerebro tras las cámaras, por lo que el espectáculo es de primera, sin acercarse (aunque parezca imposible) a la vergüenza ajena.

Como Aquaman ya había aparecido en La liga de la Justicia, Wan no tiene que presentarlo y le basta dejarlo en la casilla de salida. Por ello, puede contar su historia sin apenas condicionamientos y meter todas las burradas que se le ocurran. Y es lo que hace. A partir de su considerable músculo financiero, hace un poti-poti de las mejores historias del cómic del héroe acuático, lo mezcla con estética de videojuego y se embarca en el espectáculo de fuegos artificiales más bruto posible.



Además, tiene la suerte (ejem) de que Momoa fuera consciente de la cantidad de dinero que se estaba jugando. Si quería seguir cobrando el mismo dineral, tocaba darlo todo y no perder un momento en tonterías. Así que sí, tenemos a un Aquaman super-mazado y testosterónico con una dosis de autoparodia muy bien buscada. Mi Aquaman favorito siempre había sido Vincent Chase, pero Momoa lo da todo e incluso consigue que el traje naranja le quede bien. Otro actor no hubiera funcionado tan bien, imposible.

Tampoco nos equivoquemos, la película no nos presenta ninguna historia que no hayamos visto mil veces anteriormente. Es el espectáculo de efectos especiales tan bien coreografiado el que nos pega al asiento y no nos deja descansar desde el principio hasta el final. A lo largo de 120 minutos tendremos un compendio de coreografías muy bien pensadas, una imaginería preciosista y un continuo de bastardadas a cada cual más ida de olla. Se trata de un despropósito tan gratuitamente grandilocuente y tan pasado de página que acaba molando por los cuatro costados. El resultado es un videojuego no interactivo con todas las flipadas que uno pueda imaginar.

Igual es que no esperaba nada, pero han sido dos horas divertidísimas. Una propuesta de nula trascendencia pero mucho más disfrutable que las versiones de BatmanVSuperman o La liga de la justicia. Tienes una película muy bien ambientada, acción trepidante, algo de coherencia y muy diferente a la fórmula Marvel. ¿Por qué DC no puede hacer estas cosas más a menudo? Por ahora sólo se lo hemos visto a Wonder Woman y a ésta, fracasando estrepitosamente en el resto de sus propuestas, mucho más darkzzz y seriotas.

Hace lo que una película de súpers tiene que hacer: MOLAR. Es una fumada gigantesca, con 120 minutos de poco sentido y mucho horterismo, pero lo es tan a lo bestia, con una acción tan bien parida y unas bastardadas tan logradas que uno no puede sino divertirse. De las pocas de DC que hay que ver si te gustan este tipo de películas.

Nota: 6
Nota filmaffinity: 5.8

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